Opinión

Adiós a la Ibiza que me gusta

Cada noche, desde hace un mes, escucho los tambores que retumban por las calles de Dalt Vila ensayando al son de la Semana Santa. Me quedo pegada a la ventana, en silencio. Pienso en mi tierra, Cartagena, donde estas fechas tienen un algo especial. No soy yo de muchas procesiones, aunque el ambiente que se crea en la ciudad me gusta y las marchas que acompañan los desfiles me hipnotizan. En unos días estaré por allí. ¡Qué ganas!, pienso. Pero entonces soy consciente de qué supone esto también. La realidad que encontraré a mi vuelta. Me voy de Ibiza dejando a la isla en pleno despertar primaveral. En la Marina, los negocios que han estado cerrados todo el invierno comienzan a cobrar vida después del letargo. Poco queda para que el bullicio estival envuelva cada rincón. Paseo por las pintorescas calles del barrio con sensación de melancolía, de pérdida. Observando cómo en cada esquina se barnizan y arreglan sillas y mesas, se adecentan las fachadas o se preparan estanterías en el interior de algún establecimiento. Digo adiós a la tranquilidad de estos meses. Sé que en estas semanas todo va a cambiar. Las calles prácticamente desiertas de mi barrio estarán mucho más animadas y los primeros turistas de la temporada pasearán por aquí disfrutando de esa Ibiza que a los residentes no nos gusta tanto. A mi regreso, Ibiza ya no será esta Ibiza.

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