Sant Carles: Un pueblo de Ibiza entregado a la música

Una quincena de familias del municipio de Santa Eulària abren las puertas de sus casas para que participantes de todo el mundo del Concurso Internacional de Piano de Ibiza puedan ensayar antes de actuar, esta semana, en el auditorio de Sant Carles

Música. El pueblo de Sant Carles se convierte esta semana en el epicentro de la música gracias al Concurso Internacional de Piano de Ibiza, que siempre se celebra justo después del Festival Internacional de Música de Ibiza. Es la primera edición de plena normalidad tras la pandemia (la última fue en 2021) y en este reportaje, participantes y familias colaboradoras reflexionan sobre la importancia del evento.

Hace 36 años que Sant Carles se convierte cada cierto tiempo (desde 2001, una vez cada dos años) en un punto de encuentro de jóvenes pianistas de todo el mundo con motivo del Concurso Internacional de Piano de Ibiza, que esta semana celebra su XXV edición (desde ayer hasta la gran gala final de este domingo) bajo la batuta de la Asociación Centre Cultural de Sant Carles. Muchos de los concursantes acaban convirtiéndose en músicos consagrados.

Fue en el año 1987 cuando Jaume Ferrer (ahora tiene 91 años), que no es músico pero sí un apasionado al que le gusta escuchar especialmente el piano, comenzó con esta aventura. Poco a poco ha ido consolidándose hasta convertirse en un certamen de renombre internacional, y al que siempre le precede el Festival Internacional de Música de Ibiza, también celebrado en el auditorio de Sant Carles. Además, hay algo que hace que este concurso sea único: cantidad de familias (15 en total) del municipio ofrecen sus pianos a los concursantes para que puedan ensayar durante estos días de competición, en los que también hay tiempo para conocer la isla, disfrutar de sus playas, charlar con estas familias y hacer nuevos amigos, ya que todos estos jóvenes se alojan en un mismo hotel. Esta implicación colectiva y la extraordinaria organización son claves para entender el éxito de esta cita musical. Se puede ensayar en 15 casas y alguna tiene dos o incluso tres pianos.

«Un milagro»

«Es un milagro rural colectivo, esto se puede hacer porque hay muchísima gente detrás. Mucho apoyo de muchas familias del pueblo, instituciones [Ayuntamiento de Santa Eulària y Consell], empresas locales... sobre todo es el boca a boca», señala Maria Àngels Ferrer, hija de Jaume Ferrer y organizadora actual del evento, aunque su padre también acudió el martes a la presentación y ayer a la primera sesión de conciertos ante el jurado (todas son abiertas al público y gratuitas). A Maria Àngels le impresiona ver que los actuales participantes ni siquiera habían nacido cuando todo esto comenzó: «Es un shock tan grande... Son tan jóvenes y tienen tanto talento... Saben de la existencia de este concurso y quieren venir aquí. Se preparan dos o tres años para venir a Ibiza a concursar». Y es que aquellos que viven la experiencia y añaden su paso por este concurso en el currículum, ejercen -de facto- de portavoces del certamen en sus respectivos países cuando vuelven, destaca Ferrer. Basta con que den un concierto allí para que en el folleto aparezca su paso por este Concurso de Sant Carles. El evento ha tenido un especial impacto en Asia. A lo largo de este tiempo ha habido muchos participantes coreanos, por ejemplo.

Roberto Prados y María José Perete ayer en casa de ella. | MARIA MOLINA

Jaume Ferrer y Maria Àngels Ferrer, padre e hija. / MARIA MOLINA

Este año los inscritos son de España (18), Corea del Sur (14), Uzbekistán (3), Rumanía (2), Ucrania (2), Bulgaria (1), China (1), Japón (1) y Macedonia del Norte (1). Todos ellos (43 en total) se repartirán más de 20.000 euros en premios.

Las primeras ediciones dieron pie a choques culturales -principalmente por motivos lingüísticos- cuando los pianistas acudían a las casas de las familias colaboradoras: «En los 80/90 había majores vestidas de payés». En todo caso, bastaba con tres palabras clave para poder comunicarse con los concursantes: «Piano, toilette y cocacola», bromea Maria Àngels Ferrer. «El vocabulario era curioso, pintoresco, por señas», añade. Pero esto es precisamente lo que hace que el certamen no sea «una fábrica de estrés»: «No vas a ensayar al aula 1 o 2, sino a Ca na Maria Guasch».

El creador

Jaume Ferrer, el impulsor de este evento a finales de los 80, cuenta que al principio tenía un formato más pequeño, pero que «poco a poco fue creciendo»: «En el primer concurso debían ser unos 15 chicos». Preguntado por si se esperaban esta evolución, responde claramente que no, al tiempo que celebra «la implicación que hay por parte de la gente del pueblo». Ferrer no es músico, fue funcionario en el Govern balear, pero su hija cuenta que es todo un melómano: «Siempre me ha gustado mucho la música, como oyente. A mi edad tenía que trabajar mucho en otras cosas», cuenta Jaume Ferrer, quien señala que le hubiese gustado dedicarse a la música. El piano, añade, le parece algo fundamental en su vida.

Además, está contento porque su hija, su yerno (Juan Francisco de Dios) y sus nietos (Àngels y Jaime Ferrer) han cogido el testimonio de este festival-concurso, por lo que con toda seguridad le quedan muchas más ediciones.

La pregunta que uno enseguida se plantea es: ¿por qué hay tantos pianos en esta localidad? «En los años 80 y 90, jóvenes de aquí, del pueblo, comenzaron a estudiar música. A raíz de esto, los de su casa les compraron un piano. En el 87 en la isla no había conservatorio, estudios oficiales. Hacia los 90 se hizo un conservatorio elemental y en estos muchachos había una inquietud por aprender música y estudiar», en paralelo al impulso de este evento musical, cuenta la organizadora, quien añade que muchas personas mayores no habían visto antes «un piano, un violín, una flauta travesera, un violonchelo o un cuarteto de cuerdas».

Cantidad de profesores de música recomiendan a sus alumnos que acudan al Concurso Internacional de Piano de Eivissa

El matrimonio formado por Maria Planells y José Guasch, que viven en Santa Eulària, es una de las familias que estos días abre las puertas de su casa para que varios concursantes puedan practicar con los dos pianos que tienen. Uno de ellos está en la terraza en el momento de la entrevista y los vecinos y turistas que pasean por al lado prestan atención a la música de un concursante que está ensayando para su recital. Planells y Guasch ofrecen ambos pianos (que son de sus hijos) «desde la edición de 2010, aproximadamente». «Nuestra hija mayor, Sandra, con nueve años ya nos dijo que quería aprendrer a tocar el piano y le compramos el que está ahora arriba, que es de pared», cuenta la madre. José Miguel, el segundo hermano, también quiso tocar el piano y se compró un clarinete, ya que estaba con la banda municipal. Finalmente, Joan Guasch (25 años), el pequeño, ha acabado dedicándose a este instrumento de manera profesional. De hecho, acabó la carrera en el Conservatorio de Música Adolfo Salazar de Madrid con el premio extraordinario de piano y a día de hoy continúa formándose. «Tenía cuatro años y ya ponía las manos y hacía ‘clin’, ‘clin’, ‘clin’», recuerda su madre. Su hijo participó dos veces en este concurso (la primera, como pianista juvenil allá por 2012-2013). «Nosotros hemos ido toda la vida como público a ver el concurso de piano en Sant Carles», añade Maria Planells. Tanto ella como su marido y su hijo pequeño explican que poco a poco quienes acuden a su casa para ensayar acaban cogiendo confianza y bañándose en la piscina o tomando algo juntos. De hecho, justo antes de esta entrevista, han dejado preparado un aperitivo para los tres concursantes que tienen en casa en la mañana del miércoles. «Los asiáticos son un poco más reservados, pero como nosotros hablamos tanto y somos tan abiertos, en seguida nos los hacemos nuestros», comenta Planells.

Preguntados por cuáles son las claves del éxito, Joan Guasch destaca que «esta familiaridad que tiene Sant Carles y la gente que somos de aquí, desde fuera tal vez lo sienten más auténtico y de estar viviendo la experiencia de la isla». José Guasch también apunta a «laconstancia y profesionalidad de los organizadores». Esta familia también alude a «la calidad de los concursantes y del jurado».

Sobre la cantidad de pianos que hay en este punto de la isla, Joan Guasch explica que «hay varios profesores de piano concentrados en el municipio y que han supuesto una influencia muy grande».

Marta Tejero (Málaga, 19 años) ensaya este miércoles por la mañana en casa de los Guasch Planells y también aprovechará la semana para conocer un poco la isla. «Conozco a un chico que estuvo en la edición de 2021 y me recomendó venir. De hecho, él ha vuelto», cuenta justo antes de sentarse en el piano de la terraza. Esta joven malagueña estudia en la Universidad Alfonso X El Sabio de Madrid (UAX) y cuenta que le sorprendió saber que en este certamen se ensaya en casas particulares. «Pensé: tiene que ser un pueblo muy musical para que tenga tantos pianos para todas las personas que vienen al concurso. La gente es muy solidaria al ofrecer sus casas».

Esta es la cuarta edición en la que Francisco Alcalá ofrece el piano de su casa, que utiliza su hijo (Alejandro Alcalá), quien ahora tiene 15 años y desde los seis recibe clases de Vera Sykora. «En su momento ella nos preguntó si podíamos ceder el piano y dijimos que sí. Se trata de hacerles un poquitó de anfitrión. Algún día les preparamos un bizcocho y como la casa está cerca de la playa [de Cala Llenya], se dan un paseo por ahí», cuenta a este diario Alcalá, quien este miércoles por la mañana ha recibido en su casa a los jóvenes Daniel Juberías (21 años), de Málaga, y a Marija Nikolovska (28), de la República de Macedonia del Norte.

«Amor a primera vista»

Ella explica, durante el acto de presentación de la edición XXV celebrado el martes en Sant Carles, que una amiga suya participó en la anterior edición. Lo suyo con el piano, cuenta, «fue amor a primera vista», aunque recuerda que requiere mucho trabajo.

Quien también abre estos días las puertas de su casa es la conocida pianista ibicenca María José Perete, como en muchas otras ocasiones: «Cuando yo era pequeñita, mi familia ya abría las puertas de esta casa, desde las primeras ediciones». Ella concursó en el 96 siendo muy pequeña y se hizo con el primer premio. Su madre, Pepita Marco, cuenta orgullosa que «fue por unanimidad».

Su hija, preguntada por la evolución tan favorable del concurso a lo largo de todo este tiempo, responde que «seguramente se ha hecho de una manera tan progresiva y gradual que no hemos sido conscientes de lo grande que se ha hecho este concurso y de la importancia que tiene a nivel internacional»: «Mi relación con la familia Ferrer es de muchísima admiración y respeto. Hay poca gente que de una manera tan humana y tan sincera quiera hacer algo por la isla de Ibiza. Es un esfuerzo más que admirable».

A modo de anécdota, María José Perete cuenta que en la anterior edición (2021) «había bastantes concursantes que solicitaban repetir en esta casa». «Esta mañana [por ayer] he ido al centro cultural de Sant Carles para recogerles con mi vehículo y llevarlos a mi domicilio. Esto es algo excepcional, sin conocerles, simplemente porque van a concursar, les ofrecemos nuestras casas. El hecho de llevarles en el coche, ir hablando con ellos, abrirles el piano y ofrecerlos después una merienda, crea un vínculo más estrecho. No sé si pueden recibir esto en cualquier otro concurso del mundo. Me parece que no», añade.

Muchos de los participantes acuden a la isla por primera vez y aprovechan para hacer un poco de turismo

Quien en esos momentos se encuentra en su casa, a pocas horas de tocar ante el jurado, es el concursante Roberto Prados, que tiene 23 años y viene de Granada: «Ya participé en el 2019 y siempre recuerdo el Concurso de Ibiza como uno muy especial. Hay muchos concursos de piano en el mundo, pero este me gusta mucho por el apoyo que le dan las familias y el cariño con el que nos tratan tanto desde la organización como desde las familias. Te dan lo más preciado que tienen, que es su espacio y su tiempo». Amigos suyos que habían participado en anteriores ediciones le recomendaron venir. Prados ha terminado sus estudios superiores de Música en Granada y en septiembre empieza a estudiar un máster de piano en la UAX. Mientras que Perete y sus padres (Juan Perete y Pepita Marco) están en un salón, este joven granadino ensaya su recital en otra sala.

En esta XXV edición participan dos jóvenes ucranianas. Una de ellas es Sonya Zhólobova, de 19 años, que a raíz de la invasión de Ucrania tuvo que huir de su país. La joven cree que, aunque por sí misma la música no puede cambiar las cosas y combatir la guerra, sí tiene el poder de hacer pensar y sentir a la gente. Zhólobova toca el piano desde los 4 años y ha participado en cantidad de concursos, aunque este es su primer paso por el de Sant Carles. Fue su maestro, Vadim Gladkov, quien le animó a ello. Y es que él se hizo, por unanimidad, con el primer premio del Concurso de 1998. La joven señala que desde su infancia el piano ha sido un mejor amigo, pero que fue «hace no mucho tiempo» cuando comprendió que es un medio a través del que puede contar cosas «incluso mejor que con palabras». Como es lógico, a los cuatro años no fue ella quien pidió tocar el piano. Su madre le inculcó este arte: «Fue cosa de ella. ¡Gracias, mamá! Ahora no me podría imaginar nunca a mí misma sin ser música. Quiero hacer conciertos, tocar para la gente y contar mis historias», añade esta joven promesa, que ahora vive en Madrid.

Su compatriota Yelyzaveta Klinkova también es concursante: «Ya participé hace dos años. Vi que era el único evento de este tipo en agosto. Este concurso es bastante diferente a otros. Tienes la oportunidad de poder conocer a familias ibicencas y el ambiente es amigable», destaca esta joven,de 25 años, que se está formando en Italia. Concluye que el Concurso Internacional de Piano de Ibiza es una experiencia muy completa: «En otros concursos simplemente vas allí, tocas y te vas, y tal vez el mismo día si la competición no es muy grande. Aquí es diferente, es sólo una ronda y de 45 minutos».

No son pocos los concursantes que repiten en este evento musical en Sant Carles debido al buen trato

Llama la atención la alta participación de surcoreanos, como es el caso de Geunwoo Park (28 años) y Hanbit Park (26). Ambos comenzaron a hacer música de muy pequeños y ahora se dedican a ello profesionalmente. Tanto ellos como Ismael Escribano (27), de Zaragoza, conocieron este evento a través de Internet: «Es un concurso que tiene buenas referencias, ya lo conocía un poco de oídas, así que investigué y me apunté», cuenta Escribano, que es profesor de piano en el Conservatorio Profesional de Música de Teruel. «Independientemente de la experiencia de tocar, algo muy positivo es que aquí convives con el resto de concursantes y aprendes de otras experiencias, de compartir vivencias», agrega.

Pablo García (15) es de Palma y viene animado por su profesor, Armando Abraham, que hace años participó «dos o tres veces». «De pequeño mi padre me ponía música orquestal o de piano y a mí me gustaba dirigir con un boli. El día que cumplí cuatro años, me apuntaron a una academia», explica García, que es alumno del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Mallorca.

Jurado excelente

La presidenta del jurado, Mary Wu, destaca que los concursantes tocan en Sant Carles «como si fuese un concierto, un momento para compartir música, no tanto como una competición de unos contra otros». El presidente, Antonio Baciero, destaca que vienen «pianistas muy notables» a este evento y que lo importante esta semana es «estar concentrados y relajados»: «A la hora de tocar es muy importante la naturalidad». Ambrosio Valero, integrante del jurado (y uno de los ganadores de este certamen hace 15 años), apunta: «Valoramos un poquito todo, no solamente aspectos técnicos. Tenemos mucho en cuenta que nos hayan conmovido y generado una sensación».

Los concursantes más jóvenes del jurado son los dos ganadores de la edición de 2021 (es parte del premio): Máximo Klyetsun, pianista portugués de 17 años, y Hehuan Yu, pianista chino de 27.

«Cuando pasas a formar parte del jurado, aprendes a jugar este nuevo papel y luego, cuando participas en otras competiciones, ya sabes cómo piensa el jurado», expresa Klyetsun poco antes de entrar en el auditorio de Sant Carles para escuchar el primer recital. «No se vive tanto como una competición, es como si fuese un festival de música», añade, por su parte, Hehuan Yu acerca de la atmósfera cálida y amigable que ofrece este certamen impulsado por la familia Ferrer.

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