Arte

En la mayor sala de subastas de España: "Esta es mi última oportunidad"

Subastas Darley opera en un bajo junto a la estación de autobuses de València pero se ha especializado en la compraventa de arte asiático

El miércoles adjudicó un jarrón de la dinastía Quing por dos millones de euros y el jueves sacó a puja un cuadro de Ribalta de casi tres metros

Un momento de la subasta en la jornada dedicada al arte occidental.

Un momento de la subasta en la jornada dedicada al arte occidental. / L-EMV

Claudio Moreno

La estación de autobuses no es el sitio más glamuroso de València, pero toda su decadencia se transforma en lujo en la planta baja de la puerta contigua. Sin llamar la atención, ignorada por viajeros y personas sin hogar, el número 13 de la avenida Menéndez Pidal esconde Subastas Darley, un espacio de 1.500 metros cuadrados que presume de ser la sala de subastas presenciales más grande de España

La primera impresión es de bazar. Un bajo inmenso tomado por las piezas a la venta y medio centenar de sillas distribuidas en parejas. Al fondo, un estrado con siete veinteañeros provistos de teléfonos y ordenadores tipo gala solidaria. Y en el centro, oficiando la ceremonia, el presidente de la asociación española de coleccionistas de antigüedades chinas y jefe de la sala, David Amorós. El miércoles se adjudicó un jarrón chino de la dinastía Qing por dos millones de euros; el jueves 21 (fecha de este reportaje) se espera vender un Ribalta oculto en manos privadas por más de 140.000. 

Pero antes del Gordo sale la pedrea. “Yo vengo a casi todas las subastas y en esta pujaré por un cuadro de 60 euros”, narra David, electricista de 41 años. “A mí me gusta mucho el costumbrismo valenciano y aquí puedes encontrar cosas de Pinazo o Germán Gómez. Es un estilo de arte muy marcado del que no puedes llenar la casa porque tu mujer te echa”, bromea este vecino de Velluters. “Luego hay otra batalla, el 'San Martín compartiendo su capa con el mendigo' de Ribalta, nunca había visto subastarse un cuadro tan caro. Espero que se lo quede la Generalitat”. 

Varias sillas a la derecha aguardan dos chavales con piercings y tatuajes. Son Almez y Lara, han nacido en este siglo y ven pasar antigüedades como quien va al teatro. “Un día estaba en la estación de bus, entré por curiosidad y vi una alfombra bastante chula. El precio de salida eran 150 euros, igual me la pillo”, cuenta él, y añade: “Aunque en realidad venimos por la experiencia”. 

Experiencia tiene a capazos Lorenzo Blanco, un asiduo de las subastas desde hace más de 30 años. “Yo antes iba al zoco del Pasaje Ripalda y vendía mis propias obras a más de 15.000 pesetas. Ahora vengo aquí porque estoy jubilado y porque es buena época para comprar. Está todo muy barato, el arte se ha devaluado”, asegura. “A mí el marchante me decía, Lorenzo, hay dos tipos de arte: el que se vende y el que no se vende. Y ahora tenemos mucho del segundo”, reflexiona este profesor de pintura con clases en Torrefiel.

De fondo sigue la subasta de 290 lotes –hay actividad presencial pero el mayor volumen de venta se genera de manera telefónica y online, especialmente en el mercado asiático–, el martillo va adjudicando piezas y el Ribalta no tardará en asomar en el catálogo digital. Mientras todo esto ocurre, Eduardo, un psiquiatra de 60 años, busca en Google el autor del cuadro que acaba de comprar. “Parece que es un pintor brasileño. He subido el cartel como en las películas y me lo he quedado por 550 euros”, relata. “Yo soy un poco artista porque me interesa el neuromarketing y hago mis pinitos en diseño gráfico. También suelo pujar por Ebay, pero es todo más estresante, tienes que hacer click en el último segundo. Aquí estás a expensas de lo que mande el señor del altar”, continúa diciendo el médico de 64 años. “En esta sala se trata de tener pasta, no suerte. Aunque igualmente algunos venimos a jugar”. 

El Ribalta enmarcado por una cama victoriana también a subasta.

El Ribalta enmarcado por una cama victoriana también a subasta. / L-EMV

Pese a ofrecer presencialidad, las casas de subastas se han adaptado a las transacciones online después de una historia llena de cambios. El actual modelo de compraventa surgió originalmente como modelo de adjudicación de esclavos y bienes conseguidos en las conquistas; sin embargo, no fue hasta el siglo XVII cuando empezó a implantarse de manera sistemática en los países nórdicos. Se cree que la primera casa de subastas de la historia fue la Stockholms Auktionsverk fundada en 1674 por iniciativa del barón Claes Rålamb, entonces gobernador de Estocolmo. Luego proliferaron grandes firmas como Christie's y Sotheby’s –y en Madrid se han consolidado otras como Durán Arte y Subastas o Ansorena–. 

Llega ‘el Gordo’

Bajo la estación de autobuses de València, David Amorós sigue repartiendo lotes y Emilio contempla la función con especial interés. Tiene participaciones en la subasta. “Mi madre murió recientemente y he tenido que dar salida a los cuadros, porque en mi casa de estilo nórdico estas piezas no tienen cabida”, explica el operario de Monteolivete. “He traído media docena de óleos y acuarelas de autores que no conozco pero que aparecen en la Wikipedia. La sala te custodia un mes las piezas para exponerlas al público y si consiguen adjudicarlas se quedan con el 20% del precio de venta”, narra el hombre de 57 años. “Subastas Darley es mi última oportunidad. En Wallapop nadie se ha interesado por los cuadros”. 

En este Wallapop del siglo XVII copado por rastreadores de chollos crece el interés cuando por fin sale el Ribalta en pantalla. Máxima atención. El artista pintó la obra para la Cartuja de Valldecrist y en 2015 fue objeto de una exposición sobre la vida del autor en el Museo de Bellas Artes de València. “Llega el lote 410 con un precio de salida de 140.000 euros”, presenta Amorós. “Llevamos un año detrás de este cuadro para traerlo a València a subasta… (mirada al fondo de la sala)... y ya vemos que no hay interés. La subasta queda desierta. Pasamos al siguiente lote”. 

Tras el momento anticlimático de la tarde, en la sala afirman estar "decepcionados" con el desenlace de la subasta de esta obra de grandes dimensiones (281 x 183 centímetros). Las mismas fuentes afirman que tanto el Estado como la Generalitat estaban enterados de la venta, y lamentan que la administración no haya pujado por un cuadro de semejantes dimensiones para entregársela a la ciudad València. "El coleccionista de Granada dice que no volverá a subastarlo. Está muy quemado", aseguran.