A mí no me silbe

A Pedro Sánchez le enfada que le silben el 12 de octubre, día del Pilar, fiesta nacional, también de la hispanidad, de la raza y de la cristiandad porque en algún momento y en algún lugar siempre quiso alguien reunir todos los cromos del mito imperial. Se celebra desde 1892, antes del desastre colonial del 98. Desde la democracia se silba a los presidentes socialistas por el mero hecho de serlo. El silbido es una expresión extremista, estridente y no articulada. Al polarizador Sánchez le chiflan más los polarizados. Feijóo pidió a Sánchez que convoque elecciones y Sánchez a Feijóo, que no le abucheen. Tú repite, tú no pites. El líder del PP no dirige la orquesta, que es de Vox antes de Vox, pero hace la segunda voz silbante, para no perder por tibieza en el chiflar.

Silbar en un desfile es una singularidad de la democracia española. Nadie silbaba a Franco -y menos ante las fuerzas que van armadas de las que era generalísimo- pero cuando más se silba a los presidentes socialistas, cuando es un clamor, un «¡arriba con ella!», un «ooooole» es cuando los militares ocupan la calle con sus uniformes y sus armas. ¿Es paradoja, es contradicción o es reflejo, es simetría? Es España, señora. Antes, el pasado macizo de la raza tenía ese día para su desahogo, pero ahora todos los días son fiestas, plazas, colones, procesiones, romerías con silbo romero, juras de bandera con ancianas que se llenan la boca de emoción textil y prometen dar su vida por España.

A Sánchez, antiguo jugador de baloncesto, le achican los silbidos que a otros hacen crecerse. El silbido es polisémico: en el rock, aprueba y en el flamenco, critica; en el norte, jalea y en el sur, reprime. Camarón de la Isla dio en la plaza de toros de Oviedo uno de sus mejores y más largos conciertos antes de morir, una media hora de jondura. Le antecedió el cantaor Manuel Mancheño Peña, ‘El Turronero’, que ante el viento del norte de los silbidos pidió respeto para su trabajo cuando le estaban dando admiración. Tómelos por el lado bueno, presidente. Si silban por el mero hecho, como para echarles de comer amnistía.

Suscríbete para seguir leyendo