Sant Josep | Polémica

¿Quién era Margalida ‘Llogat’?

La sindicalista ibicenca, la única mujer que da nombre a una calle en Sant Josep, pasó siete años en dos prisiones de Mallorca (de 1936 a 1943) acusada de un delito consumado de adhesión a la rebelión

Margalida ‘Llogat’, en el brazo de la silla, con sus vecinas de Dalt Vila.

Margalida ‘Llogat’, en el brazo de la silla, con sus vecinas de Dalt Vila. / archivo familiar

La lucha por los derechos de las trabajadoras de Can Ventosa acabó con su libertad, la estancia en la cárcel le robó la sonrisa y ahora ha estado a punto de perder la calle que, desde 2020, lleva su nombre. Es parte de la historia de Margalida Roig Colomar, Margalida ‘Llogat’, cuyo recuerdo se ha avivado estas semanas por el acuerdo del PP de Sant Josep y Vox para retirarle la calle. Una iniciativa a la que el Ayuntamiento ha dado marcha atrás. 

A Margalida Roig Colomar, Margalida Llogat, (Ibiza, 1908) se le borró la sonrisa de la cara durante su cautiverio. Lo explicaba su hijo Josep Bonet, en marzo de 2011, apenas unas horas antes de que el Ayuntamiento de Sant Josep la nombrara Hija Ilustre del municipio. La primera mujer Hija Ilustre. Nombrada por el mismo ayuntamiento que, hasta hace unas horas, tenía la intención de borrarla de la faz del callejero. Sin ella, Sant Josep no podría patearse en femenino. La cárcel la dejó sin sonrisa y el Consistorio, tras una propuesta de los ultraderechistas de Vox, pretendía dejarla sin calle.

La ibicenca (segunda por la izquierda) en la cárcel y su primer retrato tras salir de prisión. | ARCHIVO FAMILIAR

La ibicenca (segunda por la izquierda) en la cárcel. / Archivo familiar

La incomprensión, no valorar lo que hacía, su lucha por los derechos de las trabajadoras y la igualdad de las mujeres, no es algo nuevo. Trabajadora de la fábrica de calcetines de Can Ventosa e integrante del sindicato Unión Obrera Femenina, organizaba charlas para mujeres en el local sindical, ubicado junto al teatro Pereyra. Muchas veces ella y su mejor amiga, Francisca Clapés, se quedaban solas ya que a las mujeres de la Ibiza de la época no les interesaban sus ideas, demasiado adelantadas para los años 30. «No la entendían», lamentaba su amiga, feliz al ver que, por fin, casi 80 años después del hecho que la condujo a la cárcel de la Misericordia de Mallorca, empezaba a reconocerse la labor de Margalida. «No había otra como ella en aquel tiempo», abundaba su hijo, abriendo el álbum familiar de fotos y recuerdos.

La lengua en el bolsillo y las manos al trabajo

Margalida Llogat comenzó a trabajar en la fábrica a los 15 años. Vivía en Dalt Vila y todos los días quedaba con Francisca en es Portal Nou para ir a trabajar. Ambas comían a la sombra de las higueras que rodeaban los terrenos de Can Ventosa donde, ya desde el principio, Margalida estaba muy pendiente de la seguridad de sus compañeras. Estaba atenta a que las máquinas estuvieran bien y les recordaba que andaran con cuidado para no engancharse la ropa con las correas, recordaba su gran amiga, en cuya cabeza resonaban también las palabras que le dedicó el mecánico: «Le decía que se guardara la lengua en el bolsillo y que pusiera las manos a trabajar».

El calvario de Margalida Llogat comenzó el 13 de julio de 1936. Había convocada una huelga y ella animó a sus compañeras a sumarse a la protesta para reclamar mejoras salariales. 13 de julio del 36, una mala fecha, apenas cinco días antes del alzamiento. La detuvieron a pesar de los esfuerzos de su familia por protegerla. Se marcharon a Can Llogat, en ses Salines, y estaba esperando un carro que la llevara a Cala d’Hort cuando la arrestaron. Los cargos: delito consumado de adhesión a la rebelión. La condena: cadena perpetua y una multa de 4.666,6 pesetas por la que a la familia, incapaz de pagar aquella fortuna, le expropiaron la casa en la que vivían y un terreno en es Prat de ses Monges.

Sin sonrisa

Siete años estuvo encarcelada en Mallorca. Primero en la prisión de la Misericordia y luego en la de Can Sales. Hasta en tres ocasiones fue a verla su madre, sin conseguirlo. La tercera, desesperada, cayó desmayada en las puertas de la prisión. Murió al día siguiente, relataba el hijo de la sindicalista, que recordaba que no le permitieron, siquiera, salir de la prisión para despedirse de su madre, a la que amortajó una mujer de Sant Llorenç antes de que arrojaran su cuerpo «en un agujero del cementerio». Un hecho que la atormentó durante el resto de su vida. Fue en ese momento cuando se le borró la sonrisa, como se puede apreciar en las fotografías de su estancia en prisión.

Margalida ‘Llogat’, la mujer a la que querían arrebatar su calle

Su primer retrato tras salir de prisión. / ARCHIVO FAMILIAR

Un encarcelamiento en el que siguió mostrando su carácter reivindicativo. Junto a otras presas políticas se sumó a una huelga de hambre para exigir que las dejaran llevar su propia ropa para diferenciarse de las presas comunes. Mientras estaba en prisión su amiga Francisca descubrió quién había denunciado a Margalida: una compañera de la fábrica cuyo hermano era policía secreta.

Llogat salió en libertad tras siete años, en el 43. Una libertad relativa. No podía salir de su casa de Dalt Vila, que compartía con su marido, Pep Bonet, del Partido Comunista de Ibiza y que estuvo en el campo de concentración de Formentera, más que para ir a trabajar y para acudir a misa. Margalida Roig Colomar falleció en el 66, cuando sus hijos eran aún pequeños. A ellos, nunca les habló mucho de aquella época de huelgas y cárcel. Lo poco que saben, recordaba su hijo en aquel momento feliz, allá en 2011, de reconocimiento de su madre, es por lo que han ido recopilando después. Y por lo que les contaron quienes conocían a Margalida Roig Colomar, Margalida Llogat, su madre, la mujer a la que han estado a punto de arrebatar su calle.

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