Diario de Ibiza

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Coses nostres

A resguardo del migjorn

Desde es Canal d’en Martí hasta ses Eres Roges existen unas 40 casetas varadero repartidas en los rincones más protegidos de los vientos

Grupo de cinco casetas en es Caló Roig bajo la luna. CAT

En cada dentellada con la que el mar se adentra en la tierra entre ses Eres Roges, al norte, y la playa de es Canal d’en Martí, al sur, existen dos o tres grupos de casetas varadero a resguardo de los vientos. El inventario que en el año 2010 realizó el Ayuntamiento de Santa Eulària contaba un total de 39 casetas, y aunque prácticamente todas ellas estaban concentradas a ambos lados de la playa principal, en cada rincón desde el norte de la cala y hasta sa Punta de ses Eres Roges, existen grupos pequeños de varadors o escars que no pasan desapercibidos. Entre ellos están las cinco casetas del lado sur del Caló Roig, bajo una punta de tierra que tiene forma de hacha vikinga, y en cuyo extremo, en su filo, se observa, a ras de agua, el surco de lo que tradicionalmente se ha considerado un antiguo puerto fenicio. Este cabo de tierra en forma de hacha recibe el nombre de sa Punta des Llaüts.

Y a un lado y a otro, sa Punta des Llaüts, una explanada de tierras rojas, alberga lo que su nombre indica. Es decir, tiene dos grupos de casetas incrustadas en sus laderas. Y las cinco casetas del lado des Caló Roig son cinco piezas perfectamente rectangulares acomodadas a la roca y a resguardo del viento del sur, el migjorn, ese viento del Sáhara que en verano trae a las islas un aire seco, cálido, el viento de las olas de calor confundido a veces con el xaloc, el viento del sudeste. Ninguno de los dos gusta demasiado a los marineros.

Las casetas de la ladera norte de sa Punta des Llaüts, con Tagomago al fondo. CAT

Las cinco casetas de la ladera norte de sa Punta des Llaüts están construidas en zona de desembarco de piratas que tal vez antes habían hecho escala en Tagomago, islote que usaran como refugio desde el cual observar la costa de Sant Carles. Aunque es más probable que los desembarcos se produjeran en las bahías más adecuadas para tal fin de Pou des Lleó y Canal d’en Martí, durante muchos años, un marinero de la zona que a buen seguro hoy ya no puede contar más historias, explicaba que en ese mismo lugar había aparecido el cadáver de un pirata, que contaban que había sido asesinado por sus camaradas por traidor, y que las casetas se levantaron, siglos más tarde, sobre los restos de su sangre aún visible. Es más que probable que él mismo hubiera inventado tal historia para entretener –y quizás asustar– a los niños, pero lo cierto es que incluso la enlazaba con la existencia, un poco más al norte de es Caló Roig, de una roca horadada, un agujero, que recibe el nombre de es Brul y que, en días de temporal, emite un fuerte sonido, como un lamento fantasmal del mar. El marinero cuentacuentos adornaba su historia con la posibilidad de que el alma que aún se lamentara por aquella costa fuera la del pirata asesinado. Y, finalmente, apuntaba a que toda la leyenda derivaba del hecho de que, cuando se construyó la primera de las cinco casetas, se hizo sobre una gran mancha roja que existía en la roca, un detalle que quizás ya nadie pueda confirmar.

La clave

PINTADAS EN LAS CASETAS

Tampoco las casetas de la zona de Pou des Lleó se han librado de los actos incívicos y vandálicos que son tan habituales en la isla. Ses Eres Roges se ha convertido en los últimos años en zona de acampada ilegal de caravanas que incluso encienden hogueras y tampoco es raro ver pintadas en los muros de los varaderos.

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