Opinión | Editorial

Los electores dan la espalda a las europeas

Pese a la enorme importancia de las elecciones europeas celebradas ayer, la escasa participación pone de manifiesto que una gran parte de la ciudadanía no se siente concernida y considera que son cuestiones ajenas y lejanas a ella. Se trata de una preocupante paradoja, pues la legislación y las decisiones que se toman en el seno de la Unión Europea tienen consecuencias directas sobre la vida cotidiana de cada uno de los ciudadanos. No favorece la participación el hecho de que en esta ocasión los comicios no coincidieran ni con unas elecciones generales ni con unas autonómicas y locales, como fue el caso de 2019. En el conjunto de España, la mitad del electorado ejerció su derecho al voto, una proporción que se desploma de forma notable en el caso de Ibiza, donde no llegó al 33% el número de votantes que fueron a las urnas (14 puntos menos que en 2019), y aún más en Formentera, isla en la que la participación fue del 28,9% y cayó 21 puntos con respecto a las elecciones de hace cinco años.

Los partidos han optado por una campaña agresiva en clave nacional y han dejado pasar la oportunidad de hacer pedagogía frente a un electorado que desconoce la trascendencia de la política europea sobre nuestro día a día, y que muestra un desinterés más que preocupante en un momento en el que la extrema derecha avanza en el continente de la mano de discursos euroescépticos que cuestionan los logros del proyecto europeo y que buscan dinamitar el consenso en torno a los valores fundacionales, derivados del Estado de Derecho, las conquistas democráticas y la solidaridad entre países. Es decir, se ha puesto el foco en la bronca doméstica en lugar de hablar más y con mayor profundidad de Europa, de sus retos y de los desafíos que tiene por delante, que no son pocos.

El auge de la extrema derecha pone a la Unión Europea ante una disyuntiva preocupante, y debería encender las alarmas de los partidos europeístas, que no obstante mantienen la mayoría en la Eurocámara. Los conservadores han ganado las elecciones en el continente pero deberían reflexionar sobre el peligro que representa asumir postulados de los ultras y admitirlos como socios. En Francia, el presidente Macron anunció elecciones legislativas ante la arrolladora victoria de Le Pen.

Por lo que respecta a los resultados en España, el PP ha ganado las elecciones, pero con una escasa ventaja de dos escaños sobre un PSOE que resiste, por lo que ha fracasado en su intento de convertir las europeas en un plebiscito sobre Pedro Sánchez. Vox sube (de cuatro a seis) y se alza como tercera fuerza. Además, irrumpe otro partido de ultraderecha, Se acabó la fiesta, que saca tres eurodiputados, los mismos que Sumar pese a que forma parte del Gobierno. Los malos resultados de Sumar y Podemos (que pierde el pulso con un diputado menos que Yolanda Díaz) constatan que el electorado castiga su división y su estrategia cainita, de las que se ha beneficiado el PSOE.

En cualquier caso, que sólo la mitad de la población vaya a votar es un fracaso muy preocupante -tanto social como de los propios partidos-, pues evidencia una desafección hacia la política y hacia el proyecto europeo que ha sido un motor clave para el desarrollo y el progreso de nuestro país. n

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