El concepto es muy sencillo de entender: si bebes, no conduzcas. El mejor lema que se ha ideado nunca para una campaña de la Dirección General de Tráfico. Si bebes, puedes hacer daño o matar a alguien. El último accidente provocado por un borracho ocurrió el lunes en Formentera: un conductor ebrio mató a un hombre y una mujer que circulaban en una moto. Hace solo dos semanas otro conductor drogado arrolló mortalmente a un empleado de la limpieza en Sant Josep.

Anda el círculo de Micky Molina indignado estos días porque los medios han publicado que atropelló a una niña cuando iba al volante bebido. Se quejan de que se está sometiendo a un «linchamiento» al actor. Estos son los datos: la Policía Local de Santa Eulària sometió al actor a dos pruebas de alcoholemia, la primera dio 0,91 miligramos de alcohol por litro de aire espirado, y la segunda bajó a 0,77. El límite para conducir es 0,25, y por encima de 0,60 es un delito penal. Es decir, que el actor conducía con una tasa de alcoholemia que triplicaba lo permitido, y encima causó daños a una niña de 9 años. No es un desliz menor, en absoluto (es un delito), y es irresponsable que una portavoz del actor insista en que «estaba en perfectas condiciones» para tratar de quitarle importancia a lo ocurrido. Eso es lo que dicen los conductores que beben o se drogan: voy bien. Los test y las consecuencias evidencian luego lo contrario. Y los medios deben contar estos incidentes para alertar de los efectos fatales de conducir bajo los efectos del alcohol y de las drogas. Si bebes, aléjate del volante.