Obsolescencia programada

Pilar Galán

Pilar Galán

No es Chicote santo de mi devoción, pero voy a empezar a rezarle después de haber vuelto a dar voz a los ancianos del matadero lento (en sus propias palabras) en que se han convertido muchas residencias.

Los testimonios del programa ‘Hablando en plata’ demuestran que no solo no hemos aprendido nada sobre la forma en que la Administración se desentiende de nuestros padres y abuelos, sino que además hemos vuelto a cerrar los ojos porque no queremos ver. No queremos ver la desnutrición y el despilfarro, los cinco mejillones de cena con tres aceitunas, o la loncha de queso y jamón york ocupando el triste plato de comida de aquellos a quienes no cuidamos.

Hacer pasar hambre a los ancianos es un crimen, una acción propia de canallas. Nos dice Chicote que solo hay doscientos inspectores para todas las residencias por lo que muchas de ellas se quedan sin inspeccionar, y que las sanciones son mínimas o no llegan. Y todos los que nos rasgamos las vestiduras porque se dejaba morir a los mayores durante la pandemia, todos los que gritamos por un cuidado más digno y nos creímos las promesas de que se iba a implantar un nuevo modelo, seguimos aquí, impresionados por las imágenes y los testimonios, pero con los brazos cruzados. Mientras, los arqueólogos han descubierto que el hormigón que utilizaban los romanos es mucho mejor que el actual.

El Coliseo no se cae porque está construido con cal viva que consigue incluso cerrar las grietas en pocas semanas.

Los romanos construían edificios que duraran, que mantuvieran la memoria de sus creadores en el tiempo; nosotros nos conformamos con las migajas de ese saber. No queremos cosas que duren, tampoco nos preocupamos de cuidar a los que guardan nuestra memoria y deberían vivir en condiciones dignas después de una vida de trabajo.

El senado romano rendía honores a los mayores; nosotros, los apartamos y de vez en cuando nos escandalizamos para enseguida volver a nuestros quehaceres.

No estamos construidos para durar, pero dejaremos la memoria infame de cómo tratamos a los indefensos. No es Chicote santo de mi devoción, pero le rezaré por ayudarnos a volver a ver lo que la Administración esconde y lo que nosotros mismos escondemos. No tenemos perdón si volvemos a cerrar los ojos después de que nos los hayan abierto.

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