Jornada de gestión de residuos

Defensa en Ibiza de las incineradoras: «Tienen más vigilancia y controles que otras industrias»

Los responsables de las plantas de valorización energética de Andorra, Galicia y Tarragona defienden esta tecnología

La plataforma de afectados advierte de que puede ser como «matar moscas a cañonazos»

Cristina Rico, durante su ponencia y, detrás a la izquierda, Armengol Grau y Javier Domínguez, ayer, en el Consell de Eivissa. | VICENT MARÍ

Cristina Rico, durante su ponencia y, detrás a la izquierda, Armengol Grau y Javier Domínguez, ayer, en el Consell de Eivissa. | VICENT MARÍ / eugenio rodríguez. eivissa

Eugenio Rodríguez Martos

Eugenio Rodríguez Martos

«Debe decirse alto y claro: las plantas de valorización energética [incineradoras de residuos] tienen más vigilancia y controles medioambientales que otras industrias». «La lucha es de todos contra los residuos y no contra el tratamiento, que es un mal menor. Yo estoy en contra de la incineración, pero es la mejor de las peores soluciones porque, desgraciadamente, todos generamos residuos. Debe haber un cambio de mentalidad».

Estas frases resumen grosso modo la defensa que ayer hicieron de la incineración de residuos (para obtener energía) los tres ponentes del primer bloque de la jornada de gestión de residuos organizada por el Consell de Ibiza que abordó la obligación que marca Europa, a partir de 2030, de limitar al 10% el depósito de basura en vertederos.

El presidente de la Sociedad Galega do Medio Ambiente (Sogama), Javier Domínguez, recordó que antes de la puesta en marcha de la incineradora, en Galicia había «más de 300 vertederos que quemaban la basura a cielo abierto sin ningún control». Domínguez contó «la anécdota» de que en el 25 aniversario de la inauguración, en 1992, de esta empresa pública (participada en el 49% por Naturgy) uno de los alcaldes fundadores, que era «socialista», decía que «no había pasado nada de lo que los ecologistas vaticinaban que iba a pasar». «También hubo un ecologista que se colgó de la chimenea de Greenpeace», indicó.

Previamente, la gerente del Centro de Tratamiento de Residuos de Andorra, Cristina Rico, explicó que cuando se construyó y se puso en marcha, en 2008, la tercera planta de valorización energética de Andorra «la gente salió a la calle a manifestarse en contra». «El gobierno fue valiente y dijo que no había otra opción», recordó Rico, que confesó que había pertenecido a Greenpeace y un amigo suyo de esta organización ecologista se «colgó de la chimenea». «Le invité a visitar la planta y le expliqué cómo funcionaba y los límites [de emisiones] que teníamos. Al final me dijo que si alguien se lo hubiera explicado antes no habría montado tanto lío. En Andorra no había otra solución», insistió.

No existe la solución perfecta

Por su parte, Armengol Grau, el director del Servicio de Incineración de Residuos Urbanos (Sirusa) de la mancomunidad formada por ocho ayuntamientos de Tarragona, la segunda área metropolitana más grande de Cataluña, destacó que «no existe la solución perfecta», al tiempo que recomendó que haya «cierto consenso» porque «no va a haber unanimidad». Grau comparó la gestión de los residuos con un plan de gestión sanitaria para afirmar que la incineración se correspondería con «la cirugía». «No puede ser la base del modelo de gestión», recalcó.

Al preguntarle Flor Dell’Agnolo, de la plataforma Es hora de soluciones para el vertedero de Ibiza, sobre el caso específico de la isla, Grau destacó que, según su criterio, aplicando «el método científico», no habría que «inventar la sopa de ajo, sino ir a territorios con ratios muy buenas de reutilización». Dicho esto, este experto resaltó que Flandes es «un territorio referente y cuenta con ocho incineradoras». En Dinamarca hay 25 cuando en Cataluña, que «se compara con este país por tener la misma población, cuatro», resaltó.

«No hay una respuesta fácil al problema de Ibiza, pero sí que hay un entorno que conocemos técnicamente al igual que las soluciones que da Europa», señaló, para añadir a renglón seguido: «No tenemos más cultura que un holandés, un danés o un noruego, cuyos países están llenos de plantas incineradoras. El problema no son estas, sino si las utilizamos correctamente. Siempre quedará un residuo de rechazo por mucho que pase por plantas y hay que hacer algo».

José Luis López, también de la plataforma, advirtió de la contradicción que supone la defensa de las políticas de prevención para reducir los residuos que se generan y de las incineradoras, que «necesitan mucha cantidad» de basura para funcionar. «Quizá estamos matando mocas a cañonazos si se tiene que llevar basura de otros sitios para dar de comer a las plantas», subrayó.

En la defensa de las incineradoras, Domínguez dijo que en Europa hay más de 500 plantas (12 en España) y que incluso en Copenhague hay una con una pista de esquí. «Si tan contaminantes fueran, no creo que la gente iría», destacó.

Los tres ponentes destacaron que las emisiones de las tres incineradoras que gestionan están «muy por debajo» de los límites que marca la normativa. «Estamos en un club muy exigente medioambientalmente con hitos temporales de mayor exigencia», dijo Grau en referencia a Europa.

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