Naturaleza: Las 798 lagartijas de Ibiza del Museo de Ciencias Naturales

Cuando se capturaban las lagartijas de Ibiza a gomazos

En los años 70 se atrapaban, se sacrificaban y se inyectaba en cada ejemplar una solución fijadora de formaldehído y etanol

Maera Calvo y Alberto Sánchez en el
laboratorio de herpeteología del 
museo.Abajo, ficha de ‘Lacerta 
muralis’ atrapada por Eduard Boscà 
en 1882 en Eivissa.  j.m.l.r. | J.M.L.R.

Maera Calvo y Alberto Sánchez en el laboratorio de herpeteología del museo.Abajo, ficha de ‘Lacerta muralis’ atrapada por Eduard Boscà en 1882 en Eivissa. j.m.l.r. | J.M.L.R.

Valentín Pérez Mellado, catedrático de Zoología de la Universidad de Salamanca y el mayor experto en Podarcis pityusensis, participó hace 46 años, junto a Alfredo Salvador, en la campaña de captura de lagartijas ibicencas. Salvador era su amigo, compañero de carrera y de promoción, pero también su director de tesina: «Lo que ocurrió fue que él hizo su tesis de una manera fulgurante, en dos años, en Estados Unidos, y yo, en esos dos años, estuve 14 meses haciendo la mili y el resto en una Reserva de Salamanca como contratado. Cuando yo empecé la tesis, él ya era doctor». Salvador empezó en el departamento de Zoología de la Universidad de León como adjunto contratado y propuso a Pérez hacer su tesis sobre herpetología: «Él me la dirigiría, me dijo. Estupendo, pensé». Era muy amigos. En Ibiza fueron de islote en islote a bordo de una zodiac a la búsqueda de reptiles.

Alfredo Salvador, explica Pérez Mellado, «fue becario de la Fundación March, con la que hizo una revisión sistemática de todas las subespecies de Ibiza. Esa colección es la que está al cuidado del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Es la colección más importante que hay de lagartijas ibicencas, de las Pityusensis, en el mundo». Es, asegura, «un material magnífico», «de referencia», con ejemplares «muy bien preparados».

Lagartijas de es Porcs. | J.M.L.R.

Tarros con lagartijas de la colección de Alfredo Salvador. / J.M.L.R.

Lo que se hacía entonces, ahora nadie ni se lo plantea: «Era una época, los años 70, en la que aún se recolectaba todo y se sacrificaba todo. No he vuelto a hacer nada así». Ahora se cogen con delicadeza (con un lazo), y se estudian in situ y rápidamente para no estresar al animal. Luego se depositan de nuevo en el mismo lugar donde fueron cogidos. Ni un metro más allá.

Lagartija de es Malvins.

Lagartijas de es Porcs. / J.M.L.R.

Pero en los años 70 «se atrapaban y se sacrificaban». Después inyectaban en cada ejemplar una solución fijadora que llevaba formaldehído y alcohol etílico (etanol). Los metían posteriormente «en unas tarteras y los dejaban allí hasta que se secaban y se quedaban como piedras, estirados». Más tarde los etiquetaban, «para luego ser estudiados, con todo el tiempo del mundo, en laboratorio», detalla Pérez.

Cuando se capturaban lagartijas a gomazos

Lagartija de es Malvins. / J.M.L.R.

La manera de capturar las lagartijas también era peculiar: utilizaban una goma ancha y plana cerrada, de centímetro y medio, marrón, que en los años 60 y 70 usaban los estudiantes para sujetar varios libros o para mantener cerradas las carpetas, muchas de cartón. «Se utilizaba—detalla el zoólogo— a modo de tirachinas, desde una distancia de unos dos o tres metros. Se ponía en el pulgar izquierdo y con la mano derecha se estiraba para lanzarla. Quedaban aturdidas o directamente muertas. Con ese sistema he cogido hasta lagartos ocelados [pueden medir hasta 70 centímetros]. Teníamos mucha puntería y habilidad. Pero eso ha pasado a la historia. A mí no me gusta ni siquiera cebarlas para pillarlas. Las cojo con el lazo y luego, tras examinarlas, las devuelvo vivas al lugar donde las atrapé. En eso me he vuelto cada vez más purista».

Una decisión

Salvador tomó, de repente, una decisión que afectó a su carrera y a la de Pérez, según cuenta este: «Su mujer, profesora de instituto, vivía en Santander. Querían juntarse. Él estaba harto de viajes, de moverse de isla en isla, de lado a lado de la Península. Y al final, lo hicieron: se quedaron a vivir en Guadarrama, cerca de Madrid. Y dijo que no volvía a moverse de allí. No regresó a Balears en su vida. Yo le dije que quería seguir investigando en las islas: ‘Trabaja lo que quieras allí. Yo no quiero saber nada más de Balears’, me dijo. Él siguió en la sierra de Guadarrama y allí se jubiló. No hizo nada más».

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