Lo de Pau Capilla Guasch (Ibiza, 1989) es pura vocación. El primer neurocirujano ibicenco de la historia ya tenía claro siendo un niño lo que quería ser de mayor y no era ni bombero, ni futbolista. Ha trabajado duro para conseguir su meta y lo ha hecho de forma sobresaliente. El pasado mes de mayo terminó su residencia en el Hospital Clínic Universitari de València y dos días después este mismo centro se ponía en contacto con él para ofrecerle un «muy buen contrato». Está trabajando allí desde entonces como neurocirujano. Capilla se siente «un afortunado» por dedicarse a lo que le apasiona y por hacerlo, además, en el lugar que quería, porque «es complicado conseguir una plaza en el hospital donde se ha hecho la residencia».

Su abuela, con la que siempre tuvo una conexión especial, fue la principal motivación de este joven vilero para dedicarse a la neurocirugía, «una especialidad que en España solo tiene aproximadamente 70 años». «La intervinieron del corazón cuando tenía yo once años. Ahí ya quería ser médico y, en concreto, me llamaba la atención la cirugía, porque quería saber lo que le habían hecho a mi abuela. Más tarde le diagnosticaron un tumor cerebral. La operaron en Can Vilàs (Policlínica Nuestra Señora del Rosario) dos neurocirujanos que venían del Hospital La Paz de Madrid, Bencosme y Alberto Castro. Me dejaron entrar en la UCI a verla y se portaron muy bien conmigo. Tenía 13 o 14 años y entonces ya dije: quiero ser neurocirujano», explica.

Una carrera de fondo

Capilla todavía mantiene contacto con Castro, que antes de empezar en la universidad le «dejó entrar a una cirugía» para que pudiera ver si realmente aquello le podría gustar. También está muy agradecido con el respaldo que recibió de sus profesores del instituto Sa Colomina y de los ánimos que le dio un primo de su madre oftalmólogo.

En 2007 comenzó la carrera de Medicina en la Universitat de Barcelona. Estuvo allí seis años. En 2014 se preparó para el examen MIR (Médico Interno Residente). Salieron solo 17 plazas en toda España y él se hizo con una de ellas, además en el sitio que quería, el Hospital Clínic Universitari de València. Le interesaba este destino especialmente porque «tiene el único laboratorio de microcirugía de España» y porque lleva a cabo cursos con neurocirujanos de relevancia internacional. En uno de ellos conoció a toda una eminencia en la materia, «el más importante neurocirujano a nivel histórico», el brasileño Evandro de Oliveira.

Con el Messi de la neurocirugía

«Gracias a mi jefe durante la residencia, José Manuel González Darder, muy conocido en neurocirugía vascular, y a Quilis Quesada, que es como mi hermano mayor neurocirujano, se me abrieron las puertas para realizar una estancia en Brasil, en el hospital de la Beneficiencia Portuguesa de São Paulo», detalla. Fue allí donde tuvo la oportunidad de operar con de Oliveria, que ya tiene más de 70 años. Fue para él una experiencia única. «Es como ver a Messi en acción. Es un mago», dice con admiración.

Durante su residencia, el ibicenco tuvo también la oportunidad de formarse unos meses en Estados Unidos, en el Arkansas Neuroscience Institute, con « Ali Krisht, el número uno mundial del seno cavernoso (una región anatómica del cerebro)», añade.

El hospital, un segundo hogar

Para Capilla lo más importante en la vida y en el trabajo es «rodearse de gente con la que uno se sienta cómodo y a gusto». En los últimos años el hospital ha sido su casa. «Me paso allí todo el día, pero no me quejo, los jefes, incluso, me tienen que echar a veces», comenta con una sonrisa.

Su especialidad, la neurocirugía, es una ciencia médica que estudia las enfermedades que afectan al sistema nervioso central y periférico que requieren o pueden requerir un tratamiento quirúrgico. A Capilla lo que más le gusta de esta disciplina es «la patología tumoral y la neurocirugía vascular», que, apunta, «es un reto porque es como invadir una fortaleza. Tienes que tener claro por dónde puedes acceder y por dónde no».

Asegura que para su profesión, entre otras cosas, es necesario «estar físicamente en forma», porque una operación se puede prolongar hasta diez horas. Esa es la razón, dice, de que le guste el deporte. También se requiere una gran destreza manual, cualidad que entrena en el laboratorio de microcirugía. Además, hay que «estar puesto en informática ya que la neurocirugía es una de las especialidades que requiere de más desarrollo tecnológico». Comenta que en quirófano trabajan con «sistemas de neuronavegación y tienen monitores 3D».

De su experiencia en varios centros sanitarios españoles concluye que «una de las patas cojas de la Sanidad actual es el hecho de que los hospitales no puedan escoger a su personal, al estar sujetos al sistema de bolsa de trabajo». También tiene claro otra cosa: «Si tienes algo grave donde debes ir es a la Sanidad Pública, que a día de hoy en España es la que mejor garantías de éxito ofrece».