Opinión | Para empezar

Un tomate

Lo único que recuerdo de una película cubana que vi hace muchos años es a un maquinista de tren que coge un tomate de un huerto, lo corta en rodajas, lo pone entre dos trozos de pan con un poco de sal y se come el bocadillo con cara de placer absoluto. Pienso en ella mientras leo la entrevista de Marta Torres al joven cocinero ibicenco Alberto Pacheco en este diario, cuando asegura que prefiere encontrar un buen tomate a hacer una esferificación. Y es que eso, encontrar un buen tomate, con sabor a tomate, ese sabor que recordamos de la infancia, es algo cada vez más complicado. Solo en algunos mercados payeses o en puestos de kilómetro 0 es posible, pero no es nada sencillo. Hace unos días compré unos tomates rosas en un supermercado de la isla para hacer una ensalada de crostes. Los mejores que tenían. Al precio de la mejor ternera. Decepción absoluta. Tampoco sabían a tomate. Ya sé que es un tema muy manido, que todos hemos hablado alguna vez sobre la pérdida de sabor o de textura de algunos de los alimentos más comunes. Pero no puedo evitar pensar en el futuro. Si sigue esta deriva, ¿llegarán a conocer nuestros hijos a lo que saben de verdad los tomates? ¿Sabrán dentro de unos años distinguir el olor de un tomate, de un pepino o de un melocotón?

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