Deberíamos estar escribiendo sobre la avutarda despistada que ha decidido pasar las navidades entre nosotros (a falta de turistas). De cómo desde aquella foto de Platé casi imperceptible de la susodicha en medio del campo hemos derivado a una información exhaustiva de Carmelo, sobre fotos de Gerardo y explicación científica de Santi Costa. Incluso las avis raras (las raras avis proliferan y a lo mejor no vuelan) han tomado las de Formentera en vez de las de Villadiego. Supongo que por falta de información de última hora sobre nuestro porcentaje de contagiados, que en cifras absolutas nos sitúa en los 58. Algo inaudito si miramos con nostalgia al 1 de diciembre donde estábamos en 0. Podemos, todos, especular sobre los porqués de este dislate. Unos, con razón, dirán que a la irresponsabilidad individual de todos nosotros. Otros lo achacarán a las festividades (diciembre es propicio a ellas). Algunos, los más, a esas fiestas o reuniones familiares que burlan las medidas de seguridad, bajo los auspicios de "no pasa nada". Quizás sigamos hablando aquí y allá, del famoso postvelatorio.

La cruda realidad la marcan las cifras que cada día ofrece el Servei de Salut. 53 positivos a día 27 de diciembre y seguimos "para bingo". Traducido en ratios del doctor Simón superamos los 400. Todos los esfuerzos de expertos, de sanitarios (al pie del cañón cada día) de políticos, de empresarios, de la mayoría de los ciudadanos, de funcionarios del Consell (Policía), Guardia Civil, etc al traste en menos de un mes. Y la que está por venir, dicen los que saben de esto. Desde el 15 de marzo hasta aquí se han aplicado medidas de todo tipo... Algunas parecidas a las campañas de tráfico, donde la muerte rondaba por las teles de cada casa. Otras coercitivas con multas de "dudosa" cobrabilidad (dicen algunos juristas). Muchas con recomendaciones cansinas a la responsabilidad individual y colectiva. Cierres generalizados. Manga ancha por aquello de la economía. El resultado de un día y otro abriendo informativos (hay que quitar los de Trump y el rey emérito) ha sido un rotundo fracaso, ajeno a todas las voluntades. Desde el domingo 27, empezando en Guadalajara, la vacuna es el maná o el ángel salvador (del exterminador no quiero acordarme) de una sociedad que ya no sabe qué pensar sobre este batiburrillo de virus que mutan y nos amenazan con quedarse, sin que la ciencia lo remedie por el momento. Prefiero que se quede la avutarda.