La política de ‘foto y olvido’

Existe una forma de manipulación llamada greenwashing, que consiste en orientar la imagen de una organización o una empresa hacia un posicionamiento ecológico, mientras sus verdaderas acciones atentan contra el medio ambiente. En Ibiza tenemos numerosos ejemplos, aunque tal vez el más ilustrativo sea ese hotel de la zona de Portinatx que se vende como la panacea de la sostenibilidad, el slow life y la comunión con la madre tierra, tras haber hormigonado sin contemplaciones la costa, dedicarse a hacer vertidos al mar o construir un muelle taladrando las rocas sin la preceptiva concesión administrativa.

El fenómeno, además, se extiende a otras muchas facetas y, por supuesto, afecta también a las instituciones locales, que se dedican a vender actuaciones en pro del medio ambiente, que acaban teniendo un recorrido prácticamente nulo e incluso generando el efecto contrario al que se pretendía. Un caso especialmente sangrante de esta política de “foto y olvido” es el coche eléctrico y la red de estaciones de carga que se han ido instalando por toda la isla, para que dichos vehículos puedan repostar y seguir su camino.

Un amigo de la península, que viaja con frecuencia a Ibiza por motivos profesionales, se mueve habitualmente en coche de alquiler. Hace unos días, al aterrizar, se dirigió a su agencia para recoger el vehículo que tenía reservado y, para su sorpresa, se encontró con que le proporcionaban un automóvil eléctrico. A priori, parecía una opción interesante para circular por Ibiza de una forma más sostenible.

Dicho cambio, sin embargo, acabó resultando una pesadilla y el coche eléctrico un insoportable lastre que le consumió una parte sustancial de su tiempo. La razón es que se encontró con que la mayor parte de las estaciones de carga que hay repartidas por los pueblos y la capital no funcionan. Algunas llevan semanas sin proporcionar el servicio para el que fueron creadas y otras incluso meses. Además, ocupan un espacio de aparcamiento que acaba quedando vacío. Ante dicha situación, esta persona se encontraba con que las pocas que sí estaban operativas se hallaban ocupadas, lo que le obligaba a esperar un tiempo indefinido para poder cargar la batería o seguir haciendo kilómetros en busca de otra estación, consumiendo más energía, sin saber si la próxima estaría disponible u ocupada.

Todo ello bajo la presión añadida de que, tal y como le advirtieron en la oficina de su agencia, en el aeropuerto, una vez que se acaba la batería entra en funcionamiento otra de reserva que, si se vacía, el coche se estropea y ya no vuelve a arrancar. Ante esta penosa realidad, solo cabe concluir que la inversión para implantar el coche eléctrico en la isla, tanto por parte del Govern balear como de los distintos ayuntamientos, constituye otro penoso caso de greenwashing, aunque no sea malintencionado.

En Ibiza, hoy por hoy, el coche eléctrico solo es adecuado para aquellos residentes que tienen un garaje propio en el que pueden instalar un cargador homologado. Que las agencias de vehículos de alquiler ofrezcan este medio de transporte, incluso cuando el cliente ni siquiera se lo ha pedido, representa una tomadura de pelo. Sin duda, conocen sobradamente la situación que se va a encontrar el conductor y la manera en que una operación aparentemente tan sencilla como cargar la batería puede acabar trastornando y condicionando por completo una estancia.

Esta sintomatología del coche eléctrico, en definitiva, constituye una rotunda metáfora de tantas otras iniciativas e infraestructuras fallidas, en las que, tras invertir grandes cantidades de fondos públicos, acaban perdiendo toda su efectividad e incluso desaparecen porque no se han tenido en cuenta los medios necesarios para su mantenimiento y continuidad en el tiempo.

Otro ejemplo aún más preocupante. Mientras nos gastamos millonadas en producir agua desalada porque los pozos ya no dan abasto, a costa de envenenar el mar y la posidonia con la salmorra que se genera, la mitad del agua potable producida se evapora mientras circula por una red obsoleta, llena de fugas, que la conduce hasta los hogares. Idéntica reflexión puede hacerse sobre la red de saneamiento de buena parte de la isla, las depuradoras, el mantenimiento de los colegios, etcétera.

Uno de los errores más graves en que reiteradamente incurre la política es esta versión cortoplacista. Casi todo se planifica por legislaturas, sin tener en cuenta lo que debe ocurrir a medio y largo plazo. Por idéntica causa se perforen las calles para renovar tuberías y al cabo de poco tiempo se vuelve a hacer lo mismo con el objetivo de instalar fibra óptica, renovar instalaciones eléctricas o cualquier otra cuestión.

Con una situación tan desastrosa como la que experimenta la implantación del coche eléctrico en Ibiza, esta clase de vehículos deberían comercializarse en los concesionarios bajo advertencia y, desde luego, paralizarse su alquiler hasta que la red de recarga se restaure mínimamente.

@xescuprats

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