Como cierto galerista palmesano no tenía ni idea de quién podría ser ese tal Hcsaugrut, llamó a Toni Torres, ibicenco de origen, funcionario del Consistorio de esa ciudad y capaz de adivinar la procedencia de un cuadro pitiuso con solo ver sus pinceladas, para que desvelara quién estaba detrás de esa pintura. En ese caso, Torres lo tuvo fácil: «Fue ver la firma y me entró la risa. Lee el nombre al revés, le dije. Ahí está la solución», contaba ayer Torres en Es Polvorí mientras colgaba los cuadros de la exposición de ´Vicent Tur Guasch, Fornàs: memòria i llegat´, de la que es comisario junto a la archivera Fanny Tur.

La muestra es tan peculiar como Fornàs (1919-1994) y está llena de travesuras como la del pseudónimo que empleó, sobre todo, en los años 50 y 60 para firmar sus óleos y acuarelas. Una treintena de cuadros facilitados por las familias Riereta, Mestre, Fornàs y Pujolet, entre otras, cuelgan de Es Polvorí. Pero hay decenas más repartidos por las casas payesas de Ibiza. Porque además de muy prolífico, era generoso y los solía regalar, aunque algunos se consiguieron en subastas, según apunta Toni Torres. Sus obras, de las que en la exposición hay varias de su colección de iglesias pitiusas, tenían varias curiosidades. Por ejemplo, que en cada casa retratada suele colgar algo de ropa roja. Otra es que apenas aparecen personas (todas ellas payeses ataviados a la usanza) en ellos (solo en un caso hay una muchedumbre, un cuadro que plasma una procesión en Sant Llorenç), y cuando las hay dan la espalda al espectador.

Pero en esta singular aunque fascinante muestra hay además sitio para descubrir la personalidad de Fornàs a través de su legado, ordenado y pulcro, que llegó a manos del Arxiu Històric d´Ibiza a través de Manolita Mestre, sobrina de Vicent Tur, que entregó 162 casetes (que ahora digitaliza el Consistorio) con grabaciones de canciones, glosas y temas picantes tradicionales. El propio Fornàs pintaba con pluma (a veces con acuarelas de colores) o confeccionaba con recortes de fotos (un burro ilustra una de canciones picantes) las carátulas. Su contenido es «de un valor incalculable», según Fanny Tur, ya que Vicent Tur, en compañía de su mujer, Manuela Riera, recogió en esas cintas las voces de cantadors y cantadores históricos que ya han pasado a mejor vida. El único problema es que los Xacoters de Balàfia, como la pareja se hacía llamar, no tuvo la ocurrencia de apuntar quiénes eran los autores de esa memoria hablaba y cantada que en ocasiones grabaron en ´La Cabaña´, una caseta adosada a su vivienda de Balàfia.

Fotos, leyendas, dibujos

Manolita Mestre también entregó al Arxiu Històric otro valioso legado de su tío: un centenar de carpetas de anillas en las que Vicent Tur fue mecanografiando pulcramente versos, leyendas, glosas y canciones de la Ibiza rural, así como la toponimia de la isla, especialmente de Balàfia, su lugar de nacimiento, aunque vivía en el paseo de Vara de Rey de Vila. Teniente coronel de Infantería en su retiro y coleccionista (también de sellos) y pintor como afición, ilustró algunas de esas cuartillas con sus gráciles dibujos a pluma o con fotografías que él mismo captaba. Algunas de estas últimas tienen gran valor histórico, como las que reveló de la iglesia de Sant Elm tras su destrucción en la Guerra Civil, un cúmulo de escombros sobre los que pasea un enjuto cura con sotana.

Se exponen además diversas páginas de Diario de Ibiza en las que desde los años 70 aparecieron sus colaboraciones. Desde el 6 de enero de 1980 tuvo una sección fija, ´Histories d´Ibiza´, primero, y ´Un altre Toniet´, desde abril de ese mismo año. Y al fondo de Es Polvorí cuelgan un par de fotos facilitadas por Jaume Fornàs, su sobrino. En la esquina izquierda de ambas destaca un joven Vicent Tur retratado junto a su familia en una estancia de su hogar de Balàfia. Con cara de pillo en una y simulando que fuma una pipa en otra, de espaldas a sus tres hermanas y quién sabe si tramando ya su futuro palíndromo.