Opinión | EL TRASLUZ

Pues vaya

Pues vaya.

Pues vaya. / Shutterstock

   -La gente conduce como vive -dijo el taxista tras esquivar a un conductor loco que se nos había echado encima.

La gente conduce como vive, repliqué para mis adentros. Era una buena frase que aquel hombre, seguramente, había repetido mil veces y que quizá se podía aplicar a otros aspectos de la existencia: la gente se cepilla los dientes como vive. Pensé en mi modo de hacerlo: con ansiedad. No tengo paciencia para ejecutar los movimientos que aconseja el facultativo, ni de hacerlo de arriba abajo y de izquierda a derecha, o como sea que sea, ahora no caigo. Me los cepillo deprisa y corriendo con la cabeza puesta en las obligaciones que me esperan tras la higiene dental. Soy muy ansioso. Sin embargo, no friego los cacharros con ansiedad. Es más: fregarlos me la quita. Por alguna razón, me gusta el rito de ponerme un delantal, colocarme frente a la pila, tomar la esponja limpiadora y pasarla por la vajilla tras haberle echado unas gotas de detergente. Hay algo de carácter místico, para mí, en esa actividad. Disfruto viendo el brillo de los platos, de los vasos, de los cubiertos… Tal vez tenga que ver con el hecho de que todos esos objetos están llenos de curvas, de ondulaciones, de redondeces: formas geométricas, en fin, que me producen paz.

    No sé.

    Tampoco soy un conductor ansioso. En los desplazamientos largos, voy escuchando música y hablando conmigo mismo sin rebasar nunca la velocidad establecida. Con frecuencia, viajo por debajo de ella, pues no encuentro placer en llegar.

     -Yo no creo que la gente conduzca como vive -le respondí al taxista. A veces sí y a veces no.

    A continuación, le expuse los ejemplos citados más arriba, extraídos de mi propia experiencia. El hombre se quedó pensativo, quizá un poco preocupado. Se le derrumbaba una convicción aceptada sin crítica.

    -Pues se lo escuché a un filósofo muy importante que fue cliente mío -adujo.

    -Pero eso -alegué yo- es un argumento de autoridad inaceptable. Los filósofos también dicen tonterías.

    -Pues vaya -concluyó el taxista y no volvió a abrir la boca en todo el viaje.