Opinión

Clamor por la paz

Es impensable la situación que estamos viviendo. ¡Cómo puede haber personajes en pleno siglo XXI que para resolver un conflicto llegue a provocar una guerra? ¿Cómo vamos a poder enseñar a los más pequeños que cuando hay un problema no se pega? ¿Con que autoridad podemos decirles a los más jóvenes que el dialogo es la solución a todos los problemas?

No se entiende la guerra, no se entiende esta guerra. La guerra es un ataque contra la democracia. Contra la dignidad de todas las personas, de las que están viviendo en primera línea el conflicto bélico, pero también de todos aquellos que creemos en la libertad y en todos los ideales que una sociedad civilizada transmite y propone para la convivencia.

En todos los conflictos bélicos perdemos todos. En todas las guerras sale perdiendo la humanidad. Y no me refiero al aspecto económico, sino más bien al aspecto vital. Es una derrota de la inteligencia, es la victoria del sinsentido.

Cuando ya no se puede esperar en las personas para resolver los problemas ¿Qué esperanza le queda a la humanidad? La guerra nos sume una vez más en el vacío existencial que vive nuestra sociedad. No poder confiar en los que rigen los destinos de los pueblos para solucionar pacíficamente los conflictos hunde a la humanidad en el terror, en la desesperación.

No podemos perder la esperanza en la humanidad. No podemos permitir que unos pocos hagan perder la confianza en los valores más nobles que se nos han trasmitido. Por encima de tanto dolor queremos que la voz de los que pensamos que hay alternativas a la guerra sea más fuerte que la voz de los violentos. Que las calles se llenen de gente que clame por la dignidad de las personas que son atormentadas por la guerra. Queremos creer que el dialogo y el respeto son más fuertes que la imposición de las armas.

No podemos dejarnos vencer por el desánimo. La comunidad ucraniana se reunía el pasado jueves en la capilla de Lourdes en Santa Eulalia para rezar por la paz. Una de las participantes en la celebración decía «sólo nos queda rezar a Dios para que nos proteja», yo añadiría, para que devuelva al corazón de las personas los valores de la tolerancia, del respeto, de descubrir que formamos una gran familia, donde cuando uno sufre sufrimos todos.

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