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El sueño de unos pilotos que acabó en pesadilla en Ibiza

Hay historias que empiezan mal y que acaban peor. La de los apartamentos Don Pepe casi concluyó el pasado 17 de diciembre, cuando el bloque A fue totalmente desalojado, uno de los episodios colectivos más tristes que ha vivido esta isla. Pero los inicios de ese edificio y de su gemelo, el bloque B, sólo auguraban un futuro lleno de obstáculos y espinas. El sueño de los pilotos de Iberia fue una pesadilla desde su comienzo.

Foto aérea de la zona donde se construyeron los Don Pepe, junto al aeropuerto, de 1984. Ortofotos y Google Maps

Vicente García Juliá fue el principal impulsor, en 1964, de los Apartamentos Cantos Rodados, luego rebautizados como Don Pepe. Aquel piloto murió un año después, en 1965, cuando intentaba aterrizar con un superconstellation en Los Rodeos (Tenerife). Desde su inicio, aquel proyecto, el sueño de un centenar de comandantes de Iberia y militares, fue un juego de trileros que ha acabado convertido en pesadilla para sus inquilinos.

Oficialmente, todo empezó en 1964, cuando el 21 de marzo se daba entrada (la número 235) en el Ayuntamiento de Sant Josep a una solicitud para construir cerca de la costa de es Codolar y del aeropuerto. Julio Pérez Frade ejerció de representante de la Cooperativa de Cantos Rodados, que fue como inicialmente se denominó la promotora. La cooperativa tenía su domicilio social en la calle General Moscardó, 12 (ahora Edgar Neville) de Madrid, si bien la entrada fue remitida desde Barcelona y había sido firmada casi dos meses antes, el 29 de enero de 1964: «Que deseando construir un Bloque B de 36 apartamentos y anexos con una superficie de 3.068,55 metros cuadrados en San José, en Playa Codolá, a 145 metros del mar y a 160 metros del torrente encauzado, es por que adjunta planos de la obra». Este era el texto que aparecía en aquella entrada, en la que se pedía el permiso de obra. A un lado de ese documento, escrito a mano, aparecía el nombre del contratista, Pablo Valverde.

1968: un autobús salía de Eivissa para visitar el ‘Hotel Apartamentos’.

El expediente incluye un documento de la sección de habitabilidad del Ministerio de la Vivienda fechado el 29 de Enero 1964 en el que figura como arquitecto, José Ribas González. Pero en ese caso era para el Bloque A, el que finalmente fue desalojado, un edificio de 13 metros e altura, cuatro plantas y un volumen de edificación de 8.650 metros cúbicos que iba a ser alzado en un solar de 2.100 metros valorado en 84.000 pesetas. El presupuesto de ejecución material ascendía a 5.966.800 pesetas, y el presupuesto total, a 6.250.000 pesetas (unos 37.000 euros actuales). Cada vivienda tenía 57 metros cuadrados útiles y 68,4 metros totales, así como una altura de 2,5 metros. Tenían dos dormitorios

Esquela de Vicente García, piloto e impulsor del proyecto.

La licencia de obras (expediente n.º 38 de 1964) fue otorgada por el pleno de Sant Josep el 28 de marzo de 1964, pero para construir el Bloque B. Todo el expediente parece haber sido ideado por trileros que en vez de con pelotitas jugaban con las letras A y B de los bloques. No consta en él otra licencia de obras, pero sí que, el 9 de octubre de aquel 1964, la cooperativa respondió a la petición formulada desde el Ayuntamiento de aportar «fondos por las deudas de licencias de obras». La cooperativa alegó que estaba exenta de pagarlos. En otro documento, éste remitido desde el Consistorio, se pide a los promotores que retiren «con la mayor urgencia» la licencia de construcción, pues en caso contrario «puede verse en el caso de que en primer lugar se ordene por el señor alcalde el paro de las obras, sin licencia». Es decir, ya se había empezado a construir en es Codolar, pero sin haber retirado ni pagado la correspondiente licencia, a pesar de que había sido otorgada en pleno.

1968: ya se llaman Don Pepe y se puede pasar un ‘weekend’ en ellos por 340 pts.

De hecho, pocos días después, el 5 de noviembre, el Ayuntamiento se pone firme, o eso parece… o quizás eso quería que pareciera: «No habiendo Vd. [el representante de la Cooperativa] retirado la licencia municipal ni satisfecho los derechos que señala la Ordenanza fiscal respectiva, se le notifica que de no hacerlo en el plazo máximo de ocho días se ordenará el paro de las obras y se le incoará expediente de defraudación del arbitrio municipal de referencia». Estaba firmado por el alcalde, Juan Ribas Bonet. Precisamente, Ribas elogió esa promoción en una entrevista publicada en Diario de Ibiza el 31 de diciembre de 1964: «La iniciativa privada ha contribuido muchísimo al desarrollo de nuestro término, destacando en este aspecto las empresas urbanizadoras Promisa, en la Platja d’en Bossa […] y Cantos Rodados en es Codolar».

Anuncio de la inauguración de los Don Pepe.

Curiosamente, en el expediente no hay más documentos, de manera que no se puede saber ni si el edificio A obtuvo licencia ni si se llegó a pagar la que otorgó el consistorio en pleno para el B.

Plano de la fachada de uno de los Don Pepe incluido en lo que queda del expediente que conserva el Ayuntamiento de Sant Josep. Cuando se presentó esta memoria, los edificios tenían sólo cuatro plantas. Los promotores añadieron una más.

«Complejo turístico y comercial»

Sí incluye las memorias de ambos edificios (A y B), proyectados como «apartamentos, complejo turístico y comercial en Playa Codola». Tendrían «supermercado, lavandería general y un restaurante con servicios anexos». El supermercado ocupaba 41 metros cuadrados; la lavandería, 24,7 metros; la despensa, 17,6 metros; el restaurante, 128,4 metros, y las cocinas, 51,5 metros. La planta baja ocupaba 909 metros cuadrados (por albergar esos servicios), mientras que las otras tres plantas tenían una amplitud menor, de 684 metros cuadrados. Los apartamentos tipo contaban con «un amplio estarcomedor, dos dormitorios, baño completo, cocina y una pequeña terraza de servicio, además de una amplia terraza en la parte delantera del bloque». Todos disponían de «chimenea-hogar». Estaba previsto que en la planta baja se desarrollarían los «servicios del complejo turístico-comercial».

Foto aérea de la zona donde se construyeron los Don Pepe, junto al aeropuerto, correspondiente a 1956. Ortofotos y Google Maps.

Se construyó sobre un «subsuelo arcilloso blando», con una estructura formada por «bloques de hormigón prefabricados semihuecos». La carpintería interior era de «madera de Flandes de primera calidad». Las puertas eran «prefabricadas y chapadas en mongoy». Las persianas, correderas, pero en los dormitorios eran «enrollables».

¿Y quién era aquel Julio Pérez Frade que representaba a la Cooperativa Cantos Rodados? Pérez estaba ligado al Ejército del Aire. El 30 de agosto de 1945 aparece su nombre en el Boletín Oficial del Ministerio del Aire: como capitán, es destinado, en comisión, al Servicio de Obras de la Zona Aérea de Balears, justo cuando empezaba a pergeñarse el aeropuerto de Ibiza. Entre mayo y junio de 1950 se celebró en Madrid el II Congreso Nacional de Ingeniería, donde Pérez presentó sus ‘pavimentos flexibles con mezclas bituminosas en los aeropuertos españoles’. En 1955 se le concede el pase a la situación de supernumerario (para acceder a un puesto civil) al ya «comandante del Cuerpo de Ingenieros Aeronáuticos», que quedaba afecto a la región aérea central.

Foto aérea de la zona donde se construyeron los Don Pepe, junto al aeropuerto, correspondientes a la actualidad. Ortofotos y Google Maps.

Aquella cooperativa había sido impulsada por pilotos. En esa época, la mayoría de los que volaban con las líneas aéreas civiles, como Iberia, procedían de la Aviación. También era piloto y secretario de la junta rectora de la Cooperativa Cantos Rodados Vicente García Juliá. El 5 de mayo de 1963, García pilotaba un Superconstellation EC-AIN de la Compañía Iberia, acompañado por Gerónimo García Mellado como segundo de a bordo. El vuelo, procedente de Madrid y con destino el aeropuerto de Los Rodeos de Tenerife, llevaba 40 pasajeros. A las 20.35 horas, la torre de control le concedió aproximarse a pista, si bien bajo la advertencia de que estaban bajo mínimos meteorológicos. García dio primero una pasada a escasa altura, para luego volver a elevarse. A las 21.17 horas lo volvió a intentar, pero una pata del tren de aterrizaje y la parte trasera inferior del fuselaje chocaron con una mototraílla (máquina de excavación) y un tractor que se encontraban debidamente balizados en las proximidades de la pista. El avión quedó hecho trizas. Murieron García, cinco tripulantes y 26 pasajeros. A instancias de la junta rectora de la cooperativa, en Ibiza se celebró el domingo 16 de mayo una misa en Sant Elm en sufragio de su alma.

En febrero de 1966 aparecen en la prensa local los primeros anuncios sobre los «apartamentos Cantos Rodados» para optar a la concesión de los servicios de «supermercado, bar, restaurante y Club». El conjunto residencial , originalmente para 72 apartamentos, ya se había ampliado a 94, con capacidad para «unas 400-450» personas. Estaba situado «en la misma playa» (a unos 85 metros) y tenía piscina. Los interesados debían dirigirse a Playas Es Codola S. A., con domicilio la calle General Moscardó, 12 de Madrid, es decir, el mismo que el de la cooperativa, que ya se había transformado en una sociedad anónima. Del consejo de administración de esa sociedad fue presidente Ernesto Ruiz López-Rúa, teniente de aviación que en mayo de 1956 escribió el artículo ‘Circunstancia actual de la aviación táctica’ en la Revista de Aeronáutica, publicada por el entonces Ministerio del Aire.

De chalets a apartamentos

El 11 de mayo de 2002, Playas Es Codola pasó a ser una sociedad limitada. Su responsable era Jorge Soler, que actualmente tiene 96 años y que fue uno de los socios originales de la cooperativa. Soler, que también fue piloto, el primero civil que tuvo la compañía Iberia, cuenta que, debido a su edad y tras estar al frente de la sociedad durante 25 años («sin cobrar absolutamente nada; como premio me hicieron un homenaje y me regalaron un reloj»), dejó el cargo y entregó toda la documentación al abogado Jaime Cuevas. Soler explica que no intervino en la fundación de la cooperativa, cuyos impulsores, indica, fueron Vicente García Juliá, el piloto muerto en Los Rodeos, y Julio Pérez Frade. Sobre todo el primero, subraya: «Juliá fue el alma de toda esa promoción».

Respecto al expediente de aquellas dos construcciones, Soler asegura que en el Registro de la Propiedad hay documentación al respecto: «Yo tenía allí un apartamento [Bloque B, 4º1º] Al final lo vendí. No iba a ir más allí porque ya era muy mayor. Poco antes de que se complicaran las cosas fui al Registro de la Propiedad y encontré allí un acta notarial en la que se hacía constar que se habían cumplido todos los requisitos». Detalla que «primero se constituyó la cooperativa, pero poco después apareció una ley por la que los cooperativistas podían perderlo todo, todos los terrenos, en favor del Estado; para impedirlo, muchas cooperativas se convirtieron entonces en sociedades anónimas, como fue el caso».

Soler explica que tras inaugurarse el aeropuerto de Ibiza en 1958, «Vicente García Juliá y otros pilotos se quedaron tan maravillados con la isla, les gustó tanto, que pensaron en comprar terrenos, que eran baratos, para construir chalets en una urbanización semilujosa». Y si construían algunos más aparte de los suyos y los vendían, lo mismo les salía gratis. El cuento de la lechera. Esa fue «la idea primitiva». Una parte del terreno «se dividió provisionalmente (con piedrecitas) en parcelas de 1.000 metros cuadrados». El proyecto gustaba mucho entre los pilotos: «El problema era que no había más terreno para más chalets. Fue entonces cuando en vez de viviendas unifamiliares, se pensó en construir los bloques de apartamentos». En principio iban a tener sólo cuatro plantas: «Pero se creció una para cumplir con todas las peticiones de pilotos», casi un centenar, asegura Soler. Así es: la licencia de obras otorgada inicialmente era para cuatro plantas y 36 apartamentos, pero se construyeron finalmente cinco plantas y, como se indicaba en el anuncio de febrero de 1966, más de 90 apartamentos entre ambos bloques. Esta situación salió a relucir en 2014, cuando el Ayuntamiento impidió a AENA insonorizar una veintena de pisos: todos estaban en la quinta planta, es decir, «fuera de ordenación» según el Consistorio, que recordó entonces que la licencia era para cuatro pisos, no para cinco.

De asesinatos a 'refugio' de una banda de ladrones

El proyecto idílico de los pilotos no terminó de cuajar y en vez de lugar de descanso de convirtió, con el paso de los años, en otros dos edificio más para residentes de la isla. Eso sí, hasta bien entrado el presente siglo ni siquiera se pensó en dotar ese complejo con red de alcantarillado, proyecto que se presentó a los PIOS de 2006.

De lugar de descanso se convirtió en pocos años en sencillas viviendas, bloques que fueron escenario de un truculento crimen machista en 1978: un hombre de 57 años, pescadero, mató de una chuchillada a su amante de 22 años y tiró su cadáver por la terraza. Además, la Guardia Civil detuvo justo aquel año a cinco componentes de una banda de ladrones quwe tenían su "refugio" en esos apartamentos.

«Todo estaba legalizado», asegura Soler: «Durante los primeros años, el Ayuntamiento dio muchas facilidades». Al principio. Luego, admite, no, sobre todo para poder ejecutar el plan de construir aquellos chalets de la idea inicial, que iban a edificarse en los alrededores de los Don Pepe. Soler se encargó de ese asunto, pero pronto vio que lo tendría complicado. Necesitaba un plan parcial, pero el Consistorio le ponía «pegas constantemente». Cada vez que solucionaba una, «surgía otra». Hasta que descartaron el proyecto.

Ya en 1966, dos años después de que se tramitara la licencia, empezaron a alquilarse y venderse los futuros apartamentos, aún llamados Cantos Rodados. El 2 de junio de 1968, los ya «Apartamentos Hotel Don Pepe» (según Soler se llamaron por marketing, pues entonces el hotel Don Pepe de Málaga era el summum en España: «Pero no funcionó»), que para las autoridades turísticas figuraban como de dos estrellas, eran inaugurados con «toda clase de servicios: bar-restaurante, supermercado, pista de tenis, piscina, playa, jardín». Incluso se ofrecía pasar «un fin de semana (weekend)» allí: «Completo descanso y confort por 340 pesetas. Para cinco personas (primera quincena de junio)». Había un teléfono de reservas. El jueves 13 de junio de 1968 salió el primer autobús con destino a esos apartamentos para visitarlos. Partió del bar Es Molins (avenida de España) a las 10 horas de la mañana: «Con invitación a retirar cuando gusten en dicho bar», rezaba el anuncio.

Pequeños para la prole de los pilotos

Durante aquellos años se sucedieron los cambios de titulares: Juan Antonio Peña Manrique (administrador de empresas inmobiliarias de la isla) «traspasaba» los apartamentos Don Pepe en 1969 a Playas Es Codola S.A. Su director gerente era entonces Sergio Gómez Alba, quien fuera diputado del PP y empresario. Y este, un año después y como titular de los Apartamentos Don Pepe, traspasó «dicha industria» a Demetrio Ramón Blandín. Este empresario llevó durante un tiempo la restauración del Congreso y la terraza de Colón, en Madrid. Blandín, a su vez, traspasó «dicho hotel» en 1971 a Jesús Calderón Gaztelu, piloto comandante de Iberia y también propietario de un apartamento en los Don Pepe.

Buena parte de los pilotos, recuerda Soler, decidieron vender su apartamentos porque «tenían familias numerosas, con muchos hijos, y les resultaban muy pequeñitos. Algunos de esos propietarios ni fueron a verlos, pues sabían que no cabrían sus proles». Empezaron a venderse, a pasar de mano en mano. Hasta el desalojo final 50 años después.

Precios al alza

La cotización de esos apartamentos, como la de todos los inmuebles de la isla, no paró de crecer con los años, pese a la situación irregular de parte de ellos. En 1981 se vendían a 1.350.000 pesetas; dos años despues, a 1,8 millones; en 1985, a 2,4 millones de pesetas; a tres millones ya en 1987; a nueve millones de pesetas en 1999, y a 138.000 euros (casi 23 millones de pesetas) en 2006.

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