Eivissa | José Manuel Piña

Carloandrés sumerge al público en un ambiente otoñal y clásico de violines, fondos grana, manzanas, membrillos, uvas, sandías y calas ibicencas en la exposición que ayer inauguró en el Club Diario de Ibiza. Todas sus obras rezuman una calidez y un amor por el trabajo bien terminado, así como una armonía dulce y común a pesar de su diferencia. La nueva muestra del veterano artista gallego, que lleva cincuenta años residiendo en Eivissa, transmite un aire romántico y casi decimonónico que une entre sí todos los cuadros con un tempo y un ritmo de vals francés interpretado por una voz desgarrada y vinosa, acompañada por un viejo acordeón. Pero de repente, surge la sorpresa: entre tanto clasicismo bien trasladado al presente y tanta nostalgia aparente, aparece un cuadro que rompe todo el conjunto, mejorándolo y creando la sorpresa en el espectador. Esta obra, de pequeño tamaño, refleja simplemente una bolsa arrugada del popular esmalte sintético Titanlux.

«Es un capricho», justifica el artista, ruborizado, ante la expectación que despierta este cuadro, que a algunos asistentes a la inauguración les recordó el estilo de Antonio López. «Yo pintaba mucho antes que Antonio López. Soy mayor que él», bromeaba con quienes destacaban esa faceta suya, hasta ahora inédita para sus seguidores. «Carloandrés es un maestro del realismo», asegura su colega y amigo Rafel Tur Costa, que asistió al acto acompañado de Anneliese Witt, su esposa y también artista. La exposición mereció también el comentario elogioso de otro colega -los más duros de los críticos-, Antoni Prats Calbet. «Muy bien, muy bien», iba asintiendo mientras recorría la muestra. «Me gusta mucho porque es una exposición muy variada. Algunas parecen excesivamente unitarias», aplaudió.

Todos los cuadros de la exposición, titulada `La luz sobre las cosas´, tienen su propio título, tan romántico como sus contenidos: `Florero en amarillos´, `Recordando a Petr Vodkin´, `Naturaleza con sifón´, `Después de la fiesta´ y `Después del concierto´, entre otros. Pero quizá, el que más comentarios suscitó en el público fue `El hombre del violín´, un autorretrato de Carloandrés, que más que a sí mismo, parece haber pintado a su alter ego, como un marino bohemio con un violín en una mano y fumando en pipa. «Me he pintado como me gustaría ser», bromea también con su cuñado, que contemplaba ayer el cuadro admirativamente. El suyo y el del hermano Luis -`Fray Luis´- son los únicos retratos de la muestra.