Opinión | TRIBUNA

El antisistema bancario

La mal calificada crisis económica de 2008, pues fue una crisis transversal del sistema, únicamente trajo reformas al sistema bancario nacional e internacional. En España se anunciaron reformas de todo tipo por parte del gobierno de turno y del posterior. Nada se ha reformado. Ni tan siquiera los días festivos, cuya propuesta era ponerlos en lunes o viernes para ser más productivos, y a la vez facilitar y fomentar el turismo interno. Y no es que con la Iglesia hayamos topado. No. Que ni las fiestas paganas se han movido. ¿Para qué complicarse la vida pudiendo aplicar la receta de paños calientes y dejar que el tiempo pase? De sobra es sabido que el tiempo todo lo cura y todo lo pone en su sitio. Hasta las deudas.

Pero hoy me voy a centrar en quien sí ha hecho los deberes: la banca, que ha quedado reducida a poco más de una veintena de entidades, entre grandes y pequeñas. Y no diré que no fuera necesario, porque lo que tampoco es de recibo era tal cantidad de entidades y oficinas, o cajas de ahorros provinciales mal gestionadas, expoliadas y metidas a promotoras inmobiliarias. Pero entre aquello y esto, ¿no hay un término medio? Pues parece ser que no. Fusión tras fusión, compra tras compra, este es el resultado y estas son las consecuencias: la tramitación de las gestiones online o a través de los cajeros. Poner gente a atender al público implica gastos, sobre todo a un público en general que no manejamos grandes sumas de dinero. Si tú te lo gestionas, eso que me ahorro yo. Y yo a dedicarme al gran capital que es lo que importa en tiempos donde el Euribor ha estado en negativo y los tipos de interés a cero.

Por tanto, no es de extrañar la exitosa (y necesaria) campaña de este verano promovida por Carlos San Juan bajo el lema «Soy mayor, no idiota», y reconocida hace pocos días en Bruselas, en la que se reclama una atención personal a las personas mayores. Hace tiempo que el agua ha colmado el vaso. Lo que me extraña es que el Gobierno no actúe de oficio, y no solo para defender los derechos de las personas mayores, sino los de todo el mundo, máxime cuando es el propio estamento gubernamental el que nos ha obligado a trabajar con la banca. La razón, motivo o excusa es la lucha contra el fraude fiscal, pero el resultado es que yo estoy obligado a trabajar con ellos, quiera o no quiera. Por tanto, deben prestar una atención presencial acorde con el número de clientes y sus necesidades. En algunas zonas, como es la isla de Ibiza, esta desatención se agrava debido al cierre masivo de sucursales y la aglutinación de clientes en una única entidad tras las mencionadas fusiones. Y no quiero pasar por alto algo que tiene una gran relevancia: el hecho de que la banca (con mayúsculas) no la dirigen jóvenes veinteañeros sin empatía, egocéntricos, adictos a Internet y mal educados. ¡No señor! La dirigen personas mayores, acomodadas, alejadas de la realidad y de las necesidades del común de los mortales, y por lo tanto, desconsideradas con las personas de su propia generación. ¡Ah!, que en cuestión de negocios no hay concesiones que valgan. ¡Ah!, que ayudar al débil y necesitado es poner en riesgo la supervivencia del negocio. ¡Entendido!

Hasta aquí lo pasado, ahora algo de lo presente y de lo que en el futuro vamos a oír hablar y mucho: los honorarios por la cancelación de hipotecas. Muchos usuarios hemos firmado hipotecas con entidades que hace años que ya no existen. Dicha obligación hipotecaria ha ido pasando a las nuevas entidades. A veces tres o cuatro. Cuando el registro de la propiedad de turno registra dicha cancelación, todo esto lo tiene que hacer constar, y cuando tú vas a pagar, en vez de dos son cinco. Nadie da puntada sin hilo. Lo peor de todo, lo que hace que la puntada no se descosa, es que tienes que pagar tú una factura a nombre de una entidad bancaria, o no te dan los papeles. Como suena. La pregunta obligada sería: ¿por qué no le cobran directamente al banco dichos honorarios? No tengo la respuesta aunque la puedo imaginar. Diversas sentencias judiciales han dado la razón a los registros, estando en su derecho de cobrar dichos honorarios, y al ciudadano, que en ningún caso ha de soportar los gastos del tracto bancario (que es como se llama a las fusiones o compras entre los bancos). Ahora tú, con esa cara que ambos pensamos, tienes que ir a pelear con tu sucursal para que te abone la factura, siempre que hayas tenido los reflejos y conocimientos necesarios para pedir que te desgranen la cuantía en dos, que si no, esta fiesta la vas a liquidar tú solito. A día de hoy, tras cierta resistencia y muchas reticencias, y cuando desde arriba lo autoricen, te la acaban abonando al cabo de las semanas. Estoy impaciente por saber qué pasará cuando decenas de cancelaciones se conviertan en miles y las cantidades a abonar en millones de euros. Parece que estoy viendo ya el titular: «Creada la plataforma de afectados por la cancelación de hipotecas». Y otra lucha social abierta.

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