Tribuna

El proceso de Cristo, visto por María Luisa Cava de Llano

Crucifixión de Jesucristo en el Via Crucis de Santa Eulària del año pasado. | VICENT MARÍ

Crucifixión de Jesucristo en el Via Crucis de Santa Eulària del año pasado. | VICENT MARÍ / Mª Luisa Cava de Llano Carrió

Abogada

Estamos en Semana Santa y nos esperan: las palmas, olivos, trajes de los cofrades, saetas, bandas de cornetas y tambores que pronto estarán en las calles.

EL PROCESO DE CRISTO, VISTO POR UNA JURISTA CATÓLICA

La procesión de Viernes Santo de Vila, a su salida por el Portal de ses Taules.. / Toni Escobar

Para mucha gente, la Semana Santa ya no tiene significado religioso y se ha convertido en un periodo de vacaciones primaverales; por eso, es preciso recordar que en esta Semana Santa, los católicos, rememoramos la muerte y resurrección de Jesucristo y así se ha de notar en las calles, plazas y rincones de nuestras islas de Ibiza y Formentera.

Ser discípulo de Jesucristo es una labor constante y permanente de defender nuestras creencias y nuestros principios. Pero ¡OJO! debemos estar atentos a ese proyecto de ingeniería social con el que pretenden extirpar nuestras tradiciones cristianas ¿y cómo lo hacen?... Pues, pretendiendo, borrarlas poquito a poco, casi, casi sin que se note, parodiando y ridiculizando nuestros signos de identidad religiosa como cosas pasadas de moda, que hoy en día carecen de sentido.

Pienso que una persona sin raíces y sin valores bien arraigados es fácilmente maleable. Por eso, hemos de poner pie en pared y defender con ahínco nuestra forma de entender la religión, la vida, «desde la concepción hasta la muerte», la familia y nuestras creencias, porque como decía el filósofo irlandés Edmund Burke: «para que el mal triunfe, tan solo hace falta que los buenos no hagan nada y que permanezcan indiferentes e indolentes».

Soy abogado de profesión, siempre he sentido que la justicia y la defensa de los derechos humanos eran el faro que iluminaba mi vida.

Quizá por eso, siempre me ha llamado la atención el proceso de Jesucristo, el juicio más importante de la historia, que marcó un antes y un después de nuestra civilización occidental.

Voy a intentar realizar un análisis de la doble responsabilidad judía y romana en la condena a muerte de Jesús.

Para situarnos en el tiempo y en el lugar, conviene decir que en el año 64 A.C. las tropas romanas de Pompeyo conquistaron Jerusalén, que quedó anexionado al Imperio Romano como provincia de Judea, y por lo tanto se convirtió en territorio vencido. Por esa razón: Judea administrativamente dependía de Roma, tenía competencias en la Administración de Justicia, en lo referente al Derecho Civil y Religioso, que se regía por las leyes judías, pero no tenía competencias para condenar a muerte, para lo que se regía por el derecho romano, siendo competencia del Sanedrín que se había reservado «el derecho a la espada».

Por ese motivo, el proceso de Cristo se desarrolló en DOS JUICIOS, el religioso o judío ante el Sanedrín y el político, o romano, ante Poncio Pilato, que era el gobernador de Judea. Por consiguiente, el primero es decir el religioso debió regirse por ‘la ley judía’ y el segundo, el político por ‘la ley romana’.

He leído varios libros sobre los aspectos jurídicos de ambos juicios, (Ana Catalina Emerich, F. Amarelli, E. Lucrezi, Rey Ballesteros, etc..), la incompetencia de los que le condenaron, la presentación de testigos falsos, la falta de abogado que le asistiera, los quebrantamientos de las leyes por las que se le juzgó, la falsa imputación de los delitos por los que le crucificaron, hacen que me atreva a declarar públicamente que el proceso de Jesús fue un auténtico disparate jurídico. El proceso fue ilegal en el fondo, con una condena y un linchamiento a un inocente, a un hombre justo, y fue también ilegal en la forma, es decir, en el procedimiento, llegando a la conclusión de que la condena a Jesucristo fue nula, repito nula, y quiero explicarles los motivos de esta afirmación.

Se produjeron al menos tres hechos incuestionables:

La ilegalidad del proceso.

•El incumplimiento de las leyes en aquel momento vigentes y

•La injusticia de la sentencia.

Pero, ¿cuáles fueron los delitos que se imputaron a Jesús?

En el juicio judío se imputó a Jesús el delito de blasfemia, pero como este delito religioso no era suficiente para conseguir la crucifixión que pretendían, modificaron maliciosamente esta imputación acusando a Jesús como autor responsable de un delito de lesa majestad, por atentar contra la autoridad, la soberanía y el pueblo de Roma. Se le imputó también el delito de crimen receptatorum, es decir, de encubrimiento y complicidad, el crimen soladiciorum, consistente en la organización de asociaciones para fines ilícitos y por último el delito de sedición.

Todos estos delitos eran falsos, por lo que podemos decir muy alto que a Jesús no lo ajusticiaron, lo asesinaron por odio, con las agravantes de premeditación, alevosía, abuso de autoridad, precio, ensañamiento, etc….

Juicio judío:

El juicio judío o religioso se efectuó ante dos autoridades:

•Jesús fue juzgado ante Anás (el sumo sacerdote saliente), en su propia casa, que no podía por ley hacerlo.

•También fue juzgado ante Caifás, que era yerno de Anás y el sumo sacerdote del Sanedrín que era la Corte Suprema de la Ley Judía y que podía juzgar los delitos religiosos, pero no podía condenar a la pena capital, que tenía que hacerlo la autoridad romana y que estaba integrado por 71 miembros repartidos en tres cámaras (sacerdotes, escribas y ancianos). Todos ellos fundamentalmente fariseos odiaban a Jesús por el impacto de sus milagros, lo que constituía una amenaza para ellos, por lo que meses antes de la detención de Jesús ya habían decidido condenarlo a muerte.

Pero…. ¿qué había hecho Jesús, para que obraran contra él así, con esta inquina?

Jesús había llamado bienaventurados a los pobres, a los mansos, a los que necesitan consuelo, a los que tienen hambre, sed de justicia, a los misericordiosos, a los limpios de corazón, a los pacíficos, a los que padecen persecución por la justicia, a los que sean insultados y perseguidos.

Jesús amó a los pobres, curó a leprosos y paralíticos, dio vista a los ciegos, oído a los sordos y palabra a los mudos. ¿Era todo esto motivo para odiarle? Está claro que no.

Desde el punto de vista jurídico, del derecho procesal judío se violaron varios derechos y se infringieron las leyes entonces vigentes., tales como:

Las leyes judías vigentes en aquel momento eran: El Talmud (era una especie de código civil y religioso), la Ley Mosaica (es decir, la Torá), que eran las leyes religiosas del pueblo de Israel y la Torot (que se correspondía con la jurisprudencia judía).

Se violaron también varios principios, cito los siguientes:

1.- Caifás, el sumo sacerdote, actuó como juez y como acusador, además permitió que la guardia maltratara y abofeteara a Jesús en contra de la ley, que protegía al acusado hasta su condena.

2.- Se violaron los principios de diurnidad y publicidad, debido a que el proceso y la sentencia no fueron realizados durante el día en la plaza pública, sino que se hicieron durante la noche en la casa de Caifás, lo que suponía causa de nulidad radical, según la ley judía.

3.- Utilizaron testigos falsos. Como no tenían de qué acusarle buscaron testigos sobornados que incurrieron en contradicciones. A esos dos testigos que fueron interrogados a la vez, no se les tomó juramento previo.

4.- El sumo sacerdote le preguntó ¿eres el mesías el hijo de Dios? A lo que Jesús contestó: «tu dices quien soy». Caifás aprovechó para decir: ¡blasfemia, blasfemia! con lo que ya no le hacían falta testigos, había encontrado ya una causa para condenarle, porque la blasfemia era de los delitos más graves de todos los del código penal judío, castigado con destierro.

Pero, como los judíos querían que Jesús fuera condenado a muerte, pero carecían de poder para ordenar tanto su condena como su ejecución, enviaron a Jesucristo ante Poncio Pilato, que era la autoridad romana para que dictara sentencia y ordenara ejecutar la pena de muerte.

De esta forma comenzó el Juicio romano:

Este juicio tuvo tres etapas: la primera ante Poncio Pilato, la segunda ante Herodes de Antipas, porque al ser Jesús de Nazaret y ser Herodes tetrarca de Galilea estaba bajo su jurisdicción, y la tercera otra vez ante Poncio Pilato.

Poncio Pilato era el representante del emperador Tiberio en la provincia de Judea, él no quería crucificar a Jesucristo, pues no veía en él culpa alguna, por eso, lo envió ante Herodes de Antipas, que por aquellos días estaba en Jerusalén, pensando que así podría librarse de condenar a un inocente.

Ante Herodes de Antipas, Jesús no quiso hablar, Herodes, después de despreciarle y burlarse de él le puso una túnica y lo remitió otra vez a Poncio Pilato, sin condenarle.

Cuando Pilato vio que los Sacerdotes volvían con Jesús y que en lugar de una sentencia lo que traían era una nota de Herodes de agradecimiento, no quiso darse por vencido y siguió buscando formas de quitarse de encima aquel juicio tan incómodo. Ordenó que lo flagelaran y le pusieran una corona de espinas y lo expuso en el balcón, sangrando, flagelado, desfigurado y coronado de espinas, manifestando ‘Ecce Homo’ (este es el hombre, con la intención de que se apiadaran de él, al no conseguirlo pretendió cambiar la libertad de Jesús por Barrabás, condenado por asesinato, pero el populacho no lo aceptó y seguía gritando ¡crucifícale! ¡crucifícale!).

Pilato que era un personaje pusilánime, cobarde y que temía perder la amistad del César, no soportó la presión popular, y aún percatándose de la inocencia de Jesús, se lavó las manos, diciendo «soy inocente de esta sangre» y lo entregó para que lo crucificaran, sin hacer caso a su mujer, Claudia Prócula ,que le advirtió que no se metiera con Jesús, porque no veía en él culpa alguna.

Pilato incumplió las leyes romanas vigentes en ese momento, siendo la principal la ‘Ley Julia Maiestatis’, donde se tipificaban los delitos, la Misna (venía a ser la Ley Procesal que cuidaba del cumplimiento de las formalidades del proceso), la ley Sempronia, la Ley Peducarea y la Ley Pompeia Licinia, etc…

De todo lo expuesto se concluye la total y absoluta nulidad del juicio seguido contra Jesús, siendo por tanto nula también la condena dictada.

Es curioso comprobar como los judíos no soportaban que Jesús exaltara el amor, la fraternidad, la solidaridad, la pobreza, la generosidad, la humildad, y que condenara el odio, el egoísmo, la codicia, la soberbia y la envidia. Entiendo que los hechos que le imputaron no solo no eran constitutivos de infracción penal alguna, sino por el contrario debían ser ejemplo, camino, y bandera de todo el mundo, por lo que en justicia procedía la libre absolución, con todos los pronunciamientos favorables de Jesús de Nazaret.

Recordemos que al mismo tiempo que Jesús, fueron crucificados dos malhechores, uno llamado Gestas y otro llamado Dimas y se dirigieron a Jesús con actitudes distintas:

-Gestas insultaba a Jesús, renegaba, y le pedía que hiciera algo para librarle de ese suplicio.

-Dimas (el buen ladrón), reconocía sus culpas, se arrepentía de sus actos y confiaba en la misericordia de Dios. Jesús no solo le perdonó, sino que le prometió que ese mismo día estaría con él en el paraíso. Este es el Cristo del perdón y de la misericordia. De esta forma Dimas pasó de ser un malhechor a estar con los santos en el paraíso.

Estando cercana la muerte, Jesús dijo: «Padre en tus manos encomiendo mi espíritu», y expiró ante el insoportable dolor de su madre, de Juan y de María Magdalena, que se hallaban al pie de la cruz.

Las leyes exigían que los sentenciados fueran enterrados antes de la puesta del sol.

José de Arimatea, según parece miembro del Sanedrín, que no quiso votar contra Jesús en el juicio, solicitó a Poncio Pilato bajar su cuerpo, para evitar los picotazos de los pájaros y la presencia de otros animales como perros y lobos atraídos por el olor de la sangre, Pilatos consintió la petición, ya que él no consideraba a Jesús un delincuente político y le había condenado con dolor de corazón.

Por lo que José de Arimatea, con la ayuda de Nicodemo (otro miembro del Sanedrín, disconforme con la condena), bajó a Jesús de la cruz, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro excavado en la roca en cuya abertura hizo colocar una piedra.

Es ahora cuando muchos de ustedes se preguntarán como he hecho yo ¿por qué Jesús permaneció en silencio y renunció a su derecho de defensa?, ¿cuál es la lección que de esta indefensión debemos extraer los cristianos? Esa actitud pasiva de indefensión viene recogida en las cuatro narraciones evangélicas en las que cuando relatan el proceso de Jesús, todos dicen «Jesús callaba».

Jesús vino a la tierra para hacer posible nuestra conciliación con Dios. Asumió el castigo de todos nuestros pecados y pagó un precio muy alto. Gracias a él, la muerte no es nuestro final y nos anunció que cuando llegue el juicio final, pondrá a su derecha a los que dieron de comer al prójimo cuando tuvo hambre, de beber cuando tuvo sed, a los que le acogieron cuando era peregrino, a los que le vistieron cuando estaba desnudo, a los que le consolaron cuando estaba enfermo y a los que le visitaron cuando estaba preso y a su izquierda colocará a los que le negaron el alimento, el agua, el vestido, el consuelo y la visita.

Las calles nos esperan. Nada de lo que nuestras imágenes representan tendría sentido sin nuestra presencia y participación, en todos los actos religiosos de la Semana Santa.

Por eso, salgamos, recemos, visitemos las casas santas, participemos en las procesiones, porque esa es nuestra cultura, nuestra tradición y nuestra religión y nadie nos la tiene que arrebatar ni borrar.

Suscríbete para seguir leyendo