Un destino ‘elitista’

Xescu Prats

Xescu Prats

Si algo quedó meridianamente claro en la feria turística ITB de Berlín, celebrada la semana pasada, es la frustración de los turoperadores del mercado alemán con respecto al destino Ibiza, bajo cuya dictadura tuvieron que lidiar las cadenas hoteleras pitiusas durante décadas. Como ahora ya no controlan el mercado ni los precios, anuncian un crecimiento cero en la isla en favor de otras latitudes donde las reservas se han disparado salvajemente (Mallorca, por ejemplo) y en las que pueden seguir imponiendo sus reglas del juego.

A los turoperadores hay dos cosas que les irritan: la pérdida de cuota de mercado por las ventas directas de los propios hoteles y el incremento estratosférico de precios que ha experimentado la isla en los últimos años. Después de tantas décadas de tener que vivir sometidos a su yugo, no deja de ser reconfortante verlos ahora tan quejosos y cariacontecidos. Sin embargo, transcurrido este breve y saludable paréntesis de regodeo en la miseria ajena, se impone una reflexión seria sobre las causas y posibles consecuencias de sus invectivas.

Dicen los turoperadores que Ibiza se ha vuelto un destino «elitista», que hay demasiados hoteles de cinco estrellas y que el precio de unas vacaciones en la isla ahora es excesivamente caro para el turista alemán medio-alto, que es quien adquiere sus paquetes turísticos. Dicho encarecimiento, en consecuencia, no garantiza que los vuelos que programan los turoperadores se llenen y, por tanto, no ven razones para incrementarlos en número. Eso se traduce, por tanto, en menos enlaces programados para viajar a la isla desde los aeropuertos alemanes. Dichos paquetes, además, son adquiridos en buena parte por el turista familiar, lo que significa que Ibiza seguirá perdiendo viajeros de este perfil, que, recordemos, es el que frecuenta los comercios y restaurantes tradicionales, así como los museos y productos culturales. Malas noticias, por tanto, para los negocios asociados a este segmento.

Aun así, las previsiones de reservas son tan elevadas que nadie parece preocu-pado por la congelación del mercado alemán, algo que antaño habría generado honda inquietud. Sin embargo, nuestra mirada no debería ser tan cortoplacista como para pensar que en el futuro las cosas jamás se torcerán y que, por tanto, no volveremos a necesitar de los turoperadores para sostener a la industria. Podemos deducir, además, cuál será su respuesta el día en que haya que llamar nuevamente a su puerta.

En cuanto a los precios, la semana pasada supimos también que los propietarios de casas turísticas vacacionales planean subirlos hasta un 15% y los hoteleros hasta el 10%, para reajustar su margen de beneficios con respecto a la inflación. Esta espiral de encarecimiento en la que ha entrado Ibiza, donde algunas tarifas se suben a principio de temporada y se vuelven a retocar a mitad porque la demanda así lo permite, puede acabar teniendo funestas consecuencias para la economía insular (incluso más allá de la turística).

La inflación ya estaba sobradamente compensada por cómo se han hinchado los precios en la última década y lo que no tiene justificación es elevarlos incluso por encima del coste de la vida. ¿Acaso los propietarios de los alojamientos turísticos van a subir los sueldos de sus empleados este mismo 10 ó 15 por ciento? Por supuesto que no. Ya sabemos que el incremento salarial del sector turístico será del 8,5 por ciento en dos años; es decir, menos de la mitad, incluso la tercera parte en algunos casos, de lo que van a subir las pernoctaciones. También se ha anunciado que el 63% de las pymes pitiusas van a incrementar sus precios.

Más allá de la traslación que acaba teniendo esta política de encarecimiento sobre la sociedad pitiusa, que cada vez encuentra más inaccesible una oferta complementaria que antaño también disfrutaba, esta estrategia no parece la solución más inteligente que puede desarrollarse a largo plazo, por muchos beneficios que proporcione en el corto.

Pienso, sobre todo en ese turista tradicional que lleva décadas viniendo a la isla a disfrutar de las playas, los restaurantes y el ocio, y que, aunque posee un importante poder adquisitivo, no es inmune a un encarecimiento constante de sus vacaciones. Sobre todo, cuando en paralelo al incremento de precio no se produce otro de la calidad. Que nos hemos convertido en un destino ‘elitista’, como lamentan los turoperadores alemanes, es incuestionable; y que así lo quieren y fomentan las grandes empresas de la isla, también.

Sin embargo, ¿alguien se ha parado a pensar dónde está el límite? ¿Hasta cuándo podemos seguir tensando la cuerda sin que se rompa? ¿Acabará siendo Ibiza únicamente un resort para ricos? ¿Cuál será el plan ‘B’ en el instante en que Ibiza pase de moda o esté tan saturada que de pronto la gente deje de venir? Pero para qué preocuparnos, si Ibiza siempre tiene la capacidad de reinventarse, ¿verdad?

@xescuprats

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