­La cámara de fotos repiquetea sin parar y José Luis Rodriguez Poblador (Madrid, 1964) posa impasible. Este madrileño afincado en Ibiza desde 1998 habla de manera pausada, clara y en un catalán prácticamente perfecto. El pasado 19 de junio asumió la presidencia del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Ibiza y Formentera (Coaatef). Tras 30 años trabajando en promociones privadas, ahora toma la responsabilidad de representar a todos sus compañeros colegiados.

—¿Cómo llega un madrileño a trabajar de aparejador en Ibiza?

—Era una cuestión laboral y, por suerte, he logrado trabajar sin parar desde entonces.

—¿Cómo están siendo los primeros días de presidente?

—Hay mucho trabajo por hacer. Era el responsable del área económica en anteriores legislaturas, así que conozco bien el funcionamiento de la entidad. Pero hay temas que nos los encontraremos con el tiempo.

—¿Está cansado de que les señalen siempre como un colectivo de la famosa burbuja inmobiliaria?

—Realmente no es una etiqueta mala. No me molesta porque nosotros no somos los generadores de la crisis, sino uno de los gremios sufridores. La disminución del trabajo es evidente, como en todos los sectores. Trabajo sigue habiendo, pero menos.

—¿Han hecho recortes?

—¡Qué quiere que le diga! [Ríe] La crisis está siendo bastante dura. Evidentemente que hemos hecho recortes para recolocarnos según la situación actual.

—¿El precio de los pisos ha tocado suelo?

—El mercado se irá situando en función de la demanda... Posiblemente, a partir de ahora, bajarán poco a poco.

—¿Y ha descendido el número de colegiados?

—Para nada, al contrario. Con la crisis ha subido el número y actualmente somos 130 colegiados, de los cuales 110 están en activo. Durante este año hemos recibido cuatro incorporaciones nuevas. Podríamos decir que estamos volviendo a reflotar.

—¿Cómo puede ser que sean más, con esta crisis?

—Parece surrealista, pero es muy sencillo. Los datos que van saliendo de la Península son muy malos.

La situación está peor que aquí, y hay profesionales que han venido a colegiarse a las islas. Las Pitiusas son el destino de muchos profesionales que no encuentran trabajo en la Península. En Ibiza y Formentera siguen saliendo algunos proyectos, principalmente casas unifamiliares y rehabilitaciones.

—¿Por qué es especial la isla en este aspecto?

—Afortunadamente viene mucha gente, y no solo de la Península sino también del extranjero. Tenemos un número de turistas importante con un poder adquisitivo muy alto. Tenemos que intentar, entre todos, que no solo vengan a disfrutar y que puedan invertir en la isla. ¡La materia prima la tenemos! [Ríe] Hay que saberla mover.

—¿Cómo volverá a trabajar en la construcción tanta gente que se ha quedado en paro?

—Es evidente que los modelos de negocio que teníamos hasta ahora no valen. La falta de crédito ha hecho que la gente se haya retraído a la hora de invertir. Posiblemente la rehabilitación sea una de las principales oportunidades.

—¿Y el promotor privado?

—Yo creo que tiene ganas de invertir. Durante los últimos años la inversión se ha ralentizado mucho y creo que ahora están dispuestos a invertir, al menos en Ibiza. Pero claro... El mercado también tiene que estar receptivo a la hora de comprar, y para ello las entidades financieras tienen que facilitar el acceso al crédito.

—¿Existe alguna alternativa?

—Están saliendo normativas que, de alguna manera, pueden ayudarnos si somos capaces de utilizarlas como nuevas formas de trabajo. Por ejemplo, tenemos el nuevo certificado de eficiencia energética o las inspecciones técnicas de los edificios, que ya deberíamos comenzar a hacerlas. Tenemos que aprender a encontrar y utilizar estas nuevas vías de negocio. La rehabilitación es un campo inmenso en las islas, sobre todo con las plazas hoteleras que tenemos y los edificios actuales. Hay una vía para explotar impresionante.

—¿Qué cree que deben mejorar desde su sector?

—Existen dos puntos que son importantes a corto y medio plazo: la información del colectivo y la del ciudadano. Los profesionales deben conocer bien todas las normativas. Se tienen que poner al día. Es la única forma de que los ciudadanos reciban un asesoramiento como se merecen. Pero evidentemente la gente también debe ser consciente de las obligaciones que tiene a la hora de realizar cualquier proyecto.

Existen lagunas de información. Todo el mundo conoce ya la etiqueta [de eficiencia energética], pero lo realmente importante es buscar mejorar, y no si se consigue una calificación u otra.

—¿Cómo pretende rellenar estas lagunas informativas?

—De momento ya hemos empezado unos cursos de formación para que los profesionales mejoren su conocimiento sobre las leyes.

—¿Quién está más necesitado de información, el profesional o el ciudadano?

—La gente estará bien informada cuando el técnico lo esté, porque es el que tiene que explicarle qué debe hacer. No sé muy bien en qué lado de la balanza pondría el peso, pero, desde mi punto de vista, el técnico tiene que estar muy preparado e informado para dar el mejor servicio posible al ciudadano. Es un punto clave.

—¿Qué piensa que aportará la nueva etiqueta de eficiencia energética?

—Con el certificado no hablamos solo de una letra que recibe el inmueble, sino de proponer unas mejoras para que el propietario sepa cómo puede mejorar las pérdidas de energía que tiene su propiedad, que puede derivar en un menor gasto económico. En la propuesta de mejoras es donde los arquitectos técnicos podemos desarrollar más y mejor nuestra profesión. Estas nuevas normativas nos pueden abrir nuevos caminos y oportunidades para la profesión.

—¿Era necesaria la implantación de este certificado?

—Este tema se inició porque España tiene la obligación de dar los datos de emisiones a la Comunidad Europea en cumplimiento de los tratados internacionales. Además, tenemos la obligación de que vayan descendiendo. ¿Cómo podemos lograrlo? Mejorando lo que existe, no hay otra manera.

—Pero las reformas no son obligatorias…

—De momento así es, pero si yo fuera propietario de una vivienda lo aplicaría lo más rápido posible. En un futuro puede que la Unión Europea decida comenzar a sancionar a determinados edificios.

—¿Hay una fecha para la emisión cero?

—Sí, la intención es que en 2020 todos los edificios de nueva planta tengan emisiones prácticamente nulas. Si no nos ponemos las pilas al final puede que tenga repercusiones en la relación con la Comunidad Europea.

—¿Son ustedes los únicos que pueden realizar este certificado?

—No, también pueden hacerlo otros profesionales, como los arquitectos superiores y los ingenieros técnicos industriales.

—¿Hay intrusismo en su profesión?

—No es cuestión de intrusismo, pero hay que tener presente una cosa, y vuelve a salir a la palestra la proposición de mejoras: si tenemos en cuenta la naturaleza del certificado, los aparejadores somos los que podemos ofrecer una solución mejor. Nosotros entramos en todas las fases del proceso de construcción de un inmueble. Además, podemos realizar tres certificados a la vez: habitabilidad, eficiencia energética e inspecciones técnicas de edificios. Quedamos, en este sentido, en un nivel superior de los otros técnicos.