Por unas fiestas en armonía

Finalizamos el mes más caluroso registrado, pero los calores no nos impiden festejar todo aquello que marca nuestra vida y, cómo no, nuestra historia. El viernes se inició el triduo a la Nuestra Señora de las Nieves, patrona de nuestras islas, en la parroquia de San Pablo. Ayer tuvo lugar en la Parroquia del Rosario el segundo día del triduo con el traslado de la imagen de la Virgen a la Parroquia de Santa Cruz. Hoy en nuestra Parroquia de Santa Cruz, tercer día del triduo y posterior procesión hasta la S.I. Catedral de la Virgen para continuar su festividad el próximo sábado, con las primeras Vísperas el viernes por la tarde. Un sinfín de actividades para poner en el centro de nuestras vidas lo más importante, como nos dicen las lecturas de este domingo, el «tesoro escondido», que Santa María nos muestra, a Jesús, que viene a saciarnos de nuestras búsquedas y llenar nuestros vacíos.

El mismo viernes, en el primer día del triduo, nuestro obispo celebró la bendición y el envío de los jóvenes de nuestra Diócesis, que van a participar, en la Jornada Mundial de la Juventud, en Portugal. El encuentro de los jóvenes con el Papa Francisco, que el pasado domingo recomendaba, en la Jornada Mundial de los abuelos y mayores, visitar a los más ancianos antes de participar en la JMJ para recibir de ellos la bendición.

Como digo, un final de julio e inicio de agosto intenso. Muy intenso sobre todo por el calor que le acompaña y que hace peligrar la estabilidad natural de nuestro entorno. Vemos cómo toda la cuenca Mediterránea arde en virulentos incendios.

Todas estas fiestas, todas estas jornadas, a nosotros que creemos en lo que celebramos, nos tienen que ayudar a vivir siempre en armonía con toda la creación, al cuidado de nuestro entorno, de la Casa Común. El equilibrio entre lo más íntimo de nuestro corazón y lo que vivimos cada día es fundamental para poder vivir en paz con nosotros mismos. No podemos celebrar nada si esto significa descuidar nuestro entorno. Nos sobran fiestas que acaban dejándolo todo sucio, con molestias vecinales, sin respeto al medio ambiente, sin el cuidado más mínimo de nuestro suelo, de nuestra cultura y de nuestras raíces. No podemos celebrar nada si olvidamos a los más débiles.

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