La voluntaria de Manos Unidas Lucía Buzón ya tiene previsto volver a Bolivia en cuanto pueda para colaborar durante dos meses en algunas de las actividades de ayuda humanitaria que allí lleva a cabo la ONG cristiana. Estuvo en el país andino del 1 al 12 de octubre, junto a representantes de otras cuatro delegaciones del resto de España, para visitar y conocer de primera mano el trabajo que desarrollan los cooperantes bolivianos en cinco proyectos financiados por esta entidad. «Necesitaba ponerle rostro al dolor», recuerda.

«Esta organización tiene mucha transparencia e invierte dinero en educación y desarrollo para que ellos tengan las herramientas con las que ser autosuficientes y alcancen una vida digna», destaca Buzón en la sede de Manos Unidas en Ibiza. En Bolivia visitó, sobre todo, proyectos de ayuda a las comunidades campesinas indígenas y de asistencia a las mujeres.

«Viven en una sociedad patriarcal, donde se dan muchas violaciones y abusos, y se encuentran anuladas pese a que son las que más trabajan en el campo y mantienen la economía de la familia», señala la cooperante. También se ha encontrado con comunidades indígenas que han vivido «durante muchos años como esclavos y ahora levantan la voz para luchar por lo suyo». «Se está trabajando mucho en el empoderamiento de las personas, para crear líderes que puedan llevar la voz de sus comunidades», destaca Buzón.

Grandes extensiones despobladas

En Bolivia se encontró con un país con grandes extensiones despobladas, porque los campesinos están abandonando el campo, ya que no cuentan con agua o suficientes recursos, para trasladarse a los extrarradios masificados de las ciudades. «Se ayuda a que cuenten con canalizaciones de agua y puedan tener mayor productividad en las plantaciones», subraya.

La voluntaria relata casos como el de Rosa, una campesina que desconocía el agua corriente y que, desde pequeña, debía recorrer una gran distancia para transportarla en cubos. «Ahora tiene grifo y una vida más digna manteniendo el legado de su familia en las tierras donde vivían». También el de Gabriela, una joven que fue violada por varios hombres y que, gracias a la asesoría de Manos Unidas, ahora «puede descansar al ver que están cumpliendo condena».