Naturaleza de Ibiza

Las 798 lagartijas de Ibiza del Museo de Ciencias Naturales

El esqueleto de un rorcual común de 21 metros de longitud, un elefante africano, los restos óseos de un ‘Megatherium americanum’, meteoritos… El Museo de Ciencias Naturales de Madrid alberga objetos asombrosos y, en algunos casos, de tamaño colosal, pero también algunas de las pequeñas joyas del reino animal pitiuso. Allí se conservan 1.044 anfibios y reptiles de Ibiza, como un centenar de ‘calàpets’, 33 ‘dragons’ y casi 800 ejemplares de la lagartija pitiusa, la mayoría pertenecientes a la colección que el zoólogo Alfredo Salvador capturó hace casi medio siglo.

Tres lagartijas que fortman parte de la colección de Alfredo Salvador.

Tres lagartijas que fortman parte de la colección de Alfredo Salvador. / J.M.L.R.

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

En el corazón de Madrid, entre Vitruvio y el paseo de la Castellana, hay un espacio reservado desde hace décadas a uno de los iconos de las Pitiusas: sus lagartijas. Entre esas dos conocidas calles madrileñas se encuentra el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, un vistoso edificio con estructura de ladrillo y de hierro y dotado de columnas de fundición, pisos de viguetas metálicas y armaduras de cubierta con sistema Polonceau que se comenzó a construir en 1882 como Palacio de las Artes y la Industria y que entre 1909 y 1910 fue adaptado para su actual función. En su sótano, justo en la antesala del decimonónico Real Gabinete y tras una compuerta metálica sobre la que cuelgan dos cocodrilos disecados (uno enorme), se encuentra la cueva del tesoro ibicenco: allí hay 798 Podarcis pityusensis de todos los rincones ibicencos introducidas en 79 frascos herméticos rellenos con alcohol para su conservación. De ellas, la práctica totalidad, 749, corresponde a la colección que hace casi medio siglo recopiló el herpetólogo Alfredo Salvador Milla (Madrid, 1950), cuyos trabajos «sustentan la base de la herpetología moderna española», tal como se indica en la Enciclopèdia de Ibiza i Formentera. Salvador fue, tras las investigaciones realizadas por Eduard Boscà casi un siglo antes, el primer científico que elaboró una guía herpetológica ibérica, en la que figuran los reptiles y anfibios de nuestras islas.

La colección de Salvador

En la planta principal del museo, nada más entrar, los visitantes se topan con dos colosos: el esqueleto completo de un rorcual común de 21 metros de longitud que cuelga del techo del edificio, y un enorme elefante africano naturalizado. Pero un piso más abajo, ocultas a la vista y sometidas a un control estricto de temperatura y de humedad (en esos momentos hay en el recinto 21,2 grados centígrados y una humedad del 38%), a oscuras, se encuentran las diminutas Podarcis pityusensis. Marta Calvo Revuelta, conservadora de la colección de herpetología del Museo de Ciencias Naturales, y Alberto Sánchez, también conservador, abren la pesada puerta tras la que, en las baldas de los armarios compactos, hay cientos de tarros que contienen reptiles de toda España, incluso de las antiguas colonias, ordenados taxonómicamente por familias, género y especie. Es la sala de la Unidad Zoológica Aplicada (UZA). De todos esos recipientes, 79 corresponden a las 749 lagartijas pitiusas recolectadas por Salvador entre 1977 y 1978. Calvo gira una manivela para desplazar el pesado armario asignado a los lacértidos y permitir el acceso a sus estantes. Luego, tras subir a una escalera portátil, escudriña en las baldas superiores, en cuyo frontal hay varias etiquetas de color azul que identifica las podarcis ibicencas: Podarcis pityusensis negrae, Podarcis pityusensis vedrae, Podarcis pityusensis muradae… Empieza a pasar a Sánchez envases rellenos de alcohol transparente en cuyo interior hay desde un par hasta incontables lagartijas apretujadas y estiradas.

Tres frascos con lagartijas de diferentes islotes y zonas de Ibiza.

Tres frascos con lagartijas de diferentes islotes y zonas de Ibiza. / J.M.L.R.

30 subespecies en frascos

A pesar de que ha transcurrido medio siglo desde que fueron introducidas allí, mantienen aún sus vivos colores azulados o verdosos, dependiendo del islote de procedencia. Algunas, incluso conservan pinceladas naranjas en el dorso. Las de sa Bleda Plana, enormes, son de un intenso color negro, más si cabe que cuando están vivas; de la misma manera, su vientre, normalmente de color azul añil, se ha tiznado. La conservadora retira de las baldas recipientes rellenos con reptiles de la isla des Penjats (en es Freus), de la illeta de Cala Salada, de la isla de es Canar, de sa Conillera, de s’Espardell, de s’Espartar, de la isla de Gastaví, de ses Margalides, de sa Murada, de es Vedrà y de es Vedranell… De un total de 30 subespecies pitiusas.

Los frascos tienen doble tapa hermética para impedir la evaporación del alcohol que las mantiene casi intactas. «Los botes antiguos de vidrio soplado son muy bonitos, pero el alcohol desaparece más fácilmente en ellos», explica Marta Calvo. En cuanto ven que uno de los que manipulan ha perdido algo de líquido, lo rellenan inmediatamente.

Las 798 lagartijas pitiusas del Museo de Ciencias Naturales  |

Lagartijas de s'illa Negra en un recipiente del museo. / J. M.L. R.

En cada uno de los envases hay pegada una amplia etiqueta que identifica el número correspondiente de catálogo, su género (Podarcis), su especie (pityusensis), el lugar de procedencia y el nombre de su subespecie o del taxón. Además,en ella se indica quién fue el recolector (Salvador A.) y la fecha de la captura. Cada lagartija está identificada por un par de etiquetas sujetas a sus patas: una con el número de catálogo del museo (MNCN Madrid, pone en ellas) y otra con el número de campo (la del recolector, A. Salvador en este caso). Colas, patas y cabezas se entremezclan dentro del tarro con tiras numeradas, dos por reptil. Algunas podarcis tienen el vientre azulado rajado: fueron destripadas para estudiar su alimentación.

Una lagartija de es Vedrà en el Real Gabinete

Justo al salir de la estancia que contiene las lagartijas pitiusas, en los bajos del Museo de Ciencias Naturales, se encuentra la entrada al Real Gabinete de Historia Natural, presidido por un retrato de Carlos III (el gabinete, origen del Museo de Ciencias Naturales, fue creado durante su reinado). Conserva las antiguas vitrinas de madera donde se exponen desde un armadillo a aves, quelonios y un único ejemplar de «lagartija de las Pitiusas», concretamente de es Vedrà. La podarcis se encuentra dentro de un frasco de vidrio muy antiguo y el ejemplar ha perdido totalmente su coloración: de hecho, su cuerpo ya es marrón y algunos de sus dedos son casi transparentes.

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Rellenan un recipiente en el que se había evaporado parte del alcohol. / J.M.L.R.

Marta Calvo conserva otro tesoro del legado de Alfredo Salvador: una copia de su cuaderno de campo, escrito y dibujado con su puño y letra. El 21 de agosto de 1979 capturó allí ejemplares de hasta 12 gramos de peso: «Centro del vientre azul celeste y los lados del vientre [ilegible]. Costados azul cobalto claro. Dorso verde amarillento», describe a una de ellas. Un día antes estuvo en sa Bleda Plana, donde la más grande pesó 17 gramos: «Vientre azul ultramar oscuro. Dorso verdoso. Costados azulados». También pasó aquel mes por s’Escull de s’Espartar («dorso verde claro. Costados grises con reticulado pardo y ocelos verdes y azules. Manchas azul cobalto en las ventrales externas»), es Vedranell («Misma coloración pero un poco más oscura que las de es Vedrà») y Malvins («vientre rojo ladrillo, garganta con reticulado del color del vientre»). En enero de 1976 visitó sa Conillera: «Bajo las piedras hay muchas lagartijas adormiladas pero no en letargo. Bajo cada piedra se encontraron de una a cinco lagartijas», escribió al respecto el zoólogo hace cinco décadas.

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El acceso a la sala donde se conservan las lagartijas ibicencas se encuentra en el sótano, junto al Real Gabinete. / J.M.L.R.

Su legado permanece intacto en Madrid.Quién sabe si dentro de algunos años, y a causa de la proliferación de culebras, habrá que acudir a la colección de este museo (o a la de Berlín) para saber cómo eran las lagartijas pitiusas.

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