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El obispo de Ibiza le implora la lluvia a Santa Eulària

El cambio climático y la sequía se colaron en el sermón del obispo Vicent Ribas durante la misa para conmemorar el día de Santa Eulària, que llenó de fieles y vecinos el templo de Puig de Missa

El obispo de Ibiza le implora la lluvia a Santa Eulària

David Ventura

David Ventura

David Ventura

Santa Eulària

Estamos en el Puig de Missa y el cielo es azul, no hay ni una sola nube, el día es estupendo y la temperatura primaveral. Es día festivo y la jornada tiene el aspecto y el color típico de la celebración del primer domingo de mayo en Santa Eulària, pero estamos a 12 de febrero, en pleno invierno, y lo que se celebra es el día de la patrona.

Un clima anómalo que no pasa desapercibido para el obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, quien en su primera intervención, y tras saludar al párroco local, a los asistentes y a las autoridades presentes en la misa, invoca a la patrona para que interceda por su pueblo y traiga la tan deseada lluvia: «A la santa le pedimos que sea nuestra abogada y que logre que Dios nos dé agua buena y provechosa para que llene de vida nuestros campos». Un mecanismo para convocar a la lluvia que, obviamente, carece de evidencia científica pero que, por intentarlo, tampoco se le hace daño a nadie.

El obispo le implora 			la lluvia a Santa Eulària | FOTOS DE VICENT MARÍ

El obispo pitiuso, Vicent Ribas, en el centro de la imagen, da inicio a la misa solemne. / Vicent Marí

Ribas también tiene un recuerdo para los dos guardias civiles muertos en Barbate en acto de servicio, recuerda que uno estuvo durante años sirviendo en la isla de Ibiza, y pide para ellos un minuto de silencio que es escrupulosamente respetado.

«Antes era más serio»

Durante la misa, el templo de Puig de Missa está lleno a rebosar, aunque prácticamente la mitad de la bancada la ocupan las autoridades políticas invitadas y el grupo de baile folclórico Arrels, procedentes de Ciutadella (Menorca). Momentos antes del inicio del oficio religioso, una de las vecinas asistentes, Maria Planells, comenta que «antes no venían tantos políticos. En la misa solo había gente del pueblo». Planells ha llegado al Puig de Missa con tiempo para asegurarse el asiento libre, y presume de ser una fiel asistente a la cita del 12 de febrero «de toda la vida».

Maria Juan también es una entusiasta de esta fiesta, y no ha fallado nunca a la misa de la patrona desde que abandonó su Sant Carles natal y se instaló en Santa Eulària «hace 52 años». Comenta que la fiesta ha cambiado: «Antes era todo más serio. No se hablaba en la iglesia. Tampoco había ball pagès. Las colles se crearon luego. Ahora hay más alegría». Su marido, Toni Ferrer, es más de los viejos tiempos: «Antes lo vivíamos más. Era más sentido. Me gustaba más antes». Maria Juan zanja la discusión: «A mi marido no le haga caso, que es un aburrido».

Durante la misa, el obispo da la bienvenida al nuevo párroco de Santa Eulària y Sant Carles, Josep Lluís Mollà, que vive su primera fiesta patronal en su nuevo destino. El sermón se hace a partir de un pasaje muy tremendo, el Mateo 10:21-22, que evoca las dificultades de los primeros cristianos: ‘El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo’. «Hay que perseverar en nuestra fe», insiste el obispo.

En el exterior, mientras, decenas de personas toman el sol relajadamente y esperan el final de la misa mientras los más pequeños juegan a perseguirse entre las columnas del porxo. «Mi hija está en la colla de Es Broll y siempre que hay ball pagès venimos a verla», comenta Rosa Clapés, una vecina de Santa Eulària.

A la sombra de un eucalipto, Maria Juan y Francisca Escandell, dos vecinas del pueblo, esperan la salida de la procesión con las imágenes. Ambas han venido elegantísimas. «Nos hemos puesto lo mejor que tenemos», dice Francisca, muy ufana. «La ropa buena hay que guardarla para los días especiales. Hoy en día, en cambio, hay prisa por estrenarlo todo», completa Maria.

El obispo le implora 			la lluvia a Santa Eulària

Reparto de ‘bunyols’ a la salida del templo por parte de los obreros de la parroquia. / Vicent Marí

Finaliza el oficio religioso y, tras una breve procesión que rodea el Puig de Missa, es el momento de los bailes tradicionales. Empiezan los invitados, el Grup de Balls Populars Arrels, procedentes de Ciutadella, que interpreta un fandango menorquín. La música folclórica menorquina no tiene nada que ver con la pitiusa. Sus bailes principales son el fandango, la jota y el bolero, que son adaptaciones locales de bailes procedentes de la península; las piezas son cantadas y la instrumentación, además de las castañuelas, se sostiene sobre las guitarras y sus variantes: guitarrón, tiple y bandurria. Después es el turno del grupo local, la colla Es Broll, muy arraigada en el pueblo.

Después del tradicional reparto de orelletes y bunyols, los grupos de baile bajan hasta la plaza del Ayuntamiento, donde tomarán el relevo de Bluesmàfia, que desde el mediodía ha regalado sus temas de rock y swing a los transeúntes. Muchos se quedan por la zona de s’Alamera disfrutando del día y otros vecinos se dirigen ya a comer. Rosa Clapés, con quien hemos hablado antes, tiene claro cómo será lo que queda del día de hoy: «Tertulia, después comer en familia, juntarnos todos y hacer una larga sobremesa». La milenaria tradición mediterránea del saber vivir, condensada en diez palabras.

El obispo le implora 			la lluvia a Santa Eulària

Las autoridades políticas ocupan la primera fila de la bancada durante el oficio religioso en Puig de Missa. / Vicent Marí

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