Desde la marina

Ibiza, abierta en canal

El turismo en Ibiza ha sido y es una bendición para sus habitantes, pero lo que ha sido un premio gordo para algunos, los menos, ha sido sólo pedrea para una gran mayoría. Y está claro que no ha sido una bendición para la isla, que en su medio físico ya no es la que era. El ibicenco ha sido siempre conservador y su convivencia con el medio ha sido tradicionalmente equilibrada, armoniosa, correcta. La isla era pobre, es cierto, pero sin que hubiera pobres en ella. Como supieron ver algunos privilegiados viajeros, algo de Arcadia sí tenía. No lo digo con nostalgia de los tiempos idos. En absoluto. Ocurre, eso sí, que conviene reconocer los errores que en la gestión del turismo hemos protagonizado. No era fácil evitarlos. Don Dinero es un señor convincente y darle la espalda parecía de tontos. El caso es que unos y otros le fuimos dando mordiscos a la isla, destrozando entornos y asfaltando caminos en una forma de colonización turística que, poco a poco, ha ido desfigurando los paisajes.

Los oriundos, a medida que los bárbaros del norte disfrazados de turistas nos comían más y más terreno y ocupaban las playas, hemos ido compartiendo, mal que bien, espacio con ellos. Pero cada vez más condicionados. Con más restricciones. Con más incomodidades. Eran, decíamos, daños colaterales. Y lo que hemos venido haciendo, conociendo rincones que los turistas no visitaban, ha sido ubicar nuestro dolce far niente en esos puntos que sólo nosotros conocíamos, una cala de difícil acceso, un varadero deshabitado, lugares que durante un tiempo hemos tenido secretos y que sólo comentábamos con amigos de toda la vida. Hasta hoy. También eso se ha acabado. Los guías turísticos, en la búsqueda de zonas menos masificadas y de experiencias gratificantes que estuvieran fuera de los recorridos estandarizados, han ido desvelando los contados refugios vírgenes que nos quedaban, de manera que ya no nos quedan rincones solitarios en los que podamos refugiarnos los oriundos. La invasión es total. Encontramos turistas, incluso, en cuevas y acantilados. Nos han abierto la isla en canal. Estas últimas invasiones no son ya daños colaterales. De fora vingueren que de casa en tragueren.

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