Para empezar

Paco Ibáñez, el arma cargada de futuro

Cristina Martín Vega

Cristina Martín Vega

Finales de los setenta. El tocadiscos en el salón y las canciones de Paco Ibáñez una y otra vez. Niñas que cantan ‘Palabras para Julia’, ‘La mala reputación’, ‘Andaluces de Jaén’, ‘Me lo decía mi abuelito’, ‘Érase una vez un lobito bueno’, ‘A galopar’, ‘Proverbios y cantares’, ‘Coplas por la muerte de su padre’, ‘Me queda la palabra’. Las letras de los poemas de José Agustín Goytisolo, Alberti, Machado, Miguel Hernández, Jorge Manrique, Lorca, Gloria Fuertes, Blas de Otero y otros en las fundas de los discos, que las hermanas leen, y cantan, sin cansarse. Fuenlabrada, una época en la que los maestros progres abren horizontes en colegios a los que llaman Miguel Hernández o John Lennon; donde los niños pintamos enormes murales y escribimos poesías en papel continuo para empapelar las paredes. Toda una declaración de intenciones en una ciudad dormitorio con más miseria que escuelas y ambulatorios, donde los niños y las niñas juegan desbocados en las calles y los descampados, entre montañas de escombros y camiones que van y vienen para levantar edificios colmenas para familias de trabajadores. Paco Ibáñez es un icono para los maestros ávidos de libertad y luz. El domingo llenó la Sala de Cultura de Formentera con su sensibilidad, su sentido del humor, sus 88 años de compromiso, inconformismo, humanidad y rebeldía. Nos traspasó su voz, la poesía, esa arma cargada de futuro que nos marcó tanto en el pasado. Inmenso, eterno Paco Ibáñez.

Suscríbete para seguir leyendo