Para empezar

A lametazo vivo en el PP

Me pregunto si a Marga Prohens alguna vez un desconocido le ha lamido la cara de oreja a oreja. Así, porque sí. Doy por hecho que sí, que ha vivido esa experiencia y que no sintió asco ni repugnancia cuando un hombre al que no deseaba le pringó las mejillas con sus babas. Sólo así me entra en la cabeza que aquí el vicepresidente Antoni Costa salga impune de haber colocado a su amigote, acusado de agresión sexual, al frente de una empresa pública. Visto lo visto (ojiplática, por cierto), me imagino a la presidenta entrando en cualquier restaurante emocionada ante la idea de que alguno de los parroquianos se le abalance, lengua en ristre. Me imagino la escena como me imagino otra: el vicepresidente y su amigo riéndose de la gracieta, como las mujeres sabemos que se ríen los machirulos cuando se ponen en modo neandertal. Lo sabemos porque lo hemos sufrido. Esas risas de cuando en un bar te tocan el culo, o las tetas, o se te pegan con cualquier excusa. Esas risas que dan asco. Quizás Antoni y Juan Antonio nunca se rieron a costa del lametazo, no lo sé, pero, desde luego, la reacción del PP balear, las demoradísimas disculpas de Costa y el «aquí no pasa nada» del PP nacional las evocan. Y las perdonan. Con lo poco que les gusta la llengua lo que les ponen los lametazos...

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