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El libro que desmiente el enunciado de Fukuyama

Lea Ypi, autora de origen albanés está especializada en marxismo y teoría crítica, en la actualidad reside en Londres donde ejerce de profesora de Teoría Política en la London School of Economics y es profesora asociada de Filosofía en la Australian National University.

El libro que desmiente el enunciado de Fukuyama

El libro que desmiente el enunciado de Fukuyama / Miguel Morata Fortea

Miguel Morata Fortea

«Nunca me pregunté lo que significaba la libertad hasta el día en que abracé a Stalin». Con esta tajante afirmación comienza el libro en el que Lea Ypi combina una suerte de memorias, autobiografía, reflexión política y análisis sociológico, contextualizado en el periodo histórico de los noventa, años en los que colapsó estrepitosamente el régimen albanés. Nos invita a participar de sus adhesiones infantiles al socialismo, de la posterior e inevitable transición al capitalismo, y lo que resulta más interesante: nos sumerge en la profunda reflexión sobre la orfandad y el vacío que se sienten, cuando las estatuas y los imaginarios se derrumban o se sustituyen por otros en apariencia más convenientes y prometedores, siempre con la palabra libertad como señuelo.

Tras la sorprendente declaración inicial te acomodas en el asiento. ¿Comenzar una lectura laudatoria de Stalin y Enver Hoxha a estas alturas? Y por los ojos de una niña que todo lo percibe a través de las anteojeras que padres y educadores le han adaptado, vas comprendiendo sus anhelos y deseos más íntimos: aspira a ser la mejor de su clase para llegar a pionera de Enver, ser la que deposite la corona de flores en la tumba de los héroes y leer el poema ante el líder. La inocencia no le permite percibir que su familia posee una «mala biografía» su abuelo, Xhafer Ypi, primer ministro del rey Zog, fue colaborador con las fuerzas fascistas de ocupación, lo que condicionó fatídicamente la suerte de las generaciones sucesivas.

Es en plena infancia, cuando el discurso ensimismado y autocomplaciente del poder predomina: «Única nación socialista del mundo, faro de la revolución mundial donde se ejerce la auténtica libertad» pero la realidad es otra, la población se ve sometida a soportar estoicamente la escasez de alimentos y largas colas para adquirirlos, hablan en susurros y por sus opiniones políticas sufren represión, cárcel y muerte. Se producen movilizaciones, acaba por derrumbarse el estado, y nuestra protagonista de once años asiste perpleja a ese caos, descubre que tras la retórica del partido aflora una gran desigualdad, que los que se manifiestan no son hooligans, sino ciudadanos descontentos; ello le origina un profundo vacío y desazón al comprobar que tras el bienestar oficial esta larvada una aspiración hacia la libertad que representa el capitalismo.

«Todo el mundo quiere irse», comienza la segunda parte del libro, cuando la democracia representativa no consigue afianzarse, penetran arrolladoras las mafias italiana y griega exportando sus prácticas coercitivas. Miles de albaneses toman al asalto los barcos para desplazarse a la Europa de las democracias liberales que aunque criticaban la falta de libertad para que pudieran abandonar el país ahora dejan de ser bienvenidos y les niegan la entrada. Todo se hace en nombre de la libertad, pero esta no llega.

En nombre de la libertad

Se produce una revisitación al significado de Libre como título. La transición se hace en nombre de la libertad, pero da lugar al desempleo masivo, -fruto de las necesarias reformas estructurales-, a la privatización, a la venta a precio de saldo de las fábricas estatales a capitales extranjeros, a la violencia, a las mafias, a la emigración masiva. La libertad de la que todo el mundo hablaba resultó ser, también en el capitalismo, mero enunciado, sin base real. La autora cuestiona la verdad de la libertad de mercado. En medio de su transición, Albania sufre una enorme estafa piramidal que deja arruinada una gran parte de la población, y una guerra civil. Con la caída del socialismo se derrumba una forma entera de vida, incluidas las redes de solidaridad, pero permanece la creencia de que algo mejor estaba por llegar: que la libertad por fin prosperaría. El caos y la decepción que traería consigo la transición a la democracia liberal y al capitalismo echaron por tierra aquel anhelo.

La vida de Ypi narrada en este brillante y a veces divertido libro desmiente el enunciado de Francis Fukuyama del fin de la historia. En un epílogo demoledor y en medio de preguntas teóricas y prácticas complejas, abordadas cuando se reúne con amigos socialistas occidentales, mientras adoran a sus santos laicos, el Che, Rosa Luxemburgo, Trosky o Allende reniegan de la experiencia de Albania; no fue relevante para ellos como tampoco lo fuera la de la Unión Soviética, la RDA, Yugoslavia, o Cuba; todos forman parte del grupo de perdedores de una batalla histórica a la que todavía no se han sumado ellos, verdaderos portadores de ese título. «Es muy fácil decir: Lo que vosotros teníais no era lo verdadero». La llamada final de Ypi es una invitación a asumir las experiencias pasadas en toda su complejidad —con sus aciertos y sus errores, sus luces y sus sombras— y a reconocer aquello que conseguimos hacer, de facto, con nuestras ideas. «Mi mundo está tan lejos de la libertad como aquel del que mis padres intentaron escapar».

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