Política

Cuando Ibiza pidió la amnistía

Hace 47 años, apenas un mes después de la muerte de Francisco Franco, los ibicencos comenzaron a movilizarse para exigir al Estado una ley de amnistía: se alcanzó entonces un amplio consenso que abarcó casi todo el espectro político y social

Joan Tur Ramis lee un manifiesto tras entregar al alcalde (en la imagen, a la derecha) 1.200 firmas de ibicencos que pedían la amnistía.

Joan Tur Ramis lee un manifiesto tras entregar al alcalde (en la imagen, a la derecha) 1.200 firmas de ibicencos que pedían la amnistía. / Buil Mayral.

Sólo habían pasado 51 días desde la muerte del dictador Francisco Franco. Suficiente tiempo para que una ola que reivindicaba una amnistía general se expandiera por toda España e incluso llegara a Eivissa. Eso sí, aún era demasiado pronto para que quienes habían gobernado con mano de hierro el país durante 40 años aceptaran un cambio de rumbo sin rechistar (o repartir porrazos). Había que ser muy valiente, pues, para subir aquel 10 de enero de 1976, a las 18 horas, al anochecer, hasta el Ayuntamiento para entregar al entonces alcalde, Juan Cardona Tur, una petición de amnistía firmada por 1.200 pitiusos. Muy, muy valiente, sobre todo porque allí arriba les esperaban varios ‘grises’.

Joan Tur Ramis entrega las 1.200 firmas al alcalde, a la derecha de la imagen, y lee un manifiesto. | BUIL MAYRAL

Joan Tur Ramis entrega las 1.200 firmas al alcalde, a la derecha de la imagen, y lee un manifiesto. | BUIL MAYRAL / José Miguel L. Romero

Al frente de aquella comitiva, la primera demostración pública, callejera y cívica contraria al régimen tras cuatro décadas de dictadura, dio la cara Joan Tur Ramis, restaurador y político desaparecido hace tres lustros: «Subimos hasta el Consistorio en manifestación. Fue la primera vez que sentí miedo desde que me integré en la Mesa Democrática», contó hace 25 años a este redactor. La Mesa Democrática, a la que Tur Ramis se unió en 1972, aglutinaba en Eivissa a la oposición democrática, que trabajaba en la clandestinidad. «Fuimos -explicó- hasta allí un par de centenares. Acordamos que algunos lo harían desde calles adyacentes para no llamar excesivamente la atención. Algunos se fueron en cuanto vieron a la Policía Armada desplegada fuera del Ayuntamiento».

Portada del 11 de enero de 1976. | D.I.

Portada del 11 de enero de 1976. | D.I. / José Miguel L. Romero

No era para menos, pues sabían cómo se las gastaban los ‘grises’: «Unos niños, de unos 10 años, nos insultaron durante el camino. ‘¿Hijos de puta! ¡Comunistas!, ¡Os mataremos!’, nos gritaron. Los envió cierta persona para ponernos nerviosos». Tur no quiso detallar entonces quién fue. Al parecer, algunos manifestantes propusieron dar un par de bofetadas a aquellos críos, pero otros, más templados, los frenaron: «Si perdíamos los nervios, los policías reventarían la manifestación». Aunque Tur hablaba de «un par de centenares», Diario de Ibiza calculó que superaron «en número las trescientas personas». No cabía un alfiler en la plaza de España, según se aprecia en las fotos de la época.

«Unos niños, de unos 10 años, nos insultaron durante el camino. ‘¿Hijos de puta! ¡Comunistas!, ¡Os mataremos!’, nos gritaron. Los envió cierta persona para ponernos nerviosos»

La entrega de las firmas tuvo mucha repercusión. | D.I.

La entrega de las firmas tuvo mucha repercusión. | D.I. / José Miguel L. Romero

El alcalde recibió en su despacho a una representación de los movilizados. Joan Tur le dio las 1.200 firmas y un texto (que pedía que remitiese al Rey, entonces Juan Carlos I) en el que se instaba a que la nueva etapa emprendida tras la muerte del dictador se desarrollara «en un clima de concordia y reconciliación nacional», para lo cual se consideraba necesario borrar «las consecuencias» de la Guerra Civil: «Reafirmamos, a la hora presente, nuestro ferviente deseo de que sin más demora se proceda a la amnistía de todos los presos y exiliados políticos (…) Sería el primer paso para la consecución de las libertades políticas y sindicales y de la devolución al pueblo de su soberanía como única fuente legitimadora del poder». Aquel texto estaba escrito en catalán, lo cual ya suponía una declaración de principios. Además, Tur Ramis instó al alcalde a que solicitara al Gobierno la derogación de cualquier ley que imposibilitara reunirse, asociarse y manifestarse libremente.

Detrás de aquel escrito estaba la Mesa Democrática, que englobaba a socialistas (del PSP, como el propio Tur Ramis, y del PSOE), comunistas, carlistas y hasta democristianos. Es una de las grandes diferencias entre aquella petición de amnistía y la actual: aquella, consecuencia de 40 años de dictadura, fue fruto del consenso de casi todo el espectro político, desde el PSOE a los nacionalistas y a la UCD (sólo Alianza Popular se abstuvo cuando se aprobó la última de las amnistías, en octubre de 1977). Se buscaba pasar página para iniciar una nueva etapa, esta vez democrática. Ahora, en un mero cambalache, la amnistía (y bastante más) es la moneda de cambio para que los independentistas, previo visto bueno del expresidente de la Generalitat prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont, permitan a Pedro Sánchez seguir en La Moncloa. Otra diferencia: aquellos socialistas que impulsaron la movilización social y política tras la muerte de Franco no tenían miedo a pronunciar la palabra amnistía.

Irriguible, Ferrer Llaneras...

También hay una similitud. De aquel borrón y cuenta nueva se beneficiaron cientos de terroristas de ETA con delitos de sangre que, una vez puestos en libertad, se reintegraron en la banda y volvieron a cometer crímenes. De los más de 1.200 etarras amnistiados, la mitad volvieron a sus filas. Por lo que se sabe de las actuales negociaciones, tanto los integrantes de Junts como de ERC han advertido de que, aunque sean amnistiados, ni se arrepentirán públicamente de lo hecho hace seis años ni renuncian a volver a las andandas y proclamar la independencia unilateralmente.

En realidad, la entrega al alcalde de la petición de amnistía no fue la primera demostración pública de que la mayoría de los ibicencos exigían un cambio urgente de sistema. Una de las primeras en alzar la voz, apenas un mes después del fallecimiento de Franco, el 20 de noviembre de 1975, fue la junta directiva del Cine Club Eivissa, a cuyo frente estaban Leopoldo Irriguible, José Ferrer Llaneras (entonces estudiante), Néstor Pellicer… Aprobaron por unanimidad una moción en la que se pedía al Rey que se suprimiera la censura cinematográfica y se concediera una amnistía para «contribuir al restablecimiento de los derechos fundamentales del hombre y a la definitiva reconciliación de todos los españoles».

Una semana más tarde, casi a finales de año, el Institut d’Estudis Eivissencs aprobó otra propuesta a favor de la amnistía, la libertad de expresión y reunión y el reconocimiento de los partidos políticos, aunque en este caso hubo un voto en contra y una abstención.

Moción en el pleno

Aquel 10 de enero de 1976, el alcalde de Eivissa advirtió a Joan Tur Ramis y al resto de la comitiva de que llegaban un poco tarde. Y tenía razón, pues pocos días antes, el 29 de diciembre, el pleno de la corporación aprobó por unanimidad una moción presentada por el teniente de alcalde, Juan Costa Tur, para solicitar al Gobierno una amnistía política, especialmente para presos y exiliados, así como libertad de reunión, expresión y asociación. Aquella petición ya estaba cursada.

Sorprendió aquella moción porque los ediles solían ser próximos al régimen, e incluso el alcalde acostumbraba a formar parte del Movimiento y juraba fidelidad a sus principios. Cosme Vidal Juan no fue primer edil de Vila porque se negó a ese juramento. Es decir, incluso desde la derecha más recalcitrante (o parte de ella) se entendía que aquel paso era preciso para lograr la reconciliación nacional y abrir el país a la democracia.

Por ejemplo, Abel Matutes Juan, que en 1977 se convirtió en el primer senador pitiuso de la democracia por Alianza Popular, recuerda que vivió aquella petición de amnistía con «optimismo y sin crispación»: «Creía entonces que era conveniente. Aquella era una amnistía que, de alguna manera, venía a consagrar el cambio de régimen. La situación actual es muy diferente. Ahora, una amnistía deslegitimaría y se cargaría todo el sistema constitucional. No tiene ahora ninguna justificación. Mientras los indultos perdonan la culpa, con la amnistía no se reconoce esa culpa, de manera que deslegitima la situación previa», explicó ayer el exministro de Asuntos Exteriores en una conversación con este diario. Es decir, ahora, quien admitiría la culpa sería el Estado, no quienes intentaron subvertir el orden constitucional hace seis años.

En la casa del cura

La prensa de la época es fiel reflejo de la rapidez con la que se interiorizó socialmente la necesidad de una amnistía para restañar las heridas heredadas de la Guerra Civil. Las páginas de Es Diari contenían numerosos artículos de opinión, prácticamente todos a favor de la medida, y nadie tenía reparos o se atragantaba o usaba eufemismos al referirse a la amnistía. Por ejemplo, Guillermo Tuells Riquer, que escribió decenas de sesudos (y aburridos) artículos al respecto para invocar siempre la misma idea: «El pasado ya es historia; lo he dicho y repetido frecuentemente. Hay que mirar al futuro (…) Una amnistía amplia y generosa para que pueda servir de verdadero punto de partida para una auténtica y plena reconciliación para todos los españoles». A Tuells, que en 1977 lideró la candidatura de la Unión del Centro Democrático en las primeras elecciones libres desde la República, le habían dado palos tanto unos como otros: los republicanos lo encarcelaron durante la Guerra Civil; al acabar la contienda, los nacionales lo mandaron inmediatamente a prisión.

Los miembros de la Mesa Democrática solían reunirse, entre otros sitios, en la sacristía del cura de Sant Mateu, el carlista Antoni Costa Bonet. Don Toni, al que también gustaba alternar (con buen vino mediante) con los Hanauer o los Holzinger, los judíos alemanes que se refugiaron en Eivissa de la persecución nazi, tuvo ocasión de detallar su postura política en una entrevista que concedió al periodista Mariano Planells en abril de 1976: «Yo estoy en contra de la pena de muerte, y absolutamente a favor de la amnistía para los presos políticos. Los presos por delitos comunes es otra cosa… El perdón siempre quita resquemores». Costa incluso criticó a Isidor Macabich, archivero cuya memoria era prácticamente intocable en esa época: «Yo creo que Macabich alabó demasiado a Franco, y a mí, personalmente, no me han gustado nunca los regímenes de fuerza. [Jaime Luciano] Balmes decía: ‘Malos aquellos que han de sostener sus razones con bayonetas’».

Gatopardismo

Pasados un par de meses, en marzo de 1976, Joan Tur Ramis explicó en una carta a Diario de Ibiza que se temía lo peor, es decir, que todo quedara tal como estaba, que nada cambiara. Puro gatopardismo: «Hay algo que me frena en estos momentos eufóricos de esperanza, el ver que el Gobierno no se ha hecho todavía eco de la petición de la amnistía que le hizo nuestro Ayuntamiento a finales del pasado diciembre, que le hicimos un numeroso grupo de ciudadanos a principios de enero y que le han hecho tantos organismos y tantos miles y miles de ciudadanos en todo el país. No comprendo esto, y menos comprendo que el Sr. ministro del Interior, Sr. [Manuel] Fraga, pudiera decir más o menos en una entrevista televisiva que de esto nada. Porque amnistía significa olvido, y es inherente a todo principio democrático». Meses después, en julio, Ramis volvía a la carga: la petición de amnistía «no ha sido atendida», lamentó transcurrido «medio año» de la entrega de las firmas. «Uno de los problemas que consideramos básico es el de la amnistía de los presos políticos, amnistía de los presos sindicales, es decir, de aquellos hombres cuyo único delito ha consistido en luchar por la libertad de los demás, y también conseguir que los exiliados políticos puedan regresar a su país».

Hasta Diario de Ibiza, en una especie de editorial, tomó partido y, de manera alambicada, apoyó la amnistía al sugerir que había que hacer lo posible para «no dar al traste con el espíritu de amnistía que debe ser, en estos momentos, más que reivindicación propagandística, norma básica de cualquier actuación política sana».

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