para empezar

El tsunami unicornio contra Roald Dahl

@ Martatorresmol

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

Pintemos de rosa las pinturas negras de Goya. Y... ¿qué tal si redefinimos la figura de las gracias de Rubens? Sin olvidarnos, claro, de empuñar un pincel para sumarle unos cuantos centímetros a Mari Bárbola en Las Meninas, depilarle el entrecejo a los autorretratos de Frida Kahlo y hacerle un buen trabajo de cirugía a todos y cada uno de los retratos de Carlos II, empezando por los de Carreño de Miranda y acabando con el de Claudio Coello. Hasta ahora, a nadie se le ha ocurrido tamaña atrocidad, pero es, simplemente, una cuestión de tiempo. Creo. Me temo. Seguro que a alguien se le ha pasado por la cabeza, aunque, por suerte, o no se ha atrevido a verbalizarlo o no ha tenido quorum. Pero pasará. Algún día pasará. Esta ola de buenismo, este tsunami de unicornios, está arrasando ya la literatura. Las nuevas ediciones de las obras de Roald Dahl las están revisando lectores «sensibles» que, por el momento, ya se han ventilado palabras como gordo o fea. Adjetivos que sirven para que cada lector, sensible o no, ponga a trabajar su imaginación para crear, en su mente, palabra a palabra, adjetivo a adjetivo, la historia que escribió el autor. Es el primero, pero vendrán más. En aras de lo políticamente correcto, una de las mayores tiranías del siglo XXI. Sigamos así, en breve tendremos el mundo de cenutrios que algunos ansían.

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