Opinión | Desde la marina

Que la navidad no nos engañe

Me pregunto qué es hoy la Navidad. Para los niños, el día de Reyes y, en algunos casos, belenes de cartón y corcho, papel de plata, figuritas de barro y una estrella de purpurina. Para los jóvenes que estudian dentro o fuera de la isla, las Navidades son días de vacaciones. Y para los adultos es, sobre todo, una tradición y una ocasión para olvidar la realidad que nos golpea. Luego está lo del Niño Jesús nacido en Belén que nos recuerdan las iglesias y que vivimos como un bonito cuento en el que podemos entrar, aquí juega la fe, o quedarnos fuera. En una cosa coincidimos una gran mayoría: necesitamos, por unos días, refugiarnos en la meliflua y engañosa felicidad navideña. Al calor del hogar, en la compañía de familiares y amigos.

Suenan en la radio villancicos y músicas ñoñas. Reparten premios a boleo los niños de San Ildefonso. Lucen los escaparates para que pasemos por caja y en las mesas tenemos pavo, turrón y cava. También nos hacemos los preceptivos regalos, nos felicitamos y nos deseamos prosperidad para el año que viene. Y está bien, muy bien. Es lo que toca. Aunque sólo sea por unos días, necesitamos cerrar los ojos. Entre el 24 de diciembre y el 6 de enero, fum-fum-fum, esto parecerá Jauja.

Pero no lo es. Si salimos de nuestro privilegiado refugio, pisamos mierda. Violencia de género, suicidios, pateras que no llegan a puerto, hambrunas, guerra y hospitales atiborrados, con camas en los pasillos. No estamos en el mejor de los mundos. En estas fechas, uno querría decir cosas entrañables y tiernas, decir que en Ibiza somos felices y comemos perdices, uno querría no ser un cenizo y desearles, como les deseo, felices fiestas y un 2023 que sea estupendo. Pero es sólo lo que uno querría. Lo cierto es que los ‘peros’ siguen ahí. ¡Que la Navidad no nos engañe!

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