Temblor en el Atlas

Tres meses del seísmo de Marruecos: El frío llega a la zona devastada y el olvido desespera a la población

El segundo terremoto más mortífero de la historia de Marruecos, de magnitud 6,8 en la escala de Richter, sacudió la cordillera del Alto Atlas, acabando con la vida de 3.000 personas y dejando a decenas de miles sin hogar

Halima, que perdió su vivienda tras el terremoto, entra a su casa por primera vez después de la catástrofe.

Halima, que perdió su vivienda tras el terremoto, entra a su casa por primera vez después de la catástrofe. / Clara Tiffon

Judit Figueras

Después de tres meses, Halima vuelve a casa por primera vez. Al llegar, un silencio desolador enaltece la silueta del olivo que resguarda la entrada del edificio; ahora en forma de escombros. La mujer extrae del bolsillo la llave y la encaja en la cerradura de la puerta principal, el único elemento de la vivienda que aún permanece intacto. El techo es inexistente y apenas se sostiene alguna de las paredes de hormigón, pero Halima se resiste a perder las costumbres. Para ella sigue siendo su hogar.

Halima es una de las 300 personas que la madrugada del 9 de septiembre perdió su vivienda en Azro; un poblado de la provincia de Al Haouz, en la región de Marrakech-Safí. El segundo terremoto más mortífero de la historia de Marruecos, de magnitud 6,8 en la escala de Richter, sacudió la cordillera del Alto Atlasacabando con la vida de 3.000 personas y dejando a decenas de miles sin hogar. A la espera de recibir las ayudas prometidas por el Gobierno marroquí, la población se refugia ahora de la miseria y de la llegada del frío en campamentos provisionales.

El pueblo de Imi N'Tala quedó totalmente derruido tras el terremoto.

El pueblo de Imi N'Tala quedó totalmente derruido tras el terremoto. / Judit Figueras

Desde entonces, las terrazas de cultivo en los valles del Alto Atlas se han llenado de tiendas de campaña: algunas entregadas por el Gobierno, otras por oenegés y otras son fruto del ingenio y la habilidad de los habitantes de la zona que, a base de ramas, ladrillos y lonas de plástico, han logrado erigir pequeñas moradas que buscan ser efímeras.

Las mantas, primera necesidad

Khadija y Sarah, de 17 y 20 años, viven en su pequeña tienda, que apenas supera los 10 metros cuadrados, junto con sus padres y su hermano menor. "Hace noches que no duermo, el frío me lo impide", lamenta Sarah. Mientras, en el campamento provisional que levantaron los habitantes de esta aldea llega una furgoneta. Un evento inusual que genera entre los vecinos expectación e incertidumbre. "Hace meses que nadie viene aquí, hemos sido olvidados", recalca la joven.

Del vehículo desciende Ashid Bahl, el fundador de la oenegé canadiense For the Love Of Children Society, dedicada a la ayuda humanitaria a niños en todo el mundo. Con él, trae decenas de cajas llenas de aceite, agua y mantas. En cuestión de pocos minutos, una muchedumbre rodea la mezquita provisional que concentra y dinamiza la vida en Azro. Las sonrisas y las miradas de esperanza se diluyen en un mar de lágrimas y ansiedad. La ilusión inicial se ha convertido en una batalla campal de empujones, lanzamientos de piedras y bofetadas. Todos quieren una manta. Es el rostro del frío, de la desesperación.

El fundador de la oenegé For the Love Of Children Society reparte mantas en el poblado de Azro.

El fundador de la oenegé For the Love Of Children Society reparte mantas en el poblado de Azro. / CLARA TIFFON

Higiene y educación

En algunas aldeas se han instalado baños portátiles para garantizar la higiene de sus habitantes. Sin embargo, en muchas otras, como en Azro, esta ayuda básica no ha llegado. "Tenemos que caminar una hora hasta la ciudad más cercana, Tahnaout, donde hay duchas y baños de pago, pero no siempre nos lo podemos permitir", explica Sarah.

En esta ciudad se ubica la escuela, alojada ahora en una tienda de campaña, donde asisten los jóvenes de este poblado. Tras el terremoto, el Ministerio de Educación marroquí cifró en 1.050 los centros educativos que habían resultado dañados. "Desde entonces, pocos días acudimos a clase", señala Khadija. Las dos jóvenes advierten que son muchos los profesores que han quedado afectados por el seísmo y, por lo tanto, no están impartiendo clases. Una situación que se ha visto agravada por la huelga de profesores convocada tras una reciente reforma aprobada por el Ministerio de Educación marroquí.

Una niña permanece en la tienda de campaña, donde vive desde hace tres meses.

Una niña permanece en la tienda de campaña, donde vive desde hace tres meses. / Judit Figueras

Los días que permanecen en el poblado, utilizan las redes sociales para seguir estudiando. A través de Instagram y YouTube, algunos docentes marroquíes han empezado a retransmitir clases 'on line' para aquellos estudiantes que no pueden acudir a los centros. Esta herramienta se ha convertido en un refugio para Sarah y Khadija. Para estas dos jóvenes, que aseguran no haber recibido aún las ayudas del Gobierno, sus estudios son la única salida del infierno en el que viven desde hace tres meses. 

La depresión invade a las familias

En las afueras de la ciudad de Amizmiz, ubicada a 60 kilómetros de Marrakech, un grupo de niños juega sobre una montaña de escombros. Algunos empuñan baldas de madera como si fueran espadas y otros asustan al monstruo imaginario que se esconde entre las ruinas de una casa.

Un grupo de niños juega encima de una montaña de escombros en Amizmiz.

Un grupo de niños juega encima de una montaña de escombros en Amizmiz. / Judit Figueras

Enfrente, Hicham observa cómo sus hijos transportan una carreta con lonas blancas. Están construyendo el que será su nuevo hogar hasta que no recuperen su vivienda. Tras el seísmo, el Gobierno de Marruecos anunció un paquete de ayudas para reconstruir las viviendas afectadas. De esta forma, está previsto que las familias que han perdido parcial o totalmente su hogar reciban entre 80.000 y 140.000 dirhams (7.000 y 13.000 euros) para poder rehabilitar sus viviendas. Además, el Ejecutivo marroquí también informó de que otorgaría un apoyo económico mensual de 2.500 dirhams (230 euros) durante un año a cada familia.

Aunque le cueste asumirlo, Hicham ha perdido la esperanza en poder reconstruir la que fue su casa, ahora parcialmente derrumbada: "Nadie nos informa de nada, no sé cuándo voy a recibir las ayudas". Además, el hombre lamenta que la cantidad prevista solo cubriría el 35% del coste total que conlleva la rehabilitación de su vivienda.

Hicham y sus hijos montan una nueva tienda de campaña en frente de la que fue su vivienda, ahora derrumbada.

Hicham y sus hijos montan una nueva tienda de campaña en frente de la que fue su vivienda, ahora derrumbada. / Judit Figueras

Desde que el terremoto sacudió el poblado en el que viven, Hicham se hace cargo de sus tres hijos. Su mujer cayó en una depresión que la retiene en la tienda desde entonces. "Son muchas las personas que sienten un miedo persistente, desencadenado por sonidos aparentemente ordinarios, como el ruido de automóviles y camiones", subraya Fatima Zaobair, voluntaria en la oenegé CorpsAfrica. Una sensación de terror que genera reticencia a regresar a sus hogares. "A pesar de las condiciones climáticas y de vida desfavorables, prefieren permanecer en las tiendas de campaña porque tienen miedo a que sus casas puedan ser completamente destruidas si regresaran a ellas", añade.

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