Es manifiesta la importancia de la libertad de expresión en un régimen de libertades. Ahora bien, hay una libertad que es previa a esta y sin la que en el orden personal no vale gran cosa, la libertad de pensamiento. Solemos decir que pensamos tal o cual cosa, pero en la mayoría de los casos se trata de ideas precocinadas y envasadas en el supermercado del pensar, sin proceso alguno de formación en nuestra cabeza. En otras ocasiones se trata de ideas formateadas por nuestra posición de clase social, nuestra situación o nuestro interés, verbalizadas y repetidas como papagayos por quienes comparten las mismas circunstancias, en un reconfortante clamor que, cantando en el mismo coro, a veces nos hace creer que es el pensar común. A diferencia del pensar gregario, de entrega en mano, la libertad de pensamiento hay que conquistarla con esfuerzo, como todo lo que vale la pena.
