Los tramposos de Ryanair

La memoria a menudo nos sorprende con conexiones inesperadas, nunca fruto de la reflexión pausada sino de la chispa momentánea. Ayer, mientras saboreaba con alivio la derrota provisional del ultraderechista Javier Milei, líder del partido La Libertad Avanza, en la primera vuelta de las elecciones argentinas, me vino a la mente la cara de otro histriónico y lanzador de exabruptos: Michael O’Leary, consejero delegado de Ryanair. Uno se dedica a la política, el otro a hacer dinero, aunque ambas cosas a veces son lo mismo.

Hacía meses que un ataque de vergüenza ajena no me impulsaba a apagar la televisión. La última, creo recordar, ocurrió al caer por casualidad en el programa ‘First Dates’ y escuchar el cacareo entre dos pretendientes carentes del pudor más elemental. Me provocaron tal reflujo ácido que tuve que alejarme de la pantalla por si la majadería se propagara a través de los rayos catódicos.

Idénticas náuseas acompañaron el cierre de campaña del bufón Milei, cuando salió al escenario como una estrella del rock y se puso a cantar esa canción del grupo porteño de heavy metal La Renga, con la letra ligeramente modificada: «Hola a todos, yo soy el león, rugió la bestia en medio de la avenida. Corrió la casta sin entender, panic show a plena luz del día».

Es cierto que Argentina es un país a la deriva desde hace años y que la continuidad del peronismo probablemente no solucione nada, pero la posibilidad de que gobierne un tipo que lo mismo se declara partidario de legalizar la venta de órganos que llama «imbécil» al Papa, supondría aún más combustible en este mundo en llamas. Vivimos una época en que triunfan la mentira, la patochada y los charlatanes de feria. Veremos qué sucede en la segunda vuelta.

Respecto a Michael O’Leary, decía, lo tengo en mis pensamientos tras verme obligado a comprar unos billetes de Ryanair, después de cinco o seis años evitando a esta compañía por su maltrato sistemático. A veces, sin embargo, la urgencia pesa más que los escrúpulos y, como dijo hace algunos años el propio O’Leary, sus aviones «están llenos de pasajeros que juraron y perjuraron no volver a volar con Ryanair».

Cada vez que este individuo abre la boca sube el pan. Ha dicho cosas como que los usuarios a los que cobra una penalización por no llevar la tarjeta de embarque «se la merecen, por ser tan estúpidos» e incluso se ha metido en jardines ajenos al negocio aeronáutico, proclamando que «la mujer se tiene que quedar en casa cuidando de los hijos», algo que además predica con el ejemplo, pues su esposa, ex banquera, dejó de trabajar para atender a sus cuatro vástagos. Sobre éstos, por cierto, apostilla que en verdad no le gustan los niños «sino mantener relaciones sexuales. Los hijos son como tirarse pedos, toleras los tuyos, pero no los que tienes al lado».

Si las autoridades no le hubiesen puesto límites, en los aviones de Ryanair se viajaría como sardinas en lata, de pie, agarrados a una barra similar a la de los autobuses urbanos, y tendríamos que pagar por usar el retrete. No son milongas, sino ocurrencias que él mismo ha compartido públicamente. El problema de Ryanair es que la misma falta de respeto que demuestra su mandamás hacia el cliente la aplican también hacia nuestro bolsillo, y los residentes en Balears aún lo sufrimos más.

Los tres pasajes de ida que tuve que comprar por no disponer de otra alternativa costaron 144,33 €, que, tras aplicar el descuento de residente, supuestamente el 75%, se quedaron en 113,11 €. Es decir, la tarifa se redujo solo un 21,6%. Entre tasas, la opción de llevar maleta de mano en cabina, etcétera, el ibicenco que viaja con Ryanair prácticamente paga lo mismo que el no residente.

Como muestra, un viaje tipo consistente en pasar las fiestas navideñas en la isla, como le ocurre a cualquier estudiante universitario, supongamos que instalado en Madrid. Buscando la tarifa más económica, con maleta de cabina y horarios lo más similares posible, del 22 de diciembre al 7 de enero, con Iberia saldría por 180,17 €, que se quedarían en 64,67 € con el descuento de residente (-64%). La tarifa de Air Europa sería de 146,17 €, 56,17 € con residente (-62%). Y con Ryanair, 128,49 €, que se traducirían en 85,25 para el residente (-34%).

Ryanair, en consecuencia, aplica la mitad de descuento que las otras compañías, tarificando con toda clase de artimañas, que no computan en la reducción del residente. Con independencia de que dicho descuento debería de ser el 75% en todos los conceptos básicos que aplican las aerolíneas, lo de Ryanair hay que calificarlo directamente como una estafa en las narices de las nuestras instituciones, que se lo permiten en lugar de velar por nuestros intereses.

@xescuprats

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