Imaginario de Ibiza | Hacerse la ilusión de un río

Mientras la sequía y el derroche sumen a Ibiza en una crisis hídrica de proporciones insondables, siempre nos quedará la ilusión de acudir a la desembocadura de Santa Eulària y soñar que el agua que contiene sigue discurriendo desde las entrañas de es Amunts.

Desembocadura del río. x.p.

Desembocadura del río. x.p. / xescu prats

Xescu Prats

Xescu Prats

Algunas personas caminan bajo la lluvia, otras simplemente se mojan

Roger Miller

Hace unos días, el Instituto Geográfico Nacional publicó una comparativa entre dos fotografías de la isla de Ibiza, tomadas desde un satélite. La primera se capturó hace justo un año y revela una isla completamente verde, que se oscurece en los montes por la densidad de los pinos y se aclara en los campos cubiertos de hierba. Verde sin mácula, en todo caso, que se extiende de norte a sur y de este a oeste, sin excepción. La segunda se realizó hace pocas semanas y, aunque mantiene retazos de verdor en las faldas de las sierras por la sensacional resistencia de los pinos, el resto, una inmensidad, trasluce un color terroso que ni siquiera alcanza matices cetrinos. Que grandiosa y angustiosa alegoría del secarral en que anda convertida la isla, en estos tiempos de dramática sequía.

Mientras el obispo, como en los viejos relatos de plagas y hambrunas, invoca a los santos para que nos bendigan con la ansiada lluvia, aún flota en el aire el polvillo amargo del acantilado arcilloso que se vino abajo, sepultando una orilla paradisíaca y un racimo de varaderos austeros. Un alud provocado, con toda probabilidad, por décadas de aspersión constante de hectáreas y más hectáreas de césped, aferradas a la cumbre del precipicio. Un despropósito concebido para proporcionar verdor artificial a los jardines y vergeles que aclimatan un alfoz de fastuosas villas propiedad de gentes sin conciencia, que sólo las moran unas pocas semanas al año.

Mientras los pozos se secan o penetra en ellos la salmuera, se siembran y alimentan más extensiones de prados inútiles salpimentados de botánica insaciable y se construyen cientos de nuevas viviendas, cuyos habitantes dispararán unos consumos ya dramáticos. Y los gobernantes, en vez de adoptar medidas que pongan freno al desmadre, reclaman más desaladoras, que engullen cantidades ingentes de energía y contaminan, nutriendo esta espiral de sinsentidos en la que llevamos inmersos desde hace décadas y que va camino de desecar la isla hasta dejarla hecha una uva pasa.

Puesto que ya no corre el agua por los torrentes y las fuentes, ni revientan los ullals de sa Talaia, precipitándose como antaño por laderas y caminos, sólo podemos vivir la ilusión del agua, aunque sea falsa, en un lugar de la isla: la desembocadura del río de Santa Eulària. Ya no es río ni desembocadura, pero sí emboca, a través del último tramo de su antiguo caudal, el agua marina que penetra desde la playa hasta quedar frenada por el desnivel de peñas que precede el puente romano. Éste último, por cierto, tampoco es romano ni puente, pues las primeras referencias que existen de él datan del siglo XVIII y ya hace tiempo que no sortea caudal.

Mientras se marchitan perforadas, cultivos y huertas, para que los potentados de los chalets sigan alimentando parterres y florestas, sólo queda transitar por la ribera, contemplar la danza de los cañaverales y admirar el fulgor de la iglesia del Puig de Missa en la cumbre cercana, en contraste con la atmósfera celeste y el verdor de los cerros lejanos. Mientras haya pinos y desembocadura, Ibiza, aunque sea a retazos y por momentos, seguirá pareciendo Ibiza.

El manantial de es Amunts

Cuando el río de Santa Eulària aún hacía honor al sustantivo, nacía en el corazón de es Amunts, en los alrededores de Sant Mateu. Se deslizaba empapando pinares hacia el mar e iba ganando caudal, alimentándose del agua caída del cielo que recogían algunos torrentes. Luego serpenteaba por el labrantío de Sant Miquel y Santa Gertrudis, hasta completar un recorrido de 17 kilómetros. En la antigüedad alimentaba molinos hidráulicos, a través de un sistema de albercas y azacayas que discurría en paralelo al tramo final de su cauce. Mantuvo su condición hasta hace poco más de veinte años, cuando pereció a consecuencia de los múltiples pozos y perforadas que fueron acribillando su recorrido hasta dejarlo seco. Tampoco entonces aprendimos la lección. Así nos ha ido. 

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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