Entre el silencio y el grito

Como tantas cosas, creímos que no volvería. Que no sentiríamos su aliento de muerte. Creímos, ingenuos, que había abandonado los cines y los teatros, que su mirada ya no rapiñaba sobre los espectáculos, que estaba vencida y que en los escenarios solo reinaba la libertad. A veces, aún se revolvía. Estertores de muerte, pensábamos. Pero era el desperece del resucitado. Vuelve la censura. Presta a acallar el pensamiento y a preñar el silencio de violencia y miedo. No se quedará, nunca se queda solo en los escenarios.

Una obra basada en la novela más exitosa de Virginia Wolf (¡de 1928!) cuya protagonista cambia de género, la historia de un maestro republicano fusilado o la escena de un beso tímido entre dos mujeres en una película de animación de Pixar son algunas de las obras vetadas en localidades gobernadas por el PP y Vox. Represión moral y política pura y dura. Regurgitaciones de No-do coloreado por la ola ultra que asuela Europa.

La censura es un tumor con aspecto de iceberg. El daño externo parece controlable, el interno es profundo. Es un miedo que cala. No solo a los creadores. En un intento de relativizar esta censura de tijeras oxidadas, algunas voces tratan de equipararla con la cultura de la cancelación, ese extremismo moralizador de la corrección política, ese celo excesivo y protector. La cancelación empobrece las miradas y la inteligencia, y por ello debe ser superada, pero esta censura gubernamental atenta contra la integridad humana.

Cuando se veta la difusión de un beso entre dos mujeres se ataca a unos derechos largamente luchados y adquiridos. Se busca deslegitimizar la homosexualidad, ahondar en la desaprobación social. Una herramienta política perfectamente alineada con el marco ideológico de Vox. Ahí está su programa electoral que, además de ser un desvarío económico, anticonstitucional y antieuropeo, quiere devolvernos a la España franquista. ¡Abajo las leyes que sustentan la igualdad! ¡Derogación de las leyes del aborto y la eutanasia! El control de los cuerpos hasta el fin de la vida.

No deja de ser ilustrativo que quienes pretenden cercenar la voz y la libertad sean los mismos que inundan las redes de mentiras e insultos virulentos e intimidantes. El silencio y el grito son dos formas de una misma violencia. Todo eso está en juego el 23-J. Coquetear con el abstencionismo o seguir con el mantra de que es lo mismo votar al PP que al PSOE suena más perverso que nunca. Un desdén a los derechos más básicos. Con Franco solo vivieron mejor los cómplices de la dictadura.

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