Diario de Ibiza

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Trabajadoras de funerarias, kellys, deportistas y bailarinas de la noche de Ibiza reivindican su valía el 8M

Estas mujeres reconocen que tienen que romper determinados estigmas en sus profesiones, aunque aseguran que lo importante es mantenerse unidas para reivindicar la mismas condiciones que los hombres

Naira Hernández, Andrea Rubio y Marla Fernández, trabajadoras de la funeraria Aurens

«Podemos con todo y más, igual que los hombres». Lo dicen las trabajadoras de la funeraria Aurens. De una plantilla de siete personas, cinco son mujeres, «a pesar de que este oficio tradicionalmente suele estar más masculinizado», dice la responsable del servicio, Naira Hernández. De hecho, «casi todos los currículos que nos llegan son de mujeres; no sé si es porque nos gustan más este tipo de trabajos o a qué se debe», añade.

Todos los trabajadores hacen exactamente lo mismo, desde tramitar los servicios funerarios y programar el velatorio y/o funeral, hasta recogidas en el lugar del fallecimiento. También son técnicos de horno crematorio y sepultureros en algunos cementerios de Ibiza. «Somos polivalentes», explica Hernández, que reconoce que lo único que las diferencia de los hombres es la fuerza. «Pero tiene solución porque se entrena», matiza. «Y si una de nosotras no puede hacer una exhumación porque la caja pesa mucho, pedimos ayuda», indica. Y es que asegura que esta ayuda también la puede necesitar un hombre. Por ello, aprovecha el Día de la Mujer para reivindicar esa igualdad que muchos ciudadanos aún no ven.

Hernández sostiene que todo lo relacionado con la muerte, sigue siendo tabú y eso le ha hecho, tanto a ella como a sus compañeras, tener que explicar, en reiteradas ocasiones, por qué ha elegido ese trabajo. «Una vez dentro, trabajando aquí, sí que he tenido que escuchar cosas por ser mujer», lamenta.

Afirmación en la que coincide Marla Fernández, empleada de Aurens. «Antes trabajaban muchos hombres en este sector y cuando nos ven a nosotras, la gente hace comentarios», señala. Por ejemplo, «en alguna recogida se nos han quedado mirando a mi compañera y a mi como si no fuésemos a poder hacerlo solas». Y claro que pueden. «Yo entré a trabajar apenas sin fuerza, me costaba muchísimo hacer una exhumación, y ahora no hay color; es brutal el cambio», puntualiza otra empleada del servicio, Andrea Rubio. Sin ir más lejos, ella junto a una de sus compañeras han tenido que realizar una recogida en un 4ª piso sin ascensor «y no ha habido ningún problema a pesar de que la persona pesara 90 kilos y todo lo que ello supone».

Las tres aseguran que trabajar en equipos mixtos siempre suma porque «cada uno aportamos unas cosas diferentes y eso nos hace estar aprendiendo todo el rato». Más aún en situaciones tan complicadas como las que les toca vivir. «Duele mucho ver el sufrimiento de la familia, sobre todo cuando han perdido a un ser querido por causas no naturales». Pero todo vale la pena cuando «recibes el reconocimiento de las familias», dicen, «ahí no hay diferencias entre hombres y mujeres, ni importa quién tiene más o menos fuerza».

Bailarina de noche

La pandemia ha supuesto un antes y un después para Jessica Vallina. De trabajar siempre de bailarina de temporada a recuperar la formación que cursó de joven. «Trabajaba mucho en verano y luego me dedicaba a viajar por todo el mundo en invierno, pero con el covid me cambió la vida», señala.

Jessica Vallina, bailarina y entrenadora personal. | VICENT MARÍ

A raíz de que el ocio nocturno cerrara sus puertas, Vallina empezó a dar clases en un gimnasio como entrenadora personal. Ahora que parece que la normalidad permitirá recuperar la vida nocturna, su idea es compaginar ambos trabajos. «En el mundo de la noche en Ibiza, por suerte, la gente tiene la mente muy abierta y no he sentido diferencias por ser mujer en mis trabajos. Además, también hay chicos que bailan, así que entre nosotros está todo bastante igualado», reitera.

La diferencia está en cómo tratan los clientes a unos y a otros. Aunque no sea por norma general, Vallina lamenta que, a día de hoy y en pleno siglo XXI, «siga habiendo hombres que se piensan que somos objetos». Reitera que está a la orden del día, aunque no habla de que les traten mal. «Ellos quieren que estemos en los reservados para aparentar», como si fueran marionetas. «Ha pasado siempre y dudo que esto vaya a cambiar», añade.

Aún así, está deseando reencontrarse con la que ha sido su vida durante tantos años; vestirse, calzarse los tacones y bailar en algunas de las grandes discotecas de la isla. «En este 8M solo pido que nos queramos a nosotras mismas y nos valoremos. Que no pensemos que lo más importante que tenemos es ser guapas o tener buen cuerpo, porque eso se acaba. Tenemos que cultivarnos por dentro», asevera. Y es que es de las que piensan que primero hay que quererse a una misma para que después te quiera el resto.

Camarera de pisos

También Raquel Checa quiere aprovechar el 8M para reivindicar igualdad. Esta ibicenca lleva 20 años trabajando como camarera de pisos de temporada. «El 90% somos mujeres, es una de las luchas más grandes de mujer trabajadora que hay a día de hoy», dice. «Somos la viva imagen de que por la mujer no se hace nada», lamenta. Se refiere a las jornadas maratonianas a las que se enfrentan en sus turnos de trabajo. «Parecía que nos escuchaban, pero a la vista está que en la reforma laboral, una vez más, nos han dejado fuera».

Raquel Checa, camarera de pisos en Eivissa. | R.C.

Checa considera que, si en este trabajo hubiera más hombres, «las cosas cambiarían a mejor». Y hace una comparativa con el sector de la construcción. «Al igual que a nosotras, les piden que se jubilen a los 67 y ninguno damos más de sí, pero a ellos les mandan más horas y se las pagan, nosotras tenemos que acabar con todo lo que nos toca».

Por ello, pide «más unión entre nosotras para salir reforzadas. Tenemos que luchar juntas para que nos escuchen».

Deportista

Una década dedicada al deporte profesional es lo que ha estado la exjugadora de balonmano, Ana Ferrer. Diez años en los que el deporte le ha inculcado una actitud y unos valores que la han definido como persona, pero durante los cuales también ha visto desigualdades. Eso sí, «siempre en el aspecto económico», recalca.

Pero esto es una rueda. «No tiene nada que ver tener que compaginar estudios, trabajo y un deporte a nivel profesional con poder dedicarte por completo a ello, ya que tu salario se corresponde con el trabajo y sacrificio que estás haciendo», pero no se materializa de la misma manera en hombres que en mujeres.

Ana Ferrer, exdeportista profesional. | A. F.

«A nivel de apoyo estamos a años luz y, también, de reconocimiento de logros», explica Ferrer, que incide especialmente en la brecha salarial que hay entre ambos. «Este aspecto es fundamental cuando eres profesional de un deporte, ya que es la llave para todo: posibilidad de cuidar de ti con los mejores medios y prepararte las 24 horas del día para rendir lo mejor posible o compaginarlo con otro trabajo, estudios y circunstancias complicadas para que el día de mañana tengas de dónde comer», explica. Ahí está la diferencia. «Haciendo la misma disciplina, por lo general, las oportunidades en este sentido son incomparables», lamenta.

Ella es de las que piensa que contar con mujeres permite desmontar estereotipos sexistas, además de animar al resto a creer en sí mismas y potencias su autoestima. Es fundamental, insiste, en promover que las mujeres puedan ocupar puestos de responsabilidad y liderazgo en ámbitos deportivos.

El mundo del deporte es un campo masculinizado. «Obviamente no se podrá cambiar de un día para otro, pero sin duda hay que empezar desde abajo, desde la educación de los niños, y luego desde organizaciones o fundaciones locales», apunta la deportista. «Necesitamos más entrenadoras, árbitras, comentaristas en los programas de deporte… Necesitamos más visibilidad en los medios, así como crear más referentes mujeres, que en este país tenemos un nivel espectacular», subraya.

Actualmente, Ferrer es entrenadora personal y no siente que tenga menos oportunidades por el hecho de ser mujer, a diferencia de lo que podía pasar hace varios años. Se han dado pasos en positivo, a diferencia de en la conciliación familiar. «Aquí no hemos avanzado demasiado. Es realmente complicado compaginar el emprendimiento con la maternidad», cuenta mientras su pequeña, de solo tres años, hace algún ruidito por detrás.

Ahora se ha especializado en el entrenamiento en la mujer, en los periodos de embarazo y posparto porque «es donde más se normalizan situaciones que nos restan muchísima calidad de vida y me parece muy injusto», dice. Ferrer, que admira a todas las mujeres porque «disfruta aprendiendo de ellas», tiene como objetivo que «se valoren tanto como se merecen porque alucino con lo poco conscientes que son de lo que valen».

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