Parece una tontería

Hacerlo con las manos

«Cuando me pongo a escribir intento acabar rápido. No me gustan las sorpresas desagradables, opr eso trabajo a mil por hora»

Juan Tallón

Juan Tallón

En junio del año pasado quedé a comer con Jesús Carrasco y Juan Gabriel Vásquez. Estaban en Santiago, y como se acercaba el verano, llovía. Habían acudido a recoger ex aequo el premio de Novela Europea Casino de Santiago. Reservamos en el Pampín, que hace las veces de restaurante y milagro. Hablamos de esto y de aquello, a veces entrando y a veces no entrando en detalles, para qué. Como ya sabíamos lo que habíamos escrito hasta entonces, nos centramos en lo que estábamos escribiendo o íbamos a escribir más pronto que tarde. Resultó que los tres teníamos un libro en mente.

Jesús proporcionó más detalles. Nos habló de un texto que había partido de una reflexión sobre el trabajo con las manos, y por el camino se estaba convirtiendo en novela. Me caracterizo por mi alegría, y le pregunté si no tenía miedo a morirse en mitad del libro. Yo contemplo a menudo esta posibilidad, y por eso cuando me pongo a escribir intento acabar rápido. No me gustan las sorpresas desagradables, por eso trabajo a mil por hora. Puedo decir que el miedo a morir inminentemente empuja todas mis novelas hacia delante. Una vez tengo el primer borrador, la muerte pierde importancia.

Me sorprendió la respuesta de Jesús, que aseguró disponer de algo parecido a un plan b: tiene un amigo con el que habla tanto de literatura, y que lo conoce tan bien como escritor, que seguramente podría completar la novela inacabada en su lugar, una vez muerto. En este punto quise saber qué pasaría si su amigo, por un funesto azar, también muriese antes de concluir la novela. ¿Tiene a su vez otro amigo que lo conoce lo suficiente como para escribir el libro hasta el final? «Quizás sí», dijo. Entonces concluí que si la muerte siguiente abatiéndose sucesivamente sobre los posteriores amigos, podríamos ser Juan Gabriel Vásquez o yo los que tuviésemos que acabar su novela, eso en el caso de que los muertos no fuésemos nosotros y Jesús se viese obligado a escribir nuestros libros. Carrasco, por cierto, acaba de obtener el premio Biblioteca Breve con aquel libro.

Suscríbete para seguir leyendo