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Negocios

Adiós al bar Sa Plaça tras 40 años en el Mercat Nou

Decenas de clientes se toman el último café en el bar Sa Plaça, que ayer echó el cierre tras permanecer abierto cuatro décadas

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Cierra tras 40 años el bar Sa Plaça de Ibiza

Tachen de la lista otro negocio emblemático, con 40 años de solera, de esos que crean barrio, en los que confluye todo el vecindario porque, no se sabe si por las exquisiteces que sirven o por el carisma de sus propietarios, son un foco de atracción de clientes. El bar Sa Plaça, inaugurado en mayo de 1978, acabó ayer su andadura en el Mercat Nou con una barra libre desde las ocho de la mañana hasta que cerró, definitivamente, a primeras horas de la tarde. Vicent Ribas, de 76 años y su fundador, no quiso perderse este último día, cargado de emociones, despedidas, lágrimas, brindis y sorpresas.

En 1978, Ribas decidió dejar el bar Ses Botes, que había abierto con un compañero unos años antes, y pasarse al Mercat Nou por una razón muy sencilla pero muy humana: por comodidad. Un bar es muy esclavo, requiere estar al pie del cañón todo el día, del amanecer hasta la noche, pero aquel local del mercado, que abría sus puertas hace cuatro décadas, le permitía algo inimaginable para ese tipo de negocio: descansar por la tarde. Tener la tarde libre, «no hacer nada, estar tranquilo», poder disponer de todo el domingo, supuso para él «un alivio muy grande». Aun así, la paliza diaria estaba garantizada: abría a las 5.30 horas para servir los primeros desayunos a los comerciantes del mercado, y echaba el cerrojo a las 16.30 horas.

Más que un bar, una institución

«Estar al frente del bar me ha servido para saber tratar con la gente», cuenta Ribas, que con 16 años, en 1959, empezó a trabajar en el hotel Ebeso de ses Figueretes, donde estuvo casi una década, para pasar luego otros seis años en los hoteles Tres Carabelas y Goleta.

Decenas de personas quisieron despedirse ayer de él y de su hijo, Alejandro, que heredó el negocio, toda «una institución» en el barrio, según Vicent: «Si nos hubiéramos portado mal, no vendrían tantos a decirnos adiós», comentaba Ribas, que no paraba de saludar efusivamente a todos y cada uno de los clientes.

No faltaron a la última cita dos de sus grupos de amigos, para los que Sa Plaça era su centro de reunión habitual. Con uno de ellos desayunaba a diario, pues Ribas seguía pasando por allí cada mañana pese a haberse jubilado. Con el otro grupo comía todos los sábados: cada semana escogían el mejor género del mercado (pescado, marisco o carne) y lo preparaban a la plancha, aunque también caían algunos arroces y guisos. Uno de ellos pagaba la cuenta cada sábado. Aunque la última comilona fue el 18 de agosto, sus ocho integrantes quisieron que esas pantagruélicas jornadas sabatinas no quedaran en el olvido, por lo que ayer regalaron a Vicent Ribas una placa conmemorativa: «Por los 40 años de amistad, confraternidad y gastronomía. A ti y a tu familia en nombre de los que estamos y de los que nos precedieron». Firmado, la Colla des Mercat Nou. Se la entregó Jorge Alonso, exgerente de Fomento de Turismo, un asiduo comensal.

Tapas al instante

La placa cita a los que les precedieron porque ya no estaban todos los que iniciaron esa costumbre culinaria hace años. De hecho, sólo seguía Vicent: «Tres de los fundadores han muerto. De los viejos sólo quedo yo», recordaba ayer.

Sa Plaça era uno de esos antiguos bares de larguísima barra de acero inoxidable, de esas en las que, quién sabe por qué, las cañas parecen más frescas y las tapas saben mejor. Y son esas tapas, según Ribas y su mujer, Dolores Torres, cofundadora, el secreto del éxito del local. Estaban «hechas con ingredientes de primera calidad del propio mercado y cocinadas en el momento; nada de calentarlas al microondas. Las sepias, las gambas al ajillo, los champiñones, todo estaba preparado al instante. Y eso lo apreciaban todos».

Cada día renovaban esas tapas: «Nunca ofrecíamos lo mismo dos días seguidos», aseguraba ayer Torres. Eran típicamente «ibicencas». Sus frites. De rechupete, cuentan: «Incluso había dos formenterenses que, cada vez que tenían mono de los riñones que preparábamos, venían a vernos desde esa isla».

Hasta Zinedine Zidane sucumbió a Sa Plaça. Un día compró una buena pieza en la pescadería y, tras pedir permiso al dueño, se la prepararon en el bar. Sentada en sus mesas, la familia del laureado exentrenador del Real Madrid se puso las botas. Lo preparó Alejandro, que, según su padre, «cocina a la plancha de puta madre».

Amigos, no clientes

«No son clientes, son amigos. Nos dicen que cuando cerremos les faltará algo en sus vidas. Algunos se van llorando de aquí», explicaba Alejandro Ribas. No faltó ayer ninguno al cierre del bar. Para acabar con todo el género, Alejandro planteó una jornada de barra libre, desde cafés a copas, sus famosas hierbas artesanales y cocas de diferentes sabores: «No queremos que quede nada, hoy hay que acabarlo todo». Pero se llevarán de allí, seguro, tanto la bufanda de la semifinal de la Europa League entre el Valencia y el Atlético de Madrid en abril de 2012 como la del encuentro entre el Real Madrid contra los colchoneros del año 2014 que colgaban en la pared.

Alejandro ha trabajado en el bar 30 de los 40 años que ha estado abierto. Pero de crío (se inauguró cuando él tenía 8 años) aquel local, situado entre la frutería Juanito y la charcutería Rami, se convertía cada tarde en su «patio de recreo», tras salir del colegio, así como cada mañana de los sábados. Ahora, tras ser el único negocio del Mercat Nou que cambia de manos tras el concurso abierto para explotar las paradas, descansará: «Al menos hasta finales de año. Luego es posible que comience otro proyecto».

De todos estos años tras la barra, Alejandro Ribas dice que ha aprendido el valor «de las pequeñas cosas»: «Las administraciones se gastan mucho dinero en promoción para atraer turistas, pero muchos venían a vernos al bar por algo tan sencillo como la amistad». Y por la frita de porc, por supuesto.

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