­El turismo está cambiando y cada vez son más los que persiguen vivir experiencias en su lugar de destino, en vez de pasear deambulando de un lado a otro, cámara en ristre, o tomar el sol en la playa. El turismo del siglo XXI se dirige cada vez más hacia la búsqueda de actividades de todo tipo (pero principalmente culturales) que además les conecten con la población del lugar que les acoge. Esta es la conclusión de la conferencia que ayer pronunció la experta en turismo creativo Caroline Couret, de Creative Tourism Network, una de las principales entidades que trabajan en España en este campo.

Viajar a un lugar para apuntarse a un curso de cerámica, de cocina o de bailes regionales, o para realizara fotografía de naturaleza, observación astronómica o cualquier otro tipo de actividad que se desarrolle ya habitualmente en el destino. «Nada de marketing, las cosas artificiales no pasan el filtro del turismo creativo; se trata de cosas sencillas y auténticas», afirmó ayer Couret ante el público que participó en la jornada organizada por el Consell para dar a conocer esta modalidad turística.

Las virtudes de este tipo de oferta consisten, entre otras cosas, en que «no se necesita que haya atractivos turísticos y no se requiere apenas una inversión importante». En cambio, sirve para potenciar el patrimonio material e inmaterial del destino, ayuda a desestacionalizar la temporada y diversifica la oferta turística. «Además, el turismo creativo supone un enriquecimiento cultural y es positivo para la autoestima de los residentes», señaló Couret, quien añadió: «Se ayuda a consolidar la identidad cultural del destino en cuestión». Entre el público había varios empresarios y profesionales interesados en montar actividades que también sean susceptibles de recibir a turistas.

Lo que sí se necesita para desarrollar un turismo creativo es «disponer de un pasado histórico y cultural que dé una identidad al lugar, una población multicultural, abierta y participativa, la presencia de artistas, artesanos e industrias creativas, y una segmentación de la oferta turística», entre otros requisitos que comentó la experta.

El turista activo, añadió, «quiere conocer la cultura local, pero participando en ella, y quiere vivir experiencias auténticas, sin sentirse un turista más, sino como si fuera un residente». Además, los potenciales clientes pueden ser solteros, parejas o familias, pues no hay un perfil específico. «Suelen combinar varios segmentos turísticos durante su estancia en el destino», comentó en su intervención.

Couret puso como ejemplo a un joven alemán que viaja desde Alemania a Barcelona para participar en una colla castellera o una profesora rusa que viaja a España para recibir clases de baile.