Los ciudadanos de la Marina consideraban a los campesinos unos salvajes y unos bárbaros y del mismo modo, los habitantes de la ciudad alta se consideraban superiores a los del barrio marinero (('Ibiza y Formentera: el legado histórico'. Paul R. Davis).

En la abigarrada ciudad medieval que reconquistaron los cristianos en el siglo XIII, el barrio de la Marina se propagó como el rellano al final de una escalera. Por el este acabaría floreciendo sa Penya, elevándose un escalón, con la calle de la Virgen como frontera, para luego encaramarse por los riscos hasta el pie del baluarte de Santa Llúcia. Al sur, la muralla, infranqueable límite entre la urbe de los privilegiados y el arrabal de los miserables. Al oeste, los campos ausentes, donde hoy se asienta el ensanche de la ciudad. Y al norte, el puerto, mera orilla entonces, donde se apostaban los astilleros y remendaban sus redes los pescadores.

Aunque hoy no los diferenciamos, existen dos núcleos claramente distintos en la Marina. El primitivo barrio nació en torno al siglo XIV, cuando los carpinteros de ribera, los calafates y otros artesanos de los astilleros, junto con los marineros y sus familias, decidieron establecerse fuera de las murallas, más cerca del enclave donde desempeñaban su oficio. El barrio, a pesar de situarse en territorio llano y abierto, creció casi con el mismo caos laberíntico de plazas y correderas serpenteantes que en Dalt Vila. En 1410 el gremio de los marineros erigió la iglesia de Sant Elm, la más saqueada de la historia pitiusa, y múltiples casas fueron arremolinándose en torno a ella y la orilla del puerto.

Turcos y esclavos

Con el paso de los siglos, nuevas travesías fueron conformándose hasta el muro de s'Estacada, que discurría en perpendicular al mar desde las murallas, más o menos por donde hoy transcurre el Carrer de Guillem de Montgrí. Componía la exigua defensa que supuestamente debía proteger a los vecinos marineros frente a las incursiones piratas. Los corsarios turcos, sin embargo, encontraban todas las facilidades para arrasar el barrio extramuros y tomar prisioneros, que luego vendían como esclavos en otros puertos mediterráneos.

De esta inseguridad abrumadora, en contraste con la protección que la fortaleza proporcionaba a los ibicencos más ricos, nació la extrema rivalidad que durante siglos confrontó ambos distritos. Hasta tal extremo llegó que los residentes de la Marina se referían a los de Dalt Vila con el término peyorativo de mossons -algo así como petulantes de clase alta-, mientras que los del arrabal fueron bautizados como banyaculs -baña culos-.

En el siglo XVIII, los vecinos de la Marina ya duplicaban a los ciudadanos que vivían en el interior de las murallas y hasta se llegó a decretar que en sus casas únicamente pudieran residir las gentes de la mar y sus familias, cerrándolas a los emigrantes de los campos del interior de la isla. A mediados del XIX, por fin se permitió que el arrabal creciera por el oeste, creándose la nueva barriada de es Poble Nou, desde donde se asentaba la vieja estacada hasta la actual calle del Compte de Roselló y el paseo de Vara de Rey. Fue la primera zona de Ibiza capital que se urbanizó a la manera moderna, conformando una cuadrícula ordenada.

Qué paradójico resulta que un barrio tan popular y rebosante de vida, con una multitud de ibicencos de los pueblos esperando su oportunidad para establecerse en él, aguarde hoy cada vez más desangelado, inmerso en un proceso de degradación y progresivo vaciado, que se inició hace un par de décadas. La Marina en invierno se vuelve fantasmagórica y, aunque se llena en verano, parece atraer solo a gente que va y viene. Cabría repensar cómo volver a insuflarle vida.

Agua en la Plaça de sa Font

En tiempos de la Ilustración, a finales del siglo XVIII, el agua llegó al barrio de la Marina. La Plaça de sa Font lleva ese nombre porque a ella acudían los vecinos a aprovisionarse. Ya en el siglo XIX surgieron otras mejoras, como la construcción de es Mercat Vell y sa Peixateria, que evitaba a la gente de la Marina tener que subir a la Plaça de Vila, dentro de las murallas, a aprovisionarse. La creación del puerto y el consiguiente establecimiento de navieras y empresas en los muelles, acabó de impulsar el barrio.

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza.