La inesperada muerte de Mariano Llobet Román ha hecho aflorar la admiración y el cariñoso respeto que se le profesaba en Ibiza, aunque ya llevara años alejado del protagonismo que tuvo en una época crucial de nuestra isla. Personas que le trataron estrechamente, que trabajaron con él o que simplemente compartieron sus inquietudes intelectuales han dado sobrados testimonios en estas mismas páginas de su personalidad y su talante. Hombre de extraordinaria erudición, buen orador y temible polemista, generoso, afable, cosmopolita, de mente abierta y actitudes alejadas siempre del sectarismo, poseía además un gran sentido del humor del que hacía gala constantemente, hasta en los trances personales más duros. Actor principal en muchos de los acontecimientos y transformaciones que se produjeron en las Pitiusas en la segunda mitad del siglo XX, su profundo conocimiento de la Administración le llevó a ser el consejero discreto que inspiró muchas iniciativas y reivindicaciones políticas que abanderaron otros. Y por si fuera poco, la proyección global que tiene hoy la imagen de Ibiza y el éxito de la marca Ibiza se deben en buena parte al impulso original que él -junto a otros emprendedores pioneros- dio desde el Fomento del Turismo, la entidad que, cuando era más necesario, convirtió también en plataforma de denuncia del abandono que sufrían las Pitiusas y de reivindicación de sus múltiples necesidades.

Su valiosa contribución a mejorar tantos ámbitos de la vida insular le hicieron acreedor en vida a un reconocimiento oficial que no tuvo y que las instituciones ibicencas le deben ahora a título póstumo.