Entrevista

Luz Gabás: "Es una ventaja no ser historiadora: no sólo me fijo en los hechos, también en lo cotidiano"

La autora de Palmeras en la nieve vuelve a triunfar en las librerías con un libro que "recupera un tiempo del pasado para reflexionar sobre el presente"

La autora Luz Gabás, ayer, horas antes de su cita con los lectores.

La autora Luz Gabás, ayer, horas antes de su cita con los lectores. / ÁLEX ZEA

Eduardo Parra

-¿De dónde surge el interés por esta historia, de los personajes o de su trasfondo, tan desconocido, el de la Luisiana que fue colonia española?

-Es una pregunta difícil... Creo que en este caso la novela empezó antes por el contexto, el telón de fondo. A medida que iba leyendo sobre esa etapa histórica, sobre ese momento, se iban diseñando en mi mente los personajes; fundamentalmente, Ishcate, el protagonista, que representa a aquellos nativos africanos conscientes de que su mundo iba a desaparecer.

-*El arraigo, el amor por la tierra es uno de sus motores principales a la hora de escribir, pero en esta historia tan particular, hablando de la colonización, tuvo que ser algo distinto.

Sí, por ejemplo en mi novela anterior [El latido de la tierra] era fundamental el arraigo, era Luz hablando sobre las raíces, su territorio. Pero es la esencia, la naturaleza del ser humano: aquí es Ishcate el que tiene esa relación tan especial con su territorio y su identidad.

-Aquí descubrimos esa Luisiana que fue española durante cuarenta años.

-Cuando España recibe de Francia el inmenso territorio de la Luisiana una de sus obsesiones es poblarla, así que aceptó a todo aquel que fuese católico. Los católicos franceses y alemanes se podían quedar y desde nuestro país se promovió que gente de España fuera allí como colonos. Sobre todo, viajaron canarios. Por cierto, también hubo bastantes malagueños, de Alhaurín de la Torre, y estuvieron a cargo de Francisco Bouligny [político a cargo de la Luisiana], que aparece en la novela. Es un personaje muy interesante, sobre todo por su relación con Bernardo de Gálvez. No se llevaban muy bien, había una gran rivalidad entre ambos. Como explico en el libro, en realidad no se les daba en Nueva Orleans el carro, los animales... Se los llevaba en barco a su destino, hacia el norte o hacia el sur de Nueva Orleans (en el caso de los malagueños hacia el sur), donde allí ya se les ofrece lo necesario para establecerse con el compromiso de que en un año ya deben recoger la primera cosecha. Pero la vida era muy dura en los asentamientos. Eso es fundamental en la novela, porque quería escribir una historia sobre el esfuerzo: cuando descubrí esta época me di cuenta de que era la que necesitaba para contar una historia de esfuerzo, de personas salen adelante en las circunstancias más difíciles. Esto me pareció esperanzador.

-El proceso de documentación ha resultado fundamental para relatar todo aquello. ¿Cómo lo llevó a cabo?

-Leyendo, leyendo, leyendo... Esto yo creo que viene de mi época académica [La autora es también profesora de Filología Inglesa]. Se trata de leer todo lo que encuentres y elegir las buenas fuentes. Cuanto más lees se empiezan a repetir cuestiones y fuentes y ya empiezas a saber discriminar cuáles son los documentos importantes de los que aportan poco. Se trata de leerlo todo para ir creando tu composición de lugar. Para esta novela tuve la suerte de que exista un lugar maravilloso como es la Asociación Histórica de Luisiana, que tiene todo un archivo online para sus socios repleto de artículos en inglés sobre la época que me interesaba. El asentamiento malagueño, toda su documentación, llega de la mano de un historiador de Francisco Bouligny, que trabajaba con mucho detalle y precisión, refiriendo cuántos malagueños partieron, no más de cien, qué consumieron, cuánto gastaron, etc. Todo ese trabajo de documentación, aunque después aparezca en la novela resumido en un par de frases, está.

-Escribe y habla como una historiadora.

-Yo no soy historiadora. Me fijo en los detalles más cotidianos, más que en los grandes hechos o, mejor, además de los grandes hechos. Yo lo veo como una ventaja, porque vista así la Historia nunca se termina apoderando de la novela, de la trama, que debe ser atractiva para el lector, que, de paso aprende. El lector que se acerca a la novela histórica sabe lo que va a encontrar. Lo que hace la novela histórica es recuperar un tiempo del pasado para también reflexionar sobre el propio tiempo del lector. Y, además, sabe que todo esto va a estar aderezada por una trama romántica.

-¿Cansada con la infinita gira de promoción del Planeta?

-No me cansan los viajes, lo que cansa es estar fuera de tu casa. Los viajes siempre van bien para la cabeza y yo, personalmente, lo estoy disfrutando. Es cierto que el éxito de Palmeras en la nieve, mi primera novela, resultó sorprendente, inolvidable, pero esto pasa una vez en la vida y te proporciona momentos muy especiales. De todas formas, yo vivo en un pueblo y desde allí se ven las cosas con cierta distancia.

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