Opinión

Verano en invierno

Seguro que buena parte de los lectores vieron aquella espeluznante imagen tomada desde un satélite que comparaba la Ibiza de hace un año, toda verde, con el secarral que es hoy en día. El paisaje ibicenco echado a perder es resultado de la falta de lluvias que afecta a la isla desde el año pasado, el más seco desde que se tienen registros.

La devaluación del entorno isleño es realmente triste, con los campos echados a perder y los bosques deshidratados, en los que este año ni siquiera se han podido recolectar setas. Aún es más preocupante, sin embargo, la permanente espada de Damocles que supone el peligro de incendios, pues los montes están como en agosto y, si el clima no concede una tregua en forma de lluvias primaverales, nos quedan seis meses por delante en los que irán a peor y bastará una colilla arrojada desde un coche para que prendan en un santiamén.

El pasado viernes, en el Club Nàutic Sant Antoni, se celebró una conferencia sobre la situación climática de Ibiza, con la participación de la bióloga molecular Julia Bauzá y el presidente de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni, Toni Tur. La primera, tras realizar un estudio comparativo con los principales datos climáticos recogidos en la estación meteorológica del aeropuerto desde 1970 hasta hoy, reveló que en la actualidad tenemos un 25% menos de precipitaciones y un 20% menos de días de lluvia que hace medio siglo. También pronosticó que en el año 2100, en el mejor de los casos, se perderá entre un 10 y un 30% de lluvia y las temperaturas máximas subirán entre tres y cuatro grados. Pero si el mundo sigue quemando combustibles fósiles y lanzando CO2 a la atmósfera al ritmo que hasta ahora, las precipitaciones podrían reducirse hasta en un 40% y las temperaturas máximas incrementarse 6 ó 7 grados; es decir, que en verano rondaríamos e incluso se llegarían a superar los 50 grados.

Toni Tur, por su parte, adelantó que este año la cosecha de cereales entre los asociados de la cooperativa será cero porque, con la escasez de lluvia, los pocos que han sembrado perderán la producción y la mayor parte ha decidido no hacerlo. También explicó que, a partir de ahora, el paisaje de almendros floridos característico de los campos ibicencos está abocado a la extinción. Muchos árboles ya han muerto por este clima extremo y los que no lo han hecho acabarán igual. El verano, asimismo, ha dejado de ser la mejor época para la huerta, ya que las plantas no producen por mucho que se las riegue, al tener que destinar todos sus recursos energéticos a sobrevivir a las elevadas temperaturas.

Teniendo en cuenta que, además, cada vez la cifra de pozos salinizados es mayor, parece urgente que comiencen a imponerse medidas contundentes que impidan el derroche de agua y permitan reciclar toda la que se pueda en las depuradoras, en vez de tirarse al mar como se viene haciendo hasta ahora. Resulta paradójico que en la época de mayor sequía que se ha vivido en la isla en los últimos 50 años no se hayan tomado ya iniciativas y restricciones relacionadas con el malgasto de agua. No parece adecuado, por ejemplo, que se sigan permitiendo hectáreas y hectáreas de césped y jardines tropicales en villas, que en muchos casos requieren de varios camiones diarios de agua para que se mantengan vivos, cuando podrían emplearse variedades autóctonas que apenas requieren mantenimiento.

Las desaladoras, al menos de la manera en que funcionan en la actualidad, tampoco constituyen una solución ejemplar, ya que emplean mucha energía en el proceso de desalación, que de momento no se produce de manera limpia, y además se arroja la salmorra sobrante al mar, desertizando amplias extensiones en los fondos aledaños a la zona de vertido, donde antes había posidonia y otras especies, tal y como puede comprobarse, por ejemplo, en Sant Antoni. Y todo porque en su momento no se construyó un emisario que trasladara este agua con alta concentración salina a una mayor profundidad, donde no exista posidonia y sí mayor circulación de corrientes marinas, o que se hubiesen adoptado otros tratamientos que minimicen estas consecuencias.

Una tierra económicamente rica como Ibiza, que posee una industria turística tan potente, debería de generar los recursos necesarios para optimizar las infraestructuras hídricas y de saneamiento, de forma que el agua fuera tratada como el bien escaso que es hoy en día. Muy al contrario, seguimos funcionando como si no fuera a acabarse nunca y no se han puesto en marcha acciones suficientes como para evitar que se malgaste. Ya no es cuestión del momento coyuntural de sequía que vivimos, sino del clima que nos viene o ya tenemos encima, y que nos debería de llevar a planificar el futuro antes de que sea demasiado tarde. Si es que aún llegamos.

@xescuprats

Suscríbete para seguir leyendo