—¿En qué situación laboral se encuentran las mujeres en las Pitiusas?

—Pues creo que mejor que antes, afortunadamente. Está claro que es un tema que hay que defender y se van haciendo pequeños avances, pero en Ibiza, en España y en todo el mundo queda mucho camino por recorrer. Todo es cuestión de ir avanzando poco a poco.

—¿En qué aspectos hay que mejorar?

—Hay varias causas fundamentales que suponen una discriminación y unas dificultades añadidas que tiene la mujer para acceder a los puestos de trabajo. La primera es educacional, aún hoy en día, y aunque parezca mentira, en conversaciones con mis hijas me doy cuenta de hasta qué punto madres de mi edad o más jóvens siguen sufriendo una falta de corresponsabilidad de las tareas domésticas. Eso te está indicando que en ese núcleo familiar la mujer va a tener unas dificultades añadidas para cualquier trabajo que quiera desarrollar. Aunque nos parezca que no, seguimos educando en valores en los que la mujer debe servir en el ámbito familiar y el hombre es el que va al trabajo. La segunda causa es social. Hoy en día se acepta que la mujer tenga un trabajo porque la mayoría de las familias no pueden vivir si no es con dos sueldos. Eso se acepta, pero que tengas una carrera profesional está mal visto socialmente. Cuando creas una familia en ese ámbito hay una falta de corresponsabilidad. Si la mujer insiste en que debe tener su carrera se encuentra con las críticas de la sociedad, de su familia, de las amigas de la madre. Además cuando la mujer entra en una empresa y quiere aspirar a trabajos de más responsabilidad se encuentra con el corporativismo de género, las posiciones más altas las tienen los hombres y eso origina que los hombres tiren de otros hombres de la empresa a la hora de promocionar a alguien. Todo esto hace que la mujer, en muchos casos, acabe dejándolo correr. Y no podemos olvidar los salarios. En muchas empresas hay diferentes denominaciones para una misma ocupación en función de si la desarrolla un hombre o mujer y con un sueldo mucho más bajo para la mujer, aunque el nivel de responsabilidad y ejecución del trabajo sea exactamente el mismo.

—El último dato decía que las mujeres en Balears cobramos un 25 por ciento menos que los hombres por los mismos trabajos.

—Eso lo vemos mucho en la hostelería. La igualdad de la mujer en el mundo laboral no es un tema de derecho de la mujer, es un tema de necesidad social. La sociedad necesita la mano de obra femenina, que sigamos pariendo y el valor añadido de la diversidad que supone que las mujeres se incorporen en grupos de trabajo tradicionalmente masculinos. La diversidad hace grandes a los equipos de trabajo. En género, en edad, en cultura. La diversidad aporta otros puntos de vista, opiniones, otra manera de buscar soluciones. Estas tres necesidades van más allá del derecho de la mujer.

—A veces existe la sensación de que hay empresas que incorporan a las mujeres en cargos tradicionalmente masculinos más como un escaparate en el que escudarse que porque de verdad apoyen la igualdad.

—Sí, el tema de las cuotas. Eso existe, pero cada día existirá menos. Cada vez más las empresas son conscientes de la necesidad social de la mujer. Supone un punto de vista diferente a la hora de buscar soluciones y de plantear problemas y mejoras. Debemos tener clara una cosa: somos el 50 por ciento de la población, la gran mayoría de empresas tiene un producto dirigido a toda la sociedad pero en sus procesos productivos te encuentras prácticamente sólo hombres. Si los vehículos, los alimentos o cualquier producto va a ser comprado por mujeres, no tiene mucho sentido que en la cadena productiva estén solo los idearios y la forma de sentir masculina. Porque los hombres son los que están ocupando los puestos en los que se toman las decisiones. El avance de la igualdad va a tirones entre la realidad de las propias empresas y la política. No encontrarás a nadie que te diga que la mujer tiene que estar en la cocina porque está mal visto. Otra cosa es que lo piensen. La parte política tira de la otra. Cuando hay que romper estereotipos es necesario invertir en campañas de promoción. Es básico que exista un liderazgo político que defienda la necesidad de que la mujer acceda a los puestos laborales en igualdad de condiciones que el hombre.

—¿Y la conciliación de la vida laboral y familiar? ¿Sigue siendo una utopía?

—La campaña de este año de USO es la corresponsabilidad porque atacando eso atacas todos los problemas. Primero porque las criaturas que ven una corresponsabilidad de tareas en casa crecen con la idea de que hombres y mujeres son iguales a todos los efectos. También afecta a nivel social porque los niños comentan lo que pasa en casa con los amigos, y al ámbito laboral, cuando el hombre habla sin problema de ello con sus compañeros. Ello lleva a que la mujer que se siente respaldada en su casa decida dar el paso de marcarse un objetivo y luchar por conseguirlo. En el ámbito empresarial cada vez más hombres tienen claro que es una aportación necesaria. La discriminación, aun así, sigue existiendo. Además, las mujeres tenemos que trabajar el doble o demostrar más que los hombres, pero cada vez más hay un reconocimiento de ese trabajo.

—¿En qué aspecto la mujer está peor?

—En la toma final de decisiones en las empresas. Hay que conseguir que cada vez más mujeres luchen por los objetivos que se han marcado. Ahí es donde menos se va avanzando. Siempre pienso en el potencial femenino, a la cantidad de mujeres con capacidades altísimas que cortan sus aspiraciones por cómo las trata la sociedad. Porque su pareja no entiende sus aspiraciones, porque la madre le dice que tiene que dedicarse a la familia, porque sus amigas se alarman cuando dice que tiene que pasar una semana fuera de casa por trabajo… Imagino la cantidad de mujeres con ese potencial enorme y pienso: ´¡Mecachis la mar!´

—¿Tiene esperanzas de que la situación cambie?

—Muchísimas. Todas. Estoy convencida de que esto es una bola de nieve que cada vez es más imparable. Cada mujer que logra subir arriba y que con su trabajo logra el reconocimiento está haciendo una labor que se multiplica. Eso es un ejemplo para la empresa, para los hombres, para las mujeres, para los jefes. No quiero poner una fecha, pero evolucionará. Por desgracia, hay culturas en las que conseguir el mínimo queda lejísimos.

—¿Qué hay que hacer para que crezca esa bola?

—Educación, educación y educación y campañas, campañas y campañas. Si del propio gobierno no sale poner sobre la mesa que es una necesidad imperiosa, mal andamos. El abc de la igualdad en una empresa empieza por que los más altos cargos sean conscientes de ello y hagan campañas para decir que no sólo está cumpliendo con la ley de igualdad, sino con un proyecto de igualdad.

—¿Y cuál es la responsabilidad de las mujeres en este cambio?

—La misma que la de todos y además luchar contra la educación que hemos recibido, que en muchas ocasiones no es igualitaria, plantar cara. Son muy importantes las charlas con nuestros hijos, explicar por qué unos hacen unas tareas y otros otras y exigir, sin que eso sea motivo de trauma, que eso es necesario. Pasarán diez años y los niños que hayan visto a sus padres varones implicados en la casa darán por hecho que eso es así y no se cuestionarán la igualdad. Trabaja la madre, trabaja el padre y la casa, a pachas. Transmitir eso además de lanzarse a por lo que quieren y trazarse su propio proyecto para luchar por ello.

—Habla mucho de la educación en casa. ¿Es que le sorprende ver que gente joven repite comportamientos machistas que pensaba que no debería tener esa generación?

—Eso es lo que a priori queremos pensar todos, pero no es así. Antes de tener el conflicto en AENA por el ascenso a jefa de dotación de bomberos yo era de las que pensaba que hoy en día las mujeres llegábamos a todos los sitios, que hacíamos lo que queríamos si nos lo proponíamos. Hasta que no padecí una situación de discriminación y empecé a investigar estos asuntos no me di cuenta de que la sensación que se transmite socialmente de que hay igualdad no es cierta. La gente de mi generación y más joven piensa que la discriminación ya está superada, pero es mentira. Hay que seguir insistiendo.

—¿Esa falsa sensación de igualdad es peligrosa?

—Sí. Es muy decepcionante cuando hay mujeres que te transmiten ese mensaje, y lo digo yo, que estuve muhos años en esa situación. Ese es uno de los grandes retos, de ahí la necesidad de las campañas de concienciación. Es triste pero hay mujeres que creen no sólo que se ha conseguido todo lo que se debía conseguir sino que se ha conseguido más de lo que se debería conseguir, más de lo que tenemos derecho. Eso es muy grave. Se cree que con la llegada de la mujer al mundo laboral ya está todo hecho. Pero no, la igualdad laboral es algo bastante más profundo que el acceso a un sueldo.

—¿Tanto cuesta entender eso?

—Sí, el techo de cristal sigue estando ahí. Además mucha gente se queda con que si una mujer no llega es porque no quiere. Y no se dan cuenta de que soterradamente, sin comentarios, sin que sea visible, hay algo más. Igual esa mujer ha tenido una educación en la que no se la ha animado a alcanzar lo que quiera en el trabajo sino para que tenga un empleo sin muchas aspiraciones que le permita atender a la familia. Han vivido esas presiones y ellas mismas no se dan cuenta de las verdaderas razones por las que no dan ese salto. De ahí las cuotas o la discriminación positiva, que de momento se debe tener en cuenta en el ámbito profesional para luchar contra situaciones muy concretas de discriminación.

—Da la sensación de que con la ley de paridad en la política y el Ministerio de Igualdad ya está todo hecho.

—Sí, pero queda una gran tarea pendiente a nivel profesional. Se pasan ocho horas al día en el trabajo, es mucho tiempo de nuestra vida y quedarte en un nivel profesional bajo cuando tu cuerpo, tus capacidades y tus ganas te piden más es muy frustrante y decepcionante. Esa es la gran lucha que queda pendiente.

—Da la sensación de que con la ley de paridad en la política y el Ministerio de Igualdad ya está todo hecho.

—Creo que, afortunadamente, habrá cambiado mucho la situación, aunque seguirán existiendo pequeños problemas. Se está avanzando a pasos agigantados en comparación a como se avanzaba al principio de esta lucha. Quiero pensar que en 20 años la discriminación salarial será historia, la corresponsabilidad será lo habitual en las casas y la mujer podrá llegar al nivel de desarrollo profesional que se proponga sin ningún tipo de cortapisas. Eso es lo que quiero pensar, pero ya se encargará la realidad de traernos de vuelta.