Opinión | Tribuna

No son terroristas; es la resistencia

«Un grupo de mujeres mayores de Suiza, agrupadas en la Asociación KlimaSeniorinnen, ha conseguido que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condene a su país por no adoptar las medidas para detener el cambio climático y paliar sus devastadores efectos»

La sentencia es histórica. Un auténtico hito en la lucha contra el cambio climático. Un grupo de mujeres mayores de Suiza, agrupadas en la Asociación KlimaSeniorinnen, ha conseguido que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condene a su país por no adoptar las medidas necesarias para detener el cambio climático y paliar sus devastadores efectos. Con el argumento de que Suiza no protege de manera eficaz a sus ciudadanos al no prestar la atención debida a la aplastante evidencia científica de que nuestra forma depredadora de vida se está cargando el planeta y sus habitantes, ellas han hecho historia. Y han abierto unas ventanas por las que ahora entra una brisa fresca de esperanza. Varias de estas mujeres, por cierto, sufrieron problemas de salud asociados a períodos de olas de calor provocadas por el calentamiento global (en Ibiza, por aportar un dato local, murieron 41 personas en 2022 por las elevadas temperaturas, según un estudio publicado en Nature Medicine).

Esta victoria histórica del activismo climático abre ventanas y también plantea preguntas muy sanas. ¿Qué pasará ahora? ¿Qué significará para el activismo el fallo del TEDH? ¿Otras organizaciones de otros países se animarán a denunciar a sus gobiernos con el mismo argumento? ¿Iniciamos por fin la revolución por el clima?

No podemos olvidar que en España, los activistas climáticos, organizaciones como Extinction Rebellion, Futuro Vegetal y la Rebelión Científica, son tratados como terroristas. No podemos olvidar que las acciones que estos colectivos han llevado a cabo en Ibiza para denunciar actividades altamente contaminantes —para llamar la atención sobre el derroche obsceno de cruceros, súper yates y jets privados— han sido calificadas de terrorismo y delincuencia por los adictos al dinero, los adoradores de dioses de neón. Por los mismos del discursito estúpido y trasnochado de: “si vienen menos turistas vamos a comer algarrobas”. No olvidemos que incluso representantes políticos, columnistas y pseudo-periodistas al servicio del sector turístico han intentado callarlos con el cansino cuento habitual del daño que supuestamente cualquier cosa inflige a la imagen de la isla. ¿Qué creéis que daña más la imagen de la isla, que un grupo de activistas echen pintura sobre un jet privado o las noticias sobre las operaciones por trata de mujeres como esclavas, el narcotráfico asociado al negocio del ocio y las muertes de turistas borrachos que se precipitan de los balcones? Y lo digo porque no he escuchado jamás a nadie del Consell ofrecer su ‘postura oficial’ ante temas tan graves y, en cambio, sí han tenido a bien obsequiarnos con su posicionamiento oficial sobre quienes sólo intentan que no perdamos de vista lo que está en juego ante la emergencia climática. Por cierto, de las muertes derivadas de las cada vez más frecuentes olas de calor, ¿han dicho algo? ¿Han dicho algo de los 41 muertos de 2022, de esos muertos que también son consecuencia de la falta de políticas destinadas a afrontar los efectos del calentamiento global?

A los activistas climáticos los han llamado gamberros o terroristas; han intentado arrinconarlos, callarlos y menospreciar su discurso… Y todo por manifestaciones pacíficas y por tirar algo de pintura a un barco y a un jet privado. No lo olvidemos. ¿Qué es un poco de pintura en un puñetero avión mientras Ibiza, emponzoñada, se erige en símbolo del lujo contaminante? Mientras se destruyen ecosistemas y perdemos biodiversidad. Mientras el calor extremo se lleva por delante a los más débiles.

La inacción climática va en contra de los Derechos Humanos. Eso es lo que nos dice la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. ¡El mismísimo Tribunal Europeo de Derechos Humanos! ¿Quién es, entonces, el terrorista?

No, los activistas por el clima no son terroristas; son la resistencia. La fuerza contra el lado oscuro en el que el planeta se está sumiendo. Son la Libertad guiando al pueblo del cuadro de Delacroix. Son la metáfora liberadora que más te guste.

Y yo, desde aquí, sólo puedo dar las gracias a esas mujeres suizas que han doblegado a un país, que han conseguido que se reconozca que no hacer nada sí que es un delito. Dar las gracias también a los miembros de Extinction Rebellion y la Rebelión Científica que hacen ruido desde Ibiza y muestran al mundo que aquí, en la isla, no todos adoramos a dioses de neón. La pluma, el micrófono o la herramienta —o arma— de la que pueda disponer como periodista sólo pueden estar al servicio de la resistencia, porque son la ciencia y la salud de los ecosistemas los que la avalan.

@territoriocat

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